Montmartre sin clich¨¦s

Junto con las siete colinas de Roma o el Pan de Az¨²car carioca, Montmartre es uno de los mont¨ªculos urbanos m¨¢s populares del planeta. La monta?ita o butte, situada en el distrito 18 de Par¨ªs, resulta un enclave magn¨¦tico para cualquiera que pise la ciudad, pues cuenta con varios de los iconos de lo parisiense por excelencia: el Sacr¨¦ Coeur, la Place du Tertre, plagada de pintores que tratan de revivir el viejo esp¨ªritu bohemio de la zona, y hasta su personaje de ficci¨®n particular: Am¨¦lie Poulain.

Las escaleras que han de subirse para acceder a sus plazuelas o miradores no son un impedimento para los visitantes, a juzgar por la cantidad de grupos que se agolpan en sus callecitas. Pero para participar de la vida real del barrio que enmarca la popular colina, lo ideal es permanecer en sus faldas.

Si bajamos desde Montmartre hacia el sur nos topamos con la estaci¨®n de metro Pigalle, cuya boca, dise?ada por H¨¦ctor Guimard, lleva el inconfundible sello art nouveau que nos teletransporta a los tiempos en que Toulouse-Lautrec y compa?¨ªa frecuentaban el barrio. En efecto, a pocos metros, en el 75 de la Rue des Martyrs se encuentra el Divan Japonais inmortalizado por Lautrec y transformado hoy en Le Divan du Monde, una sala de conciertos de interior teatral y fastuoso que ofrece un men¨² variad¨ªsimo de m¨²sica en directo. En la misma calle y a dos pasos se hallan Madame Arthur y Michou, dos cabar¨¦s legendarios cuyas cenas espect¨¢culo muy bien podr¨ªan llevar banda sonora de Augusto Alguer¨®.

La Rue des Martyrs no se acaba aqu¨ª: es tambi¨¦n id¨®nea para comprar ropa tanto vintage como nov¨ªsima. Buenos ejemplos de lo a?ejo se encuentran en Chine Machine, y para modelos sin estrenar, la fachada rosa chicle de la boutique Antoine et Lili atrapa la atenci¨®n desde lejos. Y a la hora de comer no hace falta ni cambiar de calle: el caf¨¦ brasserie La Fourmi (en el n¨²mero 74), de enormes cristaleras y toques arty por doquier, ofrece diversos platos del d¨ªa y despu¨¦s sigue abierto hasta las tantas.

Jardincito secreto

Como hemos decidido no subir hasta el Sacr¨¦ Coeur, la sed de visita de iglesia se colma en el 19 de la Rue des Abbesses con una representante discreta pero interesant¨ªsima de la est¨¦tica industrial: Saint Jean de Montmartre, construida entre 1894 y 1904 por el arquitecto Anatole de Baudot, alumno ejemplar de Viollet-le-Duc, el primer edificio sacro en cuya construcci¨®n se emple¨® cemento armado. En la plaza contigua hay un jardincito urbano, la Square Jehan Rictus, que act¨²a como remanso de paz y que adem¨¢s cuenta con el c¨¦lebre "muro de los te quiero", una pared de azulejos con la alocuci¨®n Je t'aime escrita en decenas de idiomas. Y pocos metros m¨¢s all¨¢, en el 31 de la Rue des Abbesses, nos espera el hermano peque?o de uno de los teatros m¨¢s importantes de la ciudad: la sucursal en Montmartre del Th¨¦?tre de la Ville. Danza contempor¨¢nea, teatro y m¨²sica de calidad como ant¨ªdoto contra el canc¨¢n y el cabar¨¦.

Al norte de Montmartre, el barrio posee un ambiente bobo, apelativo que recibe en Francia aquello que tiene tintes burgueses y a la vez cierto toque bohemio. Un buen ejemplo ser¨ªa Rakuda (145, Rue Marcadet), un min¨²sculo restaurante japon¨¦s: no caben m¨¢s de 12 comensales en la microfonda regentada por la propia Rakuda y su marido, dos peculiares personajes aficionados a las motos, al b¨¦isbol y a la caligraf¨ªa, que sirven men¨²s caseros japoneses por veintitantos euros.

Si queremos mezclarnos con los modernos de la Rue Marcadet hay que dejarse caer por los simp¨¢ticos bares La Popote du 18, La Divette de Montmartre y La Cave Caf¨¦, todos en la misma acera. Pizarrones y espejos con azogue desgastado se combinan a la perfecci¨®n con sillas de escuela primaria, m¨¢quinas de pinball y futbolines. Y en la confluencia de las calles de Caulaincourt y Francoeur, por donde pasa el tren tur¨ªstico que sube hasta la cima de Montmartre, el bar obligatorio es Chez Francis Labutte, f¨¢cil de detectar por su intenso color amarillo.

Pero no solo de m¨¢quinas de pinball y bares coloridos vive esta alegre tribu: el pan que los alimenta es tambi¨¦n ins¨®lito y multicolor. Puede llevar tinta de sepia, y entonces ser¨¢ negro profundo; o curry, lo que le dar¨¢ un vivo tono mostaza, o incluso r¨²cula, que lo te?ir¨¢ de verde (solo apto para atrevidos). Todas estas sabrosas variantes son obra del Ferran Adri¨¤ del pan, Gontran Cherrier, que, adem¨¢s de ser una celebridad televisiva y publicar libros sobre su pasi¨®n amasadora, regenta su propio templo de lo farin¨¢ceo, donde tambi¨¦n sirve caf¨¦s y porciones de tartas de fruta rectangulares, tan largas como apetitosas.

Y si nos apetece acabar el d¨ªa con una dosis de autenticidad regional gala, nuestro restaurante es Le Winch, una sucursal de Breta?a en el barrio 18. Su simp¨¢tico ambiente n¨¢utico nos hace olvidarnos por un rato de ese universo de acordeones y pintores callejeros que est¨¢ solo unos cuantos escalones m¨¢s arriba.

? Mercedes Cebri¨¢n es autora de la novela La nueva taxidermia (Mondadori).