Arrepentidos de arrepentirse
Ricardo Portabales y Manuel Fern¨¢ndez Pad¨ªn, los testigos de cargo de la Operaci¨®n N¨¦cora, se sienten enga?ados por el Estado y est¨¢n decididos a contar "la verdad"
Hace 22 a?os comenz¨® a escribirse la historia de los arrepentidos en Espa?a cuyas acusaciones desencadenaron la primera macro operaci¨®n policial que llev¨® al banquillo a 52 acusados. Ricardo Portabales y Manuel Fern¨¢ndez Pad¨ªn, con apenas 30 a?os, lograron mover los cimientos del narcotr¨¢fico, cuando este negocio era tan solo el pre¨¢mbulo de lo que quedaba por venir. Con sus acusaciones pusieron bajo sus pies a jueces, fiscales y altos cargos del Ministerio del Interior para que declararan en el juicio como testigos de cargo a cambio de protecci¨®n, una nueva identidad y una pensi¨®n econ¨®mica de por vida.
Portabales, un traficante de medio pelo, se encontraba cumpliendo condena en la antigua prisi¨®n de A Parda dos a?os despu¨¦s de ser pillado in fraganti vendiendo hach¨ªs en una carretera a las afueras de Pontevedra. All¨ª coincidi¨® con algunos famosos del gremio, como Laureano Oubi?a, con el que lleg¨® a intercambiar algo m¨¢s que palabras. Humillado y harto que cada dos por tres tuviese que ir a la enfermer¨ªa por alg¨²n que otro pu?etazo, Ricardo decidi¨® escribir una carta al juez que le hab¨ªa condenado haciendo la firme promesa de dar nombres y apellidos de contrabandistas y narcotraficantes si le sacaban de all¨ª.
"Llevo una parte de mi vida escondido a cambio de nada", afirma Pad¨ªn
La operaci¨®n se desarroll¨® en la madrugada del 12 de junio de 1990
Casi al mismo tiempo que Portabales consigui¨® zafarse de la c¨¢rcel fue detenido Manuel Fern¨¢ndez Pad¨ªn, tambi¨¦n en Pontevedra. Acababa de hacer una entrega de coca¨ªna que hab¨ªa dejado a su contacto en una papelera cerca de un conocido centro comercial. Pieza clave en la detenci¨®n de Manuel Charl¨ªn Gama y el grueso de su camarilla en los transportes de droga, Pad¨ªn formaba parte de la organizaci¨®n como uno de los vasallos del clan m¨¢s fiables y cualificados. Presionado por la situaci¨®n que le esperaba y sumido en una profunda depresi¨®n decidi¨®, al igual que Portabales, colaborar con la justicia.
Los dos testigos pronto se encontraron en la Audiencia Nacional, cara a cara con el juez Baltasar Garz¨®n y el entonces fiscal antidroga Javier Zaragoza para reconstruir un relato cuyas repercusiones judiciales y sociales ser¨ªan inimaginables para ellos. As¨ª comenz¨® a fraguarse la Operaci¨®n N¨¦cora que se desarroll¨® en la madrugada del 12 de junio de 1990, con un despliegue de objetivos y medios sin precedentes.
Pero hace apenas dos a?os, cuando parec¨ªa que la historia de los arrepentidos hab¨ªa llegado a su ep¨ªlogo, una comunicaci¨®n de la Comisar¨ªa General de Seguridad Ciudadana hizo que tanto Ricardo Portabales como Fern¨¢ndez Pad¨ªn se arrepintieran de lo que hab¨ªan hecho. Escuetamente, desde este departamento del Ministerio del Interior, les informaban de que quedaba sin efecto la pensi¨®n de 992 euros mensuales, el escolta que les acompa?aba d¨ªa y noche y la vivienda que ocupaban desde que fueran clasificados como testigos protegidos.
"Yo me fie y ahora me siento enga?ado, defraudado porque arriesgu¨¦ mucho, una parte de mi vida escondido a cambio de nada", afirm¨® Pad¨ªn con amargura. "El problema fue Ricardo, que no supo atar bien las cosas porque fuimos de testigos al juicio, que es lo que todos quer¨ªan, sin haber firmado ning¨²n papel, todo fue de palabra y ahora ya no tenemos a qu¨¦ agarrarnos y legalmente a qui¨¦n reclamar", explica.
"Portabales tuvo al Ministerio de Justicia y de Interior a sus pies, pod¨ªa pedirles cualquier cosa porque se la hubiesen dado, pero iba de listillo y de bocazas y no supo negociar; pens¨® que los que le promet¨ªan tantas cosas iban a ser sus amigos para toda la vida", cuenta Pad¨ªn. "Est¨¢bamos abrumados porque ¨¦ramos primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos y abr¨ªamos los telediarios, ¨¦l hab¨ªa implicado a gente muy gorda, aunque luego qued¨® todo en nada porque era muy fantasma y fabulador, quer¨ªa vivir del cuento. Pero mis confesiones fueron avaladas por un tribunal y en una sentencia donde mi prestigio qued¨® a salvo", subraya Pad¨ªn.
"Yo estaba f¨ªsica y mentalmente muy mermado por mi enfermedad hep¨¢tica, que me imped¨ªa ver las cosas con lucidez, por eso Ricardo era el que llevaba la voz cantante del juicio y recib¨ªa los sobres con dinero del Ministerio de Interior. Ahora ya no podemos hacer nada porque los abogados dicen que todo ha prescrito", se lamenta Fern¨¢ndez Pad¨ªn.
"Por los servicios prestados, a la calle"
Ricardo Portabales abandon¨® a su familia y vive actualmente en Montevideo (Uruguay). Su hijo, que lleva su nombre, dice que nadie de la familia tiene relaciones con ¨¦l. "Mi padre para nosotros ya no existe, forma parte del pasado y nos ha demostrado que no le importamos nada", afirma.
"A m¨ª lo ¨²nico que me preocupa es mi madre, que se ha quedado en la calle, sin una pensi¨®n, despu¨¦s de todo lo que ella y nosotros hemos sufrido por culpa de mi padre, viviendo en las mism¨ªsimas cloacas del Estado y al final, por los servicios prestados, a la calle", reprocha Ricardo Portabales.
"Para m¨ª, despu¨¦s de vivir todos aquellos a?os, esta respuesta es algo ins¨®lito que no podemos perdonar, porque los han enga?ado como a pardillos, les tomaron el pelo a cambio de hacer todo lo que ellos quisieron, los han utilizado. Pero todav¨ªa conf¨ªo en que podamos encontrar a alguien que ayude a mi madre, con una pensi¨®n o con un trabajo, porque ella es la gran v¨ªctima de este drama familiar", subraya.
El hijo de Portabales ten¨ªa ocho a?os cuando la Polic¨ªa fue a buscarles a su casa de Mar¨ªn para trasladarlos a Madrid donde siguen viviendo. "Eran siete coches patrulla esper¨¢ndonos a la puerta para llevarnos a cuatro enanos, mi madre, mi padre y todos los enseres que ten¨ªamos. Y todo aquello para nada, solo nos trajo dolor y sufrimiento", explica.
"Despu¨¦s de haber sido la familia m¨¢s protegida de Espa?a, con 15 escoltas todos los d¨ªas, hemos pasado al olvido. Y si mi padre hizo las cosas mal ?qu¨¦ culpa tenemos, por qu¨¦ vamos a pagarlo nosotros?", se pregunta Ricardo Portabales.
"El Estado queda en entredicho porque a partir de lo que nos ha pasado, ?qui¨¦n se atrever¨¢ a colaborar con los jueces o con la polic¨ªa?, es una situaci¨®n que crea una gran seguridad y te vas a jugar la vida y la de tu familia a cambio de nada", a?ade.
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