M¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa
Ya s¨¦ que m¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa no hay vida, que estamos todos asustados, con escasa capacidad de respuesta; que el paro, los recortes y los mercados nos est¨¢n fastidiando el presente y robando el futuro. Los pol¨ªticos, salvo Angela Merkel, claro, que parece que vive en otro mundo, asisten impotentes y desorientados, aunque no les importa limpiar los desperfectos dejados por los bancos con miles de millones pagados por los contribuyentes. Dicen que lo primero que ha hecho Mariano Rajoy, tras ganar las elecciones, ha sido hablar con los banqueros. Est¨¢ todo tan mal y hay tanta desgracia alrededor, que no s¨¦ si hago bien en desviar la atenci¨®n, en alejarme de la calamidad y sacar a relucir cosas tan insignificantes en las que ni siquiera deber¨ªa pensar.
Estamos atascados en materia de derechos, representaci¨®n y solidaridad
Por ejemplo, de corrupci¨®n y sobornos, de pagos indebidos con fondos p¨²blicos. De eso estuvo hecha durante mucho tiempo la pol¨ªtica en Espa?a y ah¨ª seguimos. Y aunque el culto al dinero sucio y a quienes lo poseen ya no crece como anta?o, la persistencia de la corrupci¨®n es uno de los mayores indicadores del mal funcionamiento de la democracia: los ciudadanos no hacen nada contra ella y el voto en las elecciones no castiga a los corruptos, bajo el supuesto de que todos los partidos pol¨ªticos est¨¢n, o parecen estar, implicados en el mismo sistema de chanchullos. La transparencia y la responsabilidad pol¨ªtica han quedado fuera del debate. La corrupci¨®n da?a la democracia, aunque da lo mismo y quienes resisten se dan cuenta de que su voto resulta ineficaz, vano.
Porque la democracia no se consigue solo a trav¨¦s de elecciones, debe construirse desde dentro de la sociedad, en un proceso que requiere tiempo y educaci¨®n, pero uno de los principios para valorar su calidad y fortaleza es el control popular sobre quienes toman decisiones y la igualdad pol¨ªtica de quienes tienen que ejercer ese control. Con la representaci¨®n que proporciona el sistema electoral que rige actualmente en Espa?a, los ciudadanos no son tratados igual y lo m¨¢s preocupante es la nula disposici¨®n de los dos partidos mayoritarios que se suceden en el Gobierno para abrir el proceso pol¨ªtico a esa necesaria reforma. No se trata solo de otorgar el mismo valor a todos los votos, sino de limitar el monopolio sobre las decisiones pol¨ªticas que sale de ese injusto sistema de representaci¨®n.
La crisis, los requerimientos electorales y el miedo a que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica cat¨®lica y la derecha pol¨ªtica-ultraderecha medi¨¢tica mostraran su rechazo frontal, aparc¨® el proyecto de Ley de Libertad de Conciencia y Religiosa, que el Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero hab¨ªa prometido llevar al Parlamento, debatir y trasladar el debate a la sociedad. Si uno de los fines de la democracia es la igualdad de derechos de los ciudadanos, no parece una cuesti¨®n carente de significado reconocer los de las confesiones minoritarias, la neutralidad de los poderes p¨²blicos, la retirada de los s¨ªmbolos religiosos de los lugares p¨²blicos y revisar los privilegios que en materia educativa y fiscal tiene la Iglesia cat¨®lica. Eso es anticlericalismo y abrir frentes innecesarios, dir¨¢n algunos, pero la democracia se mide tambi¨¦n por la capacidad del Estado para garantizar con leyes la igualdad de derechos pol¨ªticos, econ¨®micos, sociales y civiles.
Cuando el ladrillo mandaba y ¨¦ramos ricos, la reparaci¨®n pol¨ªtica, jur¨ªdica y moral de las v¨ªctimas de la violencia franquista gener¨® el rechazo y el bloqueo de poderosos grupos bien a fincados en la judicatura, en la pol¨ªtica y en los medios de comunicaci¨®n. Eso de recordar ese pasado traum¨¢tico para aprender, con exposiciones, museos y proyectos de investigaci¨®n, promovidos por instituciones p¨²blicas, ya se ha acabado, que no hay dinero, y las familias que buscan y quieren recuperar a sus seres queridos, asesinados, escondidos debajo de la tierra, que esperen, que comprendan que no es el momento.
No sabemos todav¨ªa si de la crisis econ¨®mica saldremos reforzados, como dicen algunos, con otro modelo de crecimiento, pero lo que parece claro es que en materia de derechos, representaci¨®n, control popular y solidaridad con aquellos que fuera de nuestras fronteras luchan por la democracia, estamos atascados, sin respuesta ciudadana. Necesitamos que los pol¨ªticos nos sirvan, no que sean nuestros amos, distantes e imposibles de controlar.
Cuando muri¨® Franco, hace ya 36 a?os, Espa?a estaba en crisis profunda, sembrada de conflictos, de obst¨¢culos desde arriba y movilizaciones desde abajo, con ilusiones y esperanzas para caminar hacia la libertad y la democracia, pero tambi¨¦n con ambig¨¹edades e incertidumbres. Sin gui¨®n escrito, ni camino fijado de antemano, construimos, en medio de graves problemas como la involuci¨®n militar o el terrorismo, una democracia parlamentaria con un amplio cat¨¢logo de derechos y libertades. Para consolidar todo eso, y avanzar en vez de retroceder, necesitamos abrir un debate p¨²blico sobre la participaci¨®n ciudadana, la representatividad y transparencia de nuestras instituciones y la responsabilidad de los pol¨ªticos. No debemos dar la espalda a esos temas, que son la garant¨ªa de un sociedad civil democr¨¢tica y que crean ciudadanos activos y no sumisos al poder. Ni la econom¨ªa ni el nuevo Gobierno nos van a ayudar.
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Zaragoza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.