La crisis, compa?eros
Salvo en un circo desternillante o en una horrorosa pesadilla, nadie dar¨ªa cr¨¦dito a la noticia de que un candidato que ha cosechado los peores resultados electorales de la historia de su partido aspira seriamente a dirigirlo. Pero es que el Partido Socialista, este Partido Socialista que se jactaba de haber formado el ¨²nico Gobierno verdaderamente de izquierdas que ha conocido la democracia en Espa?a, no ha decidido a¨²n si lo que ofrecer¨¢ a los ciudadanos es eso, un circo o una pesadilla.
El candidato derrotado se sacude las solapas con aire de haber sufrido una ca¨ªda tonta y le echa la culpa al secretario general, todav¨ªa presidente del Gobierno en funciones. Este, a su vez, mete la cabeza bajo tierra y no se le ocurre, ni por lo m¨¢s remoto, que alguien deba asumir la responsabilidad de una cat¨¢strofe que ha dejado al Partido Socialista fuera del Gobierno central y la pr¨¢ctica totalidad de las autonom¨ªas y los grandes Ayuntamientos. Y la ejecutiva, entre tanto, se mantiene hier¨¢tica y silenciosa como una esfinge en la solemne elevaci¨®n de su estrado, contemplando el vac¨ªo sin mover una pesta?a.
Nadie dar¨ªa cr¨¦dito a que un candidato con el peor resultado aspire a ser el l¨ªder
Si el Partido Socialista ha llegado a esta situaci¨®n que amenaza su condici¨®n de alternativa pol¨ªtica en Espa?a es porque la l¨®gica del aparato, la ¨²nica que conocen sus actuales dirigentes, la ¨²nica que han aplicado all¨ª donde han estado, se ha impuesto en la derrota de 2011 con tanta o m¨¢s fuerza que en la victoria de 2004. Ante fracasos tan rotundos como los de mayo y noviembre, nada de decir a los ciudadanos que su mensaje ha sido escuchado; nada de dimitir y dejar paso a una gestora; nada de preocuparse por recomponer un partido que ha salido de las ¨²ltimas citas electorales como un juguete roto. Estar¨¢ roto, de acuerdo, reconoce la l¨®gica del aparato, pero lo ¨²nico que importa ahora es qui¨¦n se lo queda.
Y para decidirlo, nada mejor que inaugurar una pasarela de aspirantes con la corte de los milagros de dirigentes vapuleados en sus respectivas circunscripciones y, pese a todo, resueltos a desfilar con los ojos morados, los brazos en cabestrillo, muletas para apoyar el paso renqueante, andrajos y chichones envueltos en gasa yodada. Cuando se les pregunta, pero, hombres y mujeres de Dios, qui¨¦n os ha puesto as¨ª, responden con la misma cara de espanto, exactamente la misma, con la que Boris Pasternak retrat¨® en Doctor Zhivago al fugitivo de una aldea de los Urales a la que un l¨ªder partisano hab¨ªa pegado fuego; solo que donde el fugitivo susurra mirando hacia atr¨¢s como si le persiguieran todav¨ªa "Strelnikov, camaradas", la corte de los milagros que aspira a la secretar¨ªa general de los socialistas entona al un¨ªsono "la crisis, compa?eros".
Quiz¨¢ sea el momento de decir que hasta aqu¨ª hemos llegado; la crisis, claro, pero no solo la crisis. La crisis y una forma extravagante de gobernar durante los a?os de bonanza que se convirti¨® en suicida cuando cambi¨® el ciclo; la crisis y una campa?a electoral en la que el candidato apunt¨® en todas direcciones, sin excluir la de las ideas luminosas como financiar la sanidad con subidas del alcohol y del tabaco; la crisis y una persecuci¨®n de la cr¨ªtica en la que miembros destacados del Gobierno y su fontaner¨ªa repart¨ªan credenciales de izquierdismo mientras que el candidato, entonces tambi¨¦n miembro del Gobierno, se encargaba de hacer el fino trabajo jesu¨ªtico de la insidia; la crisis y la docilidad de los sectores de opini¨®n que saludaron desde las gradas de la insufrible met¨¢fora deportiva con un clarividente "hay partido" las marruller¨ªas del candidato para hacerse proclamar a la b¨²lgara. Ahora resulta que tampoco mand¨® decir a sus portavoces tanto oficiales como espont¨¢neos "si m¨¢s que Almunia, me presento; si menos, refreno mi desaforada ambici¨®n", y unos y otros se convencen de que el objetivo ahora es lograr que se olvide o se silencie lo que parec¨ªa un compromiso.
Ni los actuales dirigentes del Partido Socialista, ni el entorno de opini¨®n que jalea a unos contra otros, aunque siempre contra Zapatero, del que ahora que no manda se escriben ordinarieces para ocultar que no se hicieron cr¨ªticas cuando mandaba, parecen conscientes de la magnitud del problema que han creado. La izquierda puede convertirse en una fuerza residual en Espa?a; habr¨¢ quien se regocije, pero habr¨¢ tambi¨¦n quien se pregunte, m¨¢s all¨¢ de sus estrictas preferencias, qu¨¦ es lo que suele suceder cuando fracasa la posibilidad de la alternancia en medio de una tormenta econ¨®mica casi perfecta. Y la respuesta no es un circo, no; es una pesadilla.
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