Puntualizaci¨®n de P¨¦rez Rubalcaba a Ridao
Entre la opini¨®n y el insulto hay una l¨ªnea que un medio de comunicaci¨®n serio nunca deber¨ªa traspasar. Lamentablemente, el art¨ªculo La crisis, compa?eros, firmado por Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao, lo hace. Por supuesto, respeto profundamente la expresi¨®n de opiniones ajenas, y espero que se me crea si digo que tras bastantes a?os en la vida p¨²blica, s¨¦ encajar una cr¨ªtica negativa. Faltar¨ªa m¨¢s. A lo que no acabo de acostumbrarme, debo reconocerlo, es al ataque personal, y mucho menos al insulto y a las mentiras. Pero cuando esos ataques aparecen publicados en un diario que siempre he tenido como referencia del buen periodismo, se me hacen simplemente inadmisibles.
Un principio insoslayable de la profesi¨®n period¨ªstica, aunque se ejercite en el ¨¢mbito de la opini¨®n, es apoyar las afirmaciones con datos, especialmente cuando esas afirmaciones comprometen la honorabilidad de una persona. Nada de eso hace el se?or Ridao en su art¨ªculo, en el que las acusaciones ad hominem se suceden sin que en ning¨²n momento su autor se tome la molestia de explicar en qu¨¦ se basa para formularlas.
No me refiero a afirmaciones como la que hace sobre mi propuesta para financiar parcialmente el d¨¦ficit de la sanidad p¨²blica con subidas del alcohol y del tabaco, donde omite que de lo que se trata es de financiar solo eso, el d¨¦ficit, y de hacerlo, adem¨¢s, de manera parcial. Sin duda es una manipulaci¨®n, pero cualquier lector puede comprobar que lo es.
Otra cosa bien diferente es adentrarse en el territorio de las ofensas. Decir de alguien que se dedica a "hacer el fino trabajo jesu¨ªtico de la insidia", adem¨¢s de un t¨®pico engolado, es una acusaci¨®n que se convierte en insulto si quien la lanza no da m¨¢s explicaciones. Y otro tanto sucede cuando se habla de "marruller¨ªas", sin tomarse la molestia de aclarar en qu¨¦ pudieron consistir. Atribuirle a alguien una frase como "... si menos, refreno mi desaforada ambici¨®n", no es solo un ejercicio de irresponsabilidad y de mentira, pues jam¨¢s he pronunciado tal frase; adem¨¢s es, simplemente, incre¨ªble pues es dif¨ªcil imaginar a nadie diciendo eso de s¨ª mismo.
Desde hace un tiempo algunos medios de comunicaci¨®n espa?oles han amparado con entusiasmo la pr¨¢ctica de la descalificaci¨®n personal y el insulto. Por fortuna, EL PA?S ha permanecido al margen de esa deriva t¨®xica, y estoy convencido de que el art¨ªculo que ha motivado esta carta es solo una excepci¨®n.
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