?Sanciones con trampa?
Buena se?al: el rigor solo se cuantifica en v¨ªsperas de los grandes avances - La dureza con los incumplidores de Maastricht no se aplic¨® a Francia y Alemania
Las nuevas sanciones "autom¨¢ticas" a los incumplidores de los criterios de convergencia (d¨¦ficit m¨¢ximo del 3% del PIB; deuda m¨¢xima del 60%) que sugieren, sin detalle, la canciller Merkel y el presidente Sarkozy, entra?an una gran esperanza: la de que nos acercamos, finalmente, a emprender un gran paso adelante en la uni¨®n econ¨®mica, que desborde la simple unificaci¨®n monetaria.
?Optimismo? Simple memoria de lo que ha sucedido. Los techos de deuda y d¨¦ficit se incorporaron al borrador del Tratado de Maastricht, cuando ya su negociaci¨®n hab¨ªa avanzado mucho a lo largo de 1991. La tecnoestructura del poder alem¨¢n (Bundesbank y alta administraci¨®n econ¨®mica) se crey¨® que pod¨ªa tumbar la cruzada del canciller Helmut Kohl para la nueva moneda, cuando esa era la contrapartida a la aceptaci¨®n por los dem¨¢s de la unificaci¨®n monetaria alemana, y de la reunificaci¨®n como tal. Tard¨® en reaccionar, pero pudo incluir normas num¨¦ricas para imponer cierta ortodoxia presupuestaria. Lleg¨® en el pen¨²ltimo minuto.
Par¨ªs y Berl¨ªn han sido malos alumnos 14 veces; Espa?a, solo 4
La historia se repiti¨® m¨¢s tarde. En 1996 empez¨® a fraguarse el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que preve¨ªa imponer sanciones econ¨®micas a los malgastadores que incumpl¨ªan los criterios de Maastricht: reprimendas p¨²blicas, dep¨®sitos en met¨¢lico y multas. Fue entonces y no antes, porque esa misma tecnoestructura, tambi¨¦n con retraso, empez¨® a percatarse de que el camino a la moneda ¨²nica era irreversible para finales de 1999, solo cuando la cumbre de Madrid que la bautiz¨® como "euro", as¨ª lo ratific¨® en diciembre de 1995, detalla Ulrike Gu¨¦rot (L'Europe tragique et magnifique, Notre Europe, Saint Simon, Par¨ªs, 2006).
Desde principios de siglo, todos los socios (savo Luxemburgo Finlandia y Estonia) han infringido los l¨ªmites de deuda y d¨¦ficit: Alemania y Francia, en 14 ocasiones; Espa?a, cuatro veces. Los mismos Estados -cuentan los Estados, no sus Gobiernos- que m¨¢s rigor propugnan ahora, figuran entre los m¨¢s incumplidores. Francia no ha tenido un presupuesto equilibrado (a diferencia de Espa?a) ?desde 1974!, como Sarkozy acaba de reconocer, de tapadillo, en su discurso de Toulon. Francia y Alemania no solo incumplieron, sino que estuvieron a punto de ser castigados por la Comisi¨®n en 2003, pero movilizaron a los otros Gobiernos para neutralizarla.
El Tribunal de Luxemburgo, al que ahora reclaman como ¨¢rbitro que dictamine (sic) si las futuras reformas constitucionales son o no contundentes, sentenci¨® que la decisi¨®n del Consejo doblegada a sus designios nacionalistas estaba "viciada de ilegalidad" y no fue adoptada "siguiendo las normas de voto previstas" (C-27, 13 de julio de 2004). Hubo, pues, trampa.
Francia y Alemania lograron luego, en 2005, un nuevo texto del PEC que les beneficiaba, con factores correctivos de sus d¨¦ficits, inventados ad hoc. Esc¨¢ndalo, esa suavizaci¨®n particularista y asim¨¦trica no ha sido corregida.
En el nuevo reglamento del PEC, recientemente aprobado (COM[2010]522final) se endurecen las sanciones. Sobre todo, al crear la "mayor¨ªa inversa": la sanci¨®n de la Comisi¨®n no necesita mayor¨ªa a favor. Se aplica si no hay mayor¨ªa en contra. Detalle procesal clave: es semiautom¨¢tica. Pero lo es porque fue el Parlamento el que salv¨® la norma, pues el Consejo la hab¨ªa tumbado... por influencia de Francia. Que ahora, ?oh coherencia!, se pretende campeona de un nuevo rigor, esta vez s¨ª, autom¨¢tico.
Bravo por el automatismo, a cargo adem¨¢s de una instituci¨®n muy comunitaria, y no intergubernamental. Porque es el ¨²nico mecanismo susceptible de dotar de credibilidad a las sanciones. ?Cree alguien que de no ser autom¨¢ticas, alguna otra autoridad se atrever¨ªa jam¨¢s a aplicarlas a los mandamases del club, Francia y Alemania, como ya intent¨® el comisario Pedro Solbes y la Comisi¨®n en 2003?
Ahora bien, la explicaci¨®n sobre las sanciones ofrecidas por la pareja en el El¨ªseo ha sido sospechosamente somera. Omitieron (?hasta la cumbre?) su idea de a?adir a las multas actuales la cancelaci¨®n de las transferencias de fondos estructurales y de cohesi¨®n del presupuesto comunitario a los incumplidores.
Algo que ser¨ªa incluso aceptable si se garantizase la universalidad de la norma sancionadora: sin importar qui¨¦n resultase penado. Y si se ampliase el exiguo paquete de solidaridad hacia los pa¨ªses perif¨¦ricos atribulados por la crisis de la deuda soberana, y de articulaci¨®n de la uni¨®n econ¨®mica: un verdadero fondo de rescate; un verdadero intervencionismo del BCE; una verdadera deuda europea, un verdadero y suficiente presupuesto.
Tambi¨¦n es sospechoso el silencio sobre nuevas sanciones pol¨ªticas, como la privaci¨®n del derecho al voto a un Estado miembro, que tanto propala el presidente Herman van Rompuy. Y que ser¨ªa tan inaceptable en una Uni¨®n necesitada de m¨¢s, y no de menos, democracia.
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