Austeridad y 'grandeur'
Por definici¨®n, todo acuerdo europeo es un acuerdo incompleto y representa un compromiso entre posiciones aparentemente irreconciliables. No es una cr¨ªtica, sino una descripci¨®n. La experiencia nos ense?a que los Gobiernos europeos solo aceptan una mayor integraci¨®n en momentos de extrema necesidad y que en cada ocasi¨®n buscar¨¢n ceder el m¨ªnimo de soberan¨ªa posible para, precisamente, salvaguardar el m¨¢ximo de autonom¨ªa. De ah¨ª que el acuerdo alcanzado este lunes entre Merkel y Sarkozy sea un acuerdo incompleto y a la vez eficiente, al menos en el sentido de que sirve extremadamente bien a los intereses de las dos partes.
El acuerdo respeta las l¨ªneas rojas de los Gobiernos franc¨¦s y alem¨¢n. Merkel persegu¨ªa dos objetivos fundamentales: primero, imponer de forma efectiva e irreversible la austeridad fiscal a toda la zona euro, lo que solo puede ser logrado mediante un tratado que incluya un mecanismo muy estricto de sanciones a los incumplidores; segundo, evitar a cualquier precio los eurobonos, un rechazo que se explica precisamente porque Alemania est¨¢ convencida de que estos son contradictorios con el primer objetivo, ya que redistribuir¨ªan las culpas (esto es, las deudas, que en alem¨¢n es la misma palabra), debilitando las pol¨ªticas de austeridad y reformas. Si hay eurobonos, ha insinuado Merkel, ser¨¢ despu¨¦s de la crisis, una vez que los Estados hayan reducido y anclado sus deudas hasta niveles que garanticen su irreversibilidad.
El pacto entre Merkel y Sarkozy sirve a los intereses de ambos pa¨ªses
As¨ª pues, Merkel se lleva a casa su "uni¨®n de austeridad", plenamente compatible, adem¨¢s, con los l¨ªmites que le impone su Tribunal Constitucional y la opini¨®n p¨²blica alemana. Respecto a Sarkozy, el acuerdo es un delicado ejercicio de funambulismo pensando en su reelecci¨®n el a?o que viene. Francia, recordemos, no comparte en absoluto el fundamentalismo alem¨¢n en torno a la austeridad, la inflaci¨®n o el equilibrio presupuestario (de hecho, no ha conocido un super¨¢vit fiscal en d¨¦cadas). En coherencia con su estatismo y dirigismo, los Gobiernos franceses, incluso los conservadores, desconf¨ªan de los mercados; de hecho, Sarkozy ha dedicado una gran parte de sus mandatos (sin mucho ¨¦xito) a pensar en c¨®mo embridar y someter a los mercados. Ese dirigismo, combinado con la tradici¨®n gaullista, que busca preservar el m¨¢ximo de autonom¨ªa para Francia, es el que ha llevado a Sarkozy a decantarse por una reforma de los tratados europeos en la que se acepta a rajatabla la austeridad, el mal menor, pero, a cambio, se mantiene a los Estados al frente del proceso, v¨ªa el Consejo Europeo, constituido como Gobierno econ¨®mico de la zona euro. Una vez m¨¢s, como viene siendo tradici¨®n desde hace d¨¦cadas, Francia pierde la guerra, pero salva la honra y encima aparece como firmante de la victoria, que es en lo que en ¨²ltima instancia consiste ese arte llamado grandeur inventado por el general de Gaulle.
Como ocurriera a comienzos de los a?os noventa, cuando tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn se comenz¨® a negociar el Tratado de Maastricht, Francia se resiste a dar el salto hacia una verdadera uni¨®n pol¨ªtica de car¨¢cter federal. Entonces, con una Alemania entregada en agradecimiento por su reunificaci¨®n, Francia hubiera podido, con un poco de visi¨®n, lanzar un ¨®rdago y obtener de Alemania enormes concesiones. Pero no solo no lo hizo, sino que a punto estuvo, con la ajustad¨ªsima victoria del s¨ª en el refer¨¦ndum sobre Maastricht de 1992, de sacrificar incluso la uni¨®n monetaria. Y posteriormente, en 2005, el ya rotundo no de los franceses a la Constituci¨®n Europea dej¨® bien claro, y de forma muy sonora, que en Francia la integraci¨®n europea hab¨ªa tocado techo para siempre. As¨ª pues, aunque criticamos con frecuencia las resistencias de Merkel y de la opini¨®n p¨²blica alemana a la hora de ir hacia una mayor integraci¨®n, olvidamos que en este c¨ªrculo vicioso en el que estamos atrapados hay un segundo actor, Francia, cuya ¨¦lite y opini¨®n p¨²blica en absoluto est¨¢ por la labor de construir una Europa m¨¢s integrada si eso supone desviarse del ¨²nico modelo que est¨¢n dispuestos a aceptar: el intergubernamental.
El ¨¢rbitro ¨²ltimo de ese acuerdo es alguien que no estaba invitado a la cumbre del lunes pero que se ha convertido en el tercer elemento de este triunvirato que efectivamente gobierna Europa estos d¨ªas: Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo), que el pr¨®ximo lunes tendr¨¢ que decidir si con este acuerdo en la mano puede, uno, comprar deuda soberana en el mercado, y dos, seguir inyectando recursos a un sector bancario que est¨¢ completamente seco, desactivando as¨ª la amenaza de las agencias de calificaci¨®n de degradar toda la deuda de la zona euro y provocar una fusi¨®n en el n¨²cleo de la uni¨®n monetaria. No nos olvidemos de que en Europa mandan Merkel y Sarkozy, pero las decisiones las toman Draghi y los mercados.
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