El esp¨ªritu de la escalera
La primera vez que o¨ª decir que literatura y venganza se hallaban estrechamente relacionadas fue en Antibes, hace muchos a?os, en una taberna del viejo puerto. A altas horas de la noche, alguien compar¨® a la totalidad de la literatura con una "inmensa venganza del esprit de l'escalier". No entend¨ª nada, pero retuve con fuerza la extra?a comparaci¨®n y tambi¨¦n aquella enigm¨¢tica expresi¨®n francesa: "el esp¨ªritu de la escalera". Muchas veces, en la confianza de que un d¨ªa podr¨¦ descifrarlas, he memorizado frases que de entrada me parec¨ªan ininteligibles. El tiempo ha terminado siempre acudiendo en mi auxilio, aunque en el caso del "esp¨ªritu de la escalera" lo hizo con parsimonia, pues tuve que esperar d¨¦cadas. No volv¨ª a encontrarme con aquella misteriosa expresi¨®n hasta el a?o pasado en Bogot¨¢ cuando fui a ver qu¨¦ dec¨ªan C¨¦sar Aira y Juan Gabriel V¨¢squez en un coloquio titulado La venganza en la literatura. Habl¨® Aira all¨ª de pronto de l'esprit de l'escalier y explic¨® que para los franceses significaba encontrar demasiado tarde la r¨¦plica: pasar por ese momento en el que encuentras la respuesta, pero esta ya no te sirve, porque est¨¢s ya bajando la escalera y la r¨¦plica ingeniosa deber¨ªas haberla dado antes, cuando estabas arriba.
Muchas veces memorizo frases que me parecen ininteligibles como 'l'esprit de l'escalier'
De modo que escribir es vengarse cuando bajas la escalera, pens¨¦ all¨ª en Bogot¨¢ mientras me admiraba de c¨®mo aprendemos sobre la marcha y hacemos camino al andar y me acordaba de Samuel Butler que dec¨ªa que nuestras vidas se parecen a un solo de viol¨ªn que tenemos que interpretar en p¨²blico mientras aprendemos la t¨¦cnica del instrumento a medida que ejecutamos la pieza.
Nada tan cierto como que, hace un momento, he vuelto a encontrarme con esas palabras de Butler en La felicidad de los pececillos (Acantilado), del gran Simon Leys. Tras abordar la frase sobre el solo de viol¨ªn, Leys comenta que la vida nos somete a unos azarosos tests "en los que hemos de improvisar respuestas instant¨¢neas, pero el talento de la r¨¦plica no es dado a todo el mundo: unas veces respondemos algo que no tiene nada que ver, otras nos quedamos mudos" y cita a continuaci¨®n a Paul Val¨¦ry para decir que fue el primero en asociar la totalidad de la literatura a una "vasta venganza del esprit de l'escalier".
Realmente, la literatura parece una actividad en contacto con un material menos vivo que la vida y, adem¨¢s, tiene algo de inmensa conjunci¨®n de frustrados, todos con un retardado talento para la r¨¦plica. Por cierto, a¨²n me acuerdo de los d¨ªas en que persegu¨ª obsesivamente a un individuo para intentar recrear con ¨¦l una situaci¨®n ya vivida y poder as¨ª por fin -fracas¨¦ en mi intento- darle mi r¨¦plica a unas palabras que en su momento me hab¨ªan dejado mudo y humillado.
D¨ªas enteros bajando escaleras. Me doy cuenta de que, a la luz de aquel fren¨¦tico esp¨ªritu, puedo interpretar ahora desde un ¨¢ngulo in¨¦dito una vieja y apreciada lectura: Las preocupaciones del padre de familia, aquella narraci¨®n de Kafka que protagoniza Odradek, un artilugio en forma de huso, hecho de hilos viejos y rotos, inextricablemente entreverados (?la literatura antes de la era digital?), una criatura animada de la que se nos dice que est¨¢ "provista de vida eterna" y que vive siempre en la escalera que desciende cada d¨ªa el preocupado padre de familia. ?De vida eterna! Aunque parece vano cualquier intento de saber qui¨¦n es Odradek, se ha especulado tanto sobre ¨¦l que sorprende que a¨²n no haya reparado nadie en que ese engendro kafkiano que no es ni antropom¨®rfico ni zoom¨®rfico -ese objeto que es el m¨¢s objetivo de cuantos imagin¨® su autor y que es alguien o algo que asalta sin descanso la mente del padre de familia siempre que este baja la escalera- representa todas las r¨¦plicas del mundo y quiz¨¢s precisamente por eso, por su eterno y despiadado sentido de la venganza, es la literatura misma.
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Babelia
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