El necesario giro hacia la sociedad
La dura derrota sufrida por el PSOE el 20-N debiera obligar a ese partido a una reflexi¨®n tranquila y profunda a la vez, no ensimismada, abierta a la sociedad y sincera y radicalmente autocr¨ªtica, algo que parece dif¨ªcil dada la urgencia con que se ha convocado el congreso y el poco tiempo con que cuentan los militantes (con fiestas navide?as de por medio) para abordarla.
El debate, tal y como asoma a los medios de comunicaci¨®n, pone el nominalismo en primer plano. En segundo queda el, a mi juicio, desaf¨ªo prioritario, que no es otro que analizar los errores cometidos y dise?ar la pol¨ªtica que corresponde a una formaci¨®n socialdem¨®crata en el comienzo de la segunda d¨¦cada del siglo XXI, en plena era de la globalizaci¨®n y con una poderosa presi¨®n de los mercados para recortar y limitar derechos sociales, para desvirtuar la democracia y para poner la pol¨ªtica, en Europa y en Espa?a, al servicio de sus intereses.
El PSOE tiene una estructura sustentada en los cargos p¨²blicos y dirigida a su continuidad
El debate pol¨ªtico ha desaparecido. Lo importante es elegir cargos o candidatos
Es obvio que las decisiones gubernamentales de mayo de 2010, confrontadas con el programa sometido a las urnas dos a?os antes, produjeron una importante desafecci¨®n de los electores. Se a?ad¨ªan a una alta cota de desempleo y empeoraban la calidad de vida de amplios colectivos de ciudadanos de condici¨®n modesta mientras los responsables de la crisis "se iban de rositas". Ah¨ª est¨¢n la raz¨®n y el origen de la p¨¦rdida de m¨¢s de cuatro millones de votos y no en otro lugar: lo evidencia la importante fuga de sufragios hacia Izquierda Unida, hacia otros partidos minoritarios y hacia la abstenci¨®n. Si a ello a?adimos la reforma constitucional a contrarreloj y la incorporaci¨®n de Espa?a al escudo antimisiles cogiendo a contrapi¨¦ a gran parte de electorado progresista, las condiciones objetivas de la derrota estaban servidas.
Sin embargo, creo que hay otra raz¨®n de suma importancia que no se ha destacado lo suficiente: desde hace demasiado tiempo, el PSOE vive un proceso de alejamiento de los ciudadanos. Su estructura parece funcionar para s¨ª misma: el debate pol¨ªtico ha desaparecido o solo se activa cuando se trata de elegir candidatos u otro tipo de cargos, sus organizaciones de base son renuentes a la presencia ciudadana, y la capilaridad que caracteriz¨® a un partido que otrora estuvo cerca del concepto gramsciano de "partido-parte de la sociedad", con un alto grado de implicaci¨®n en ¨¦l del mundo de la cultura y de los ciudadanos activos en los m¨¢s diversos movimientos y plataformas, ha cedido casi todo el terreno a una estructura sustentada en los cargos p¨²blicos de distinto nivel y a una din¨¢mica dirigida a la continuidad de estos y no siempre a partir del doble principio del m¨¦rito y la capacidad. Y, como consecuencia de ello, con muy escasa credibilidad para conectar con una ciudadan¨ªa insatisfecha, cr¨ªtica con la "clase pol¨ªtica" por considerarla alejada de las condiciones de vida de la mayor¨ªa y poseedora de ciertos privilegios poco acordes con los sacrificios que, en ocasiones, se exigen al conjunto de los ciudadanos. No olvidemos que el electorado suele perdonar a la derecha lo que considera grave falta en quienes, como los socialistas, proclaman la austeridad, la m¨¢-xima exigencia ¨¦tica y la transparencia como se?as de identidad hist¨®ricas e irrenunciables. Ese factor, junto al elevado desempleo juvenil, no es ajeno a un fen¨®meno tan relevante como el 15-M ni a la decantaci¨®n hacia UPyD de una parte significativa del voto perdido.En consecuencia, el congreso deber¨ªa dar prevalencia al debate pol¨ªtico, a las decisiones sobre el proyecto y sobre el modelo de partido y, en funci¨®n de ello, situar la discusi¨®n nominalista, la elecci¨®n del secretario general. Es b¨¢sico, por tanto, que el PSOE defina un modelo europeo vinculado a la reforma y regulaci¨®n del sistema financiero, a una mayor unidad pol¨ªtica y econ¨®mica, a la defensa del Estado de bienestar y al crecimiento del PIB con equilibrio social y territorial, algo que debiera traducirse en mandato estrat¨¦gico a trasladar al partido de los socialistas europeos (por cierto, se ha echado de menos un encuentro o simposio al m¨¢ximo nivel para analizar la situaci¨®n que vive una UE que parece condenada sin remedio al discurso neoliberal y a la p¨®cima del recorte: ?se da por muerta la "Europa social" formulada por Jacques Delors?); que elabore una pol¨ªtica que fije la prioridad en el empleo y que limite el d¨¦ficit por la v¨ªa del incremento de los ingresos, de una fiscalidad potente y redistributiva y no de la reducci¨®n del gasto social o de inversiones. Y que defina una firme apuesta por s¨®lidas reformas democr¨¢ticas: transparencia, participaci¨®n, permeabilidad de las instituciones a las iniciativas ciudadanas incorporando mecanismos nuevos de control, vinculados a las redes sociales y a la nueva sociedad tecnol¨®gica, afirmaci¨®n del laicismo del Estado, revisi¨®n de la Ley Electoral y del papel del Senado, rigor y austeridad en las retribuciones de los cargos pol¨ªticos, limitaci¨®n real de mandatos y, en el plano interno, una revisi¨®n en profundidad de su estructura y funcionamiento para reforzar y dinamizar su relaci¨®n con la ciudadan¨ªa. ?Giro a la izquierda? No solo. Estar¨ªamos, sobre todo, hablando de giro hacia y con la sociedad.
Ante lo gigantesco de ese desaf¨ªo, no parece de lo m¨¢s oportuno hacer de las primarias el eje del debate congresual. ?Son la panacea, tal y como afirman algunos l¨ªderes de opini¨®n? No lo son, aunque s¨ª parecen ser el mecanismo m¨¢s adecuado para la elecci¨®n de candidatos a someter al voto ciudadano (desde alcaldes a presidente del Gobierno) siempre que se aborde una profunda correcci¨®n "a la francesa" porque tal y como est¨¢ regulado no hace sino reflejar las pugnas "de aparato" entre afiliados: el ejemplo m¨¢s reciente lo tenemos en Madrid, donde, tras las ¨²ltimas primarias se excluy¨® de las candidaturas a gran parte de las voces cr¨ªticas y se obtuvo el peor resultado regional y local de la historia del socialismo madrile?o. No creo, sin embargo, que las primarias sean el mejor sistema para la elecci¨®n del secretario general o de los equipos de direcci¨®n.
Sentadas esas premisas, ?qui¨¦n deber¨ªa liderar el proyecto que apruebe el congreso? A mi entender y partiendo de la irrenunciable oferta plural de aspirantes, el liderazgo deber¨ªa responder a una doble necesidad: de un lado, solvencia, solidez y rigor en el debate en el ¨¢mbito parlamentario; de otro renovaci¨®n y conexi¨®n con los sectores m¨¢s j¨®venes, innovadores y cr¨ªticos de la sociedad: todo ello, contando con una premisa: no existe una relaci¨®n mec¨¢nica entre esas cualidades y la supuesta juventud o madurez de quien las posee. La cortedad de miras, la visi¨®n burocr¨¢tica de la pol¨ªtica, su conversi¨®n en salida profesional, el autoritarismo (a veces lleno de apelaciones a la participaci¨®n de las bases) y la demagogia populista no tienen edad.
En resumen: proyecto estrat¨¦gico en el marco europeo, partido abierto a la sociedad y liderazgo capaz de lograr la empat¨ªa, el respaldo y el reconocimiento de esa mayor¨ªa social que los expertos sit¨²an en el espacio que va del centro progresista a la izquierda m¨¢s tradicional y, m¨¢s all¨¢, a los movimientos sociales alternativos. Ese es el desaf¨ªo. Un desaf¨ªo que bordea la refun-daci¨®n. Ponerle nombre y apellidos a quien haya de encabezarlo y gestionarlo ser¨ªa, a d¨ªa de hoy, situar el eje del debate en el lugar equivocado: aunque sea el que nuestro ecosistema medi¨¢tico persigue cada d¨ªa.
Manuel Rico es escritor y cr¨ªtico literario. Verano (Alianza, 2008) es su ¨²ltima novela.
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