Tom Wicker, un gran periodista
Era alto, fornido y con cara de ni?o. Su padre era conductor de trenes y Tom Wicker creci¨® en Carolina del Norte. Jam¨¢s perdi¨® el acento sure?o, l¨¢nguido a la vez que en¨¦rgico y rico en insinuaciones. Reportero del diario The New York Times, fue el periodista asignado al viaje del presidente John F. Kennedy a Dallas y, en consecuencia, testigo directo del asesinato del presidente. Wicker se apoder¨® de un tel¨¦fono p¨²blico para dar la noticia del crimen a partir de notas escritas con premura.
Pero el ascenso de Tom Wicker se debi¨® a otro tr¨¢gico acontecimiento: la rebeli¨®n de los prisioneros de la c¨¢rcel de Attica, Nueva York, en 1971. Unos 1.300 encarcelados se apoderaron de la prisi¨®n e invitaron a Wicker para que diera cuenta de los abusos, quejas y condiciones de la vida de los prisioneros. Wicker dej¨® constancia de entrar, en Attica, a "otro mundo, imponente en su extra?eza misma". Un retrato incomparable de un grupo de hombres "desesperados" capaces de manifestarse en un breve momento de inmerecida pero elocuente libertad, pronto reprimida por el gobernador Nelson Rockefeller al precio de cuarenta muertos por las armas del Ej¨¦rcito. Extra?a, extraordinaria manifestaci¨®n de rebeld¨ªa y libertad, represi¨®n y muerte, a la que Wicker dio una dimensi¨®n humana, contradictoria y tr¨¢gica.
El reportero y editorialista denunci¨® el mito de la objetividad informativa
Editorialista sagaz y duro, Wicker elogi¨® al presidente Lyndon B. Johnson por su promoci¨®n de los derechos civiles y lo conden¨® por escalar el injusto y tramposo conflicto de Vietnam. Acus¨® a Richard Nixon de bombardear en secreto a Camboya y de abrir el camino a un estado policial con los cr¨ªmenes de Watergate. Antes de renunciar, Nixon puso a Wicker en su "lista de enemigos", aunque a?os m¨¢s tarde, en Uno de nosotros (1991), Wicker escribiese una cr¨®nica m¨¢s amplia de la presidencia de Nixon, destacando la apertura a China y el fin de la discriminaci¨®n racial en las escuelas del sur, tierra del origen que Wicker jam¨¢s abandon¨®.
El t¨ªtulo era significativo: Uno de nosotros, implicando que Richard Nixon no era un extra?o al bien y al mal -la ¨¦tica- de Estados Unidos, sino un hombre eternamente insatisfecho que ascendi¨® mediante la mentira y la teatralidad p¨²blica y que, una vez instalado en el poder, no pudo abandonar los vicios y tretas de su carrera, sino potenciarlos al m¨¢ximo involucrando a la naci¨®n entera en el caso Watergate. Importante an¨¢lisis del poder corruptor que afecta, quien m¨¢s, quien menos, a todos los que lo tienen y lo abusan.
Wicker dej¨® tambi¨¦n retratos excepcionales y cr¨ªticos del presidente Gerald Ford (por continuar la guerra de Vietnam); de Jimmy Carter (por la crisis de los rehenes de Ir¨¢n); de Ronald Reagan (por el enga?o del caso Ir¨¢n-Contra) y de Bush padre (por la guerra del Golfo y el descuido de las pol¨ªticas de sanidad y educaci¨®n p¨²blicas). Las cr¨ªticas m¨¢s duras de Wicker se dirigieron, sin duda, al desafortunado vicepresidente Spiro Agnew, quien atac¨® a Wicker como un "irresponsable" mientras que el periodista mostraba al pol¨ªtico culpable de evasi¨®n de impuestos y de dar y recibir lo que en M¨¦xico llamamos mordidas.
Al recibir el doctorado de Harvard, Wicker propuso una pol¨ªtica de "desobediencia civil" para protestar contra la guerra de Vietnam y el objeto de su cr¨ªtica incluy¨® por igual a empresarios y l¨ªderes obreros, legisladores y racistas, televisi¨®n y prensa. Tanto como atac¨®, fue atacado, pero sus t¨ªtulos se sucedieron con la regularidad impl¨ªcita en la ¨¦tica de trabajo, el idealismo y el temperamento de Wicker. Kennedy sin l¨¢grimas: el hombre detr¨¢s del mito (1964). JFK y LBJ: personalidad y pol¨ªtica (1968). Uno de nosotros: Richard Nixon (1991). Eisenhower (2002). Bush padre (2004). El breve arco de Joe McCarthy (2006). Y, claro, su gran obra sobre la prensa de 1978, donde denunci¨® el mito de la objetividad informativa, evoca la dependencia informativa de fuentes oficiales y teme el sometimiento de la prensa a factores ajenos a la informaci¨®n.
Conoc¨ª a Tom Wicker cuando ambos, junto con la escultora Maya Angelu, recibimos doctorados de la Universidad de Chicago. Nuestra amistad creci¨® a lo largo del tiempo, amparada por la mujer de Wicker, Pam Hill, jefe de informaci¨®n de la emisora de televisi¨®n ABC. Juntos viajamos a la Baja California y la ciudad de M¨¦xico y nos vimos en Londres, Nueva York y al cabo en el retiro de los Wicker al fondo de un tupido bosque en Vermont, donde el periodista y gran amigo muri¨® el 25 de noviembre de 2011.
Carlos Fuentes es escritor.
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