Messi, el argentino diferente
Messi es el argentino distinto. Si un argentino es un italiano que habla la lengua de Castilla, Messi es de los argentinos que podr¨ªan ser ingleses u holandeses. Es dif¨ªcil delinear estos rasgos sin caer en los prejuicios o los clich¨¦s. Desde ese punto de vista, un argentino (o quiz¨¢s habr¨ªa que decir un porte?o) de caricatura es un tipo prepotente, malevo, llor¨®n, astuto, tramposo y grit¨®n. Se parece a cualquier personaje de la comedia italiana. Por ejemplo, a tantos caraduras como los que sol¨ªan interpretar Vittorio Gassman o Alberto Sordi.
En cambio, Messi es un argentino tranquilo, voluntarioso, comedido, silencioso y digno, humilde y sereno.
?Hay otros messis entre los argentinos? S¨ª, hay muchos. No s¨¦ si la mitad, pero desde luego muchos. No son genios del f¨²tbol, pero son artistas, deportistas u hombres de cualquier medio que practican la mesura y la discreci¨®n. Por ejemplo, el t¨¦cnico nacional, Alejandro Sabella; actores como Alfredo Alc¨®n, bailarines como Julio Bocca o pol¨ªticos como Hermes Binner.
En la selecci¨®n parece banal, ya que el f¨²tbol es un juego colectivo y ¨¦l est¨¢ tambi¨¦n compuesto por sus compa?eros
Cada vez habr¨¢ menos maradonas y m¨¢s messis porque los alevines que hoy descubre un ojeador de cracks son pulidos en f¨¢bricas como La Masia. Maradona, el salvaje, el loco, el imprevisible, ser¨ªa hoy resocializado. Ya no hay lugar para los locos. Es cierto que esta transformaci¨®n, la que va del futbolista en bruto al crack medi¨¢tico de hoy, no es nueva, pues ya Jorge Valdano, contempor¨¢neo de Maradona, se acerca, por su discreci¨®n, m¨¢s a Messi que a Maradona.
Barcelona y N¨¢poles son ciudades de gran cercan¨ªa geogr¨¢fica, pero de ¨ªndole bien distinta. La primera es ciudad del orden y la opulencia, de la armon¨ªa urbana. La segunda es ciudad de pasiones y desenfreno: bajo el desquiciado imperio berlusconiano, vive su total decadencia y yace aplastada por los detritus. Maradona, que fracas¨® en Barcelona, triunf¨® en N¨¢poles, donde es y ser¨¢ ¨ªdolo. Messi empez¨® a jugar en el Newell's Old Boys, club que fund¨® en 1903 el maestro ingl¨¦s Isaac Newell's, pero se convirti¨® en Messi en el F¨²tbol Club Barcelona, fundado por el suizo Hans Gamper en 1899.
Maradona vio la luz en el Policl¨ªnico Evita, de Lan¨²s, y se cri¨® en humilde barrio Fiorito. Estos lugares son el coraz¨®n de la inmensa red urbana porte?a que con diez millones de habitantes, muchos de ellos hacinados en barracas, asfixia la moderna Buenos Aires. En Fiorito, hasta el ¨²ltimo yuyo es peronista. Por eso, los Kirchner usaron a Maradona (con su activo consentimiento) en la frustrada aventura de hacer del f¨²tbol basti¨®n del clientelismo pol¨ªtico. Lo opuesto es la asepsia de Messi, que, protegido por la red institucional del Bar?a y la inteligencia de Guardiola, permanece ajeno a esos barros.
Las Heras, donde naci¨® Messi, est¨¢ muy lejos de Fiorito. Las Heras es un barrio de clase media al sur de Rosario. Ambas ciudades son muy distintas. Buenos Aires es el gigantesco Goliat tumultuoso e ingobernable. Rosario, ciudad crecida como quien no quiere la cosa a orillas del gran r¨ªo Paran¨¢, es m¨¢s apacible. Rosario, por no tener, no tiene ni siquiera fundador, cosa que la hace ¨²nica entre las ciudades de la Am¨¦rica espa?ola, que guardan con celo su escena primigenia: el conquistador plantando la cruz y cruz¨¢ndola con su espada. Rosario fue haci¨¦ndose sola a partir de un puerto de paso, usado por cargueros que ven¨ªan Paran¨¢ abajo en busca del r¨ªo de la Plata y la salida al mar. Esa modestia urbana ha tenido su expresi¨®n pol¨ªtica: Rosario es gobernada hace muchos a?os por alcaldes socialistas, sin que el peronismo extravertido y confuso pueda entrar a ese feudo.
Rosario tiene mucho que ver con el f¨²tbol que corre por las venas de Lionel Messi. Porque, al margen de la identidad pol¨ªtica de la ciudad, hay una identidad futbolera en Rosario, dividida en dos familias gen¨¦ticas irreductibles, montescos y capuletos: los leprosos del Newell's Old Boys (entre los que se contaba el ni?o Messi) y los canallas del Rosario Central. Pero unos y otros cultivan una estirpe exquisita, simbolizada en estetas del bal¨®n como C¨¦sar Luis Menotti o Santiago Segura.
Barcelona era la ciudad para Messi y el Bar?a su club. El F¨²tbol Club Barcelona es una instituci¨®n tan grande que casi parece un Estado en s¨ª misma. Si as¨ª fuera, se parecer¨ªa m¨¢s a un cant¨®n suizo que a una rep¨²blica bananera. La Masia es la marca de algo que es mes que un club. La Barcelona del Bar?a es la quintaesencia del seny (la cordura), aunque en el campo de juego Messi nos muestra la contracara del seny, la rauxa (arrebato).
Algunos hinchas argentinos se resisten a Messi. Expresan el salvajismo que impera en el mundo del f¨²tbol argentino, que es territorio de corrupci¨®n y violencia. En los ¨²ltimos a?os, en las canchas de f¨²tbol, han muerto trescientos argentinos en feroces peleas o abatidos a balazos. Para estos energ¨²menos que han degradado al f¨²tbol en escenario de guerras gansteriles, Messi es un pecho fr¨ªo. "No siente la camiseta", dicen los desaforados. La casa de los Messi en Rosario fue atacada a balazos. Pintadas agraviantes contra Lionel se han visto en muros argentinos. Sucede que en la selecci¨®n Messi parece un jugador banal, ya que el f¨²tbol es un juego colectivo y Messi est¨¢ tambi¨¦n compuesto por sus compa?eros, como un ser humano est¨¢ conformado por huesos y m¨²sculos, por materia y esp¨ªritu. ?Podr¨¢ Sabella ser el Guardiola de Messi?
"Cara sucia, cara sucia, cara sucia / te viniste con la cara sin lavar", dice un tango de Canaro. El apelativo, cara sucia, fue mucho tiempo el blas¨®n de un tipo de jugador ind¨®cil pero iluminado del que el f¨²tbol argentino hizo mito. Ahora Messi ha mostrado que se puede ir con la cara limpia sin mengua del genio. "Todo lo que s¨¦ sobre moral lo aprend¨ª jugando al f¨²tbol", dec¨ªa Albert Camus. Desde ese punto de vista, los argentinos nunca le agradeceremos bastante lo que est¨¢ haciendo Messi por nosotros.
?lvaro Ab¨®s es escritor argentino.
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