Mayor Oreja y Eguiguren
Dentro del campo constitucionalista, Mayor Oreja y Eguiguren representan las dos posiciones extremas respecto a la negociaci¨®n con ETA. Lo primero que hizo el exministro nada m¨¢s ser nombrado fue romper todas las v¨ªas de contacto establecidas en el periodo anterior; el presidente del PSE, por su parte, fue un te¨®rico del pactismo vasco (tema al que ha dedicado cuatro libros) antes de practicarlo con Otegi. Y ambos han estado en el candelero la semana pasada por declaraciones relacionadas con el abandono de las armas por parte de ETA.
Mayor ha alertado, frente a los que "est¨¢n muy contentos diciendo que ETA no mata", de que, a cambio, la banda "puede alcanzar el poder" tras las auton¨®micas, con Otegi de lehendakari. La acusaci¨®n es que la participaci¨®n electoral de Bildu y Amaiur fue el precio negociado por el Gobierno a cambio del comunicado. Pero si la izquierda abertzale gobierna alg¨²n d¨ªa ser¨¢ porque ha ganado las elecciones, y eso es algo que ya no se puede evitar ilegalizando las formaciones en las que se presente. Pudo haberse hecho en su momento, con el argumento, defendible politica y jur¨ªdicamente, de que, por mucho que dijeran sus estatutos, mientras ETA estuviera en activo, su brazo pol¨ªtico no pod¨ªa ser legal.
El cese de la violencia de ETA fue unilateral pero, si nos empe?amos, se convencer¨¢n de que fue un pacto y se les debe algo
Pero lo que ha ocurrido es que ETA ha decidido abandonar la estrategia terrorista. Lo que ten¨ªa que haber hecho antes de la legalizaci¨®n de Bildu, lo ha hecho despu¨¦s; pero lo ha hecho: ha cumplido la condici¨®n ¨²ltima exigible para que la izquierda abertzale pueda participar en las elecciones. Se puede lamentar que el Constitucional no fuera m¨¢s exigente, pero no dar marcha atr¨¢s en la legalizaci¨®n una vez que ETA ha renunciado, que era el objetivo de la pol¨ªtica antiterrorista.
Es cierto que la opini¨®n p¨²blica desconf¨ªa, como demuestra la encuesta del CIS; pero esa desconfianza no depende de que el fin de ETA se haya formulado como cese de la violencia y no como disoluci¨®n. Hay que seguir exigiendo esto ¨²ltimo, pero nunca podr¨¢ haber garant¨ªa absoluta de que no vuelvan. La mejor cauci¨®n de que no ocurra es que a quien m¨¢s perjudicar¨ªa es a la izquierda abertzale.
Un Gobierno presidido por Otegi ser¨ªa ciertamente inquietante: el abandono de la violencia no significa por ahora la renuncia a la intolerancia que les lleva a negarse a renunciar a su pasado de complicidad con el terror y a mantener actitudes impositivas: siguen planteando que la "soluci¨®n definitiva" pasa por una negociaci¨®n pol¨ªtica que alcance un "consenso sobre la formulaci¨®n del reconocimiento de Euskal Herria y su derecho a decidir" (Comunicado de ETA. 11-1-11). Como si la integraci¨®n de Navarra o el derecho unilateral a la separaci¨®n fueran evidencias compartidas y no una opci¨®n de parte. Pero esas ideas no pueden derrotarse prohibi¨¦ndolas, sino refut¨¢ndolas con mejores argumentos.
Eguiguren ha sido estos d¨ªas el centro de una confusa controversia a cuenta de unas declaraciones suyas en las que habr¨ªa manifestado (ha dicho que se le malinterpret¨®) estar convencido de que el Gobierno estaba hablando con ETA y que la Declaraci¨®n de la Conferencia de San Sebasti¨¢n que precedi¨® al comunicado de ETA hab¨ªa sido pactada entre la izquierda abertzale y el Gobierno.
No es un tema para especulaciones, por lo que hubiera sido deseable mayor precisi¨®n o silencio. La declaraci¨®n de San Sebasti¨¢n inclu¨ªa, junto a la petici¨®n de cese definitivo de ETA, la recomendaci¨®n de que los Gobiernos de Espa?a y Francia negociasen con ella sobre las "consecuencias del conflicto". La propia ETA ha precisado (en la entrevista aparecida en Gara) que esa expresi¨®n significa negociar, a cambio de la inutilizaci¨®n de las armas, la liberaci¨®n de los presos y la "desmilitarizaci¨®n de Euskal Herr¨ªa", que implica la retirada del Pa¨ªs Vasco de las fuerzas de seguridad.
Todo esto es bastante absurdo. Una cosa es no oponerse a la celebraci¨®n de la Conferencia a fin de facilitar la renuncia de ETA, y otra suponer que un Gobierno democr¨¢tico pueda quedar comprometido por las recomendaciones aprobadas en la de San Sebasti¨¢n, entre las que tambi¨¦n figuraba una referencia oblicua a la mesa de partidos en que se discutan "cuestiones pol¨ªticas" a fin de alcanzar "una paz duradera".
Esas pretensiones provocaron la decepci¨®n de Eguiguren, que las consider¨®, a la salida de la Conferencia, propias de un pasado ya superado. Fue el presidente del PSE quien dijo en su momento que hab¨ªa llegado a la conclusi¨®n de que para ETA y la izquierda abertzale "era m¨¢s f¨¢cil renunciar a la lucha armada a cambio de nada que a cambio de contrapartidas pol¨ªticas", porque nunca podr¨ªa darles el Gobierno "lo que se considerasen obligados a pedir, ni ellos a aceptar lo que les pudiera ofrecer el Gobierno". El cese de ETA fue unilateral, ante la "cerraz¨®n de los Estados" (Gara, 11-11-11), es decir, ante la negativa a la negociaci¨®n pol¨ªtica tras el cambio de estrategia antiterrorista en 2007. Pero si nos empe?amos, acabaremos convenci¨¦ndoles de que no lo fue y de que tienen derecho a reclamar compensaciones pol¨ªticas.
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