La lengua es un don de los dioses
Cuenta la leyenda que el d¨ªa en que la sueca Greta Garbo hizo su prueba de voz ante el micr¨®fono en un plat¨® de la Metro-Goldwyn-Mayer, las paredes del estudio temblaron. No era para menos, pues la actriz sueca supon¨ªa el mayor capital estelar en el vedetariato de la productora. Garbo llevaba varios a?os en Hollywood y su ingl¨¦s era correcto. Pese a ello, por precauci¨®n, en su primera pel¨ªcula sonora, Anna Christie (1930), seg¨²n el drama de O'Neill, se la protegi¨® haci¨¦ndole interpretar a una prostituta extranjera. No tuvo la misma suerte su amante John Gilbert, nativo americano, pero cuya voz de pito clausur¨® su carrera de gal¨¢n rom¨¢ntico a inicios del sonoro.
El paso del mudo al sonoro supuso una transici¨®n traum¨¢tica para la industria, no solo por el nuevo y caro equipamiento t¨¦cnico de los estudios y de las salas de proyecci¨®n. Hollywood contrat¨® a decenas de actores franceses, espa?oles, alemanes e italianos para hacer dobles versiones ling¨¹¨ªsticas en 14 idiomas para los diferentes mercados. El experimento result¨® un verdadero desastre. La cuota espa?ola era la m¨¢s numerosa, por la vastedad del mercado, pero el p¨²blico no soport¨® la mezcla en un filme de acentos argentino, cubano y cordob¨¦s. Pero algunos int¨¦rpretes extranjeros consiguieron reciclarse y se convirtieron en actores americanos, como el franc¨¦s Charles Boyer, que supo utilizar a favor suyo, cuando convino, un elegante deje parisino. Y tambi¨¦n el alem¨¢n Peter Lorre se acomod¨® a su nueva lengua. De los espa?oles, pocos sobrevivieron en Hollywood, pero quienes llevaban ya tiempo en el pa¨ªs -el madrile?o Antonio Moreno (fue pareja de Greta Garbo en varios filmes), el mallorqu¨ªn Fortunio Bonanova o el catal¨¢n Xavier Cugat- consiguieron arraigo profesional, mientras la donostiarra Conchita Montenegro trabaj¨® en espa?ol, ingl¨¦s y franc¨¦s.
El paso del mudo al sonoro supuso una transici¨®n traum¨¢tica
Pero la gran tragedia afect¨® sobre todo a los numerosos int¨¦rpretes alemanes y suecos que Hollywood hab¨ªa arrebatado a Berl¨ªn o Estocolmo con su chequera. El caso tal vez m¨¢s estridente fue el del prestigioso actor alem¨¢n Emil Jannings, que en La ¨²ltima orden (The last command, 1927) interpret¨® a un general zarista convertido en un extra de Hollywood, pero que a causa de su acento dos a?os despu¨¦s tuvo que regresar a Berl¨ªn, para emerger gloriosamente junto a Marlene Dietrich en El ¨¢ngel azul (1930). Su compatriota Camille Horn, admirada en el Fausto (1926) de Murnau, despu¨¦s de actuar en varios largometrajes estadounidenses en alem¨¢n regres¨® a Berl¨ªn por su incompetencia ling¨¹¨ªstica. Los suecos Lars Hanson, compa?ero de varios films de la Garbo, y Nils Asther -que sigui¨® un curso intensivo de ingl¨¦s- tuvieron que regresar tambi¨¦n a Europa. La polaca Pola Negri (Apolonia Chalupiek), que coleccionaba amantes arist¨®cratas y se cas¨® con el pr¨ªncipe Mdvani, prosigui¨® una carrera errante en Francia, Austria y Alemania, haciendo casi siempre papeles de extranjera. Mientras, la h¨²ngara Lya de Putti, que trabaj¨® a las ¨®rdenes de genios como Murnau y Griffith, fracasada, se suicid¨® a principios del cine sonoro. La lengua, es sabido, es un don de los dioses.
Babelia
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