Sin palabras
Productores, jefes de marketing y esp¨ªritus creativos desgastan sus neuronas intentando averiguar c¨®mo se puede mantener la clientela de las salas oscuras. Hacen remakes de pel¨ªculas que conven¨ªa dejarlas como estaban, utilizan el 3D hasta en la sopa, rutinariamente, con la avidez de vender entradas m¨¢s caras a cambio de ofrecer el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, le ofrecen protagonismo exclusivo a los efectos especiales, creen que algo debe cambiar pero no tienen muy claro qu¨¦.
Pero, como en los cuentos de hadas, ¨¦rase una vez en la que un productor llamado Thomas Langmann financi¨® un proyecto con apariencia suicida, una pel¨ªcula muda y en blanco y negro. Ocurri¨® al final de la primera d¨¦cada del tercer milenio, cuando ninguna televisi¨®n exhib¨ªa cine en blanco y negro en la certidumbre de que no las ver¨ªa ni Dios, cuando casi todos los ni?os ignoraban que hab¨ªan existido dos maravillosos hacedores de risa e incluso de l¨¢grimas (lo segundo solo en el caso de Chaplin, la po¨¦tica de Keaton no se permit¨ªa el sentimentalismo), cuando los agoreros o el realismo aseguraban que iban a desaparecer cosas, rituales y costumbres que hab¨ªan donado entretenimiento, alegr¨ªa, emoci¨®n, consuelo y felicidad a la gente de cualquier parte. Se titulaba The artist y la pari¨® Michel Hazanavicius, un so?ador dotado de fe inquebrantable en su criatura. Y cuentan las cr¨®nicas que esa pel¨ªcula presuntamente descabellada enamor¨® a un p¨²blico numeroso, le concedieron oscars y multitud de premios e incluso esos seres tan raros cuyo ex¨®tico trabajo consist¨ªa en hacer cr¨ªticas de cine le concedieron su solemne bendici¨®n. Y si todas esas apetecibles y l¨®gicas cosas no hubieran ocurrido con The artist, dar¨ªa igual. Nadie podr¨ªa despojarla de su condici¨®n natural de joyita, o de joya a secas.
THE ARTIST
Direcci¨®n: Michel Hazanavicius.
Int¨¦rpretes: Jean Dujardin, B¨¦r¨¦nice Bejo, John Goodman.
G¨¦nero: comedia. Francia, 2011. Duraci¨®n: 100 minutos.
Todo fluye con inteligencia, gracia y sentimiento en 'The artist'; una joya
La historia que narra esta admirable pel¨ªcula se ha contado muchas veces (no solo los cin¨¦filos recuerdan lo que ocurr¨ªa entre James Mason y Judy Garland en Ha nacido una estrella, tambi¨¦n est¨¢ el recuerdo agradecido del gran p¨²blico), pero el talento de Hazanavicius logra que suene a algo nuevo, o que no te importe que te la vuelvan a contar. Sigue las reglas cl¨¢sicas que marcaron una ¨¦poca en la que el cine no hab¨ªa perdido la inocencia, incluida la milagrosa salvaci¨®n en el ¨²ltimo momento. Algunos listorros deducir¨¢n que se sab¨ªan esta pel¨ªcula de principio a fin y que dado el infinito valor del tiempo no tiene sentido desperdiciarlo. All¨¢ ellos.
Sin el menor rasgo de impostura, sin juguetear fr¨ªvolamente con la nostalgia, sin estomagantes moderneces, Hazanavicius construye una tragedia que comenz¨® con risas. Habla de un rey del cine mudo, vitalista, generoso, elegante, seductor sin esfuerzo, con la seguridad tranquila del que ha vivido largamente los d¨ªas de vino y rosas, que no ha previsto el ocaso, lo inadecuado de su personalidad para seguir triunfando cuando el cine empieza a hablar, cuando lo que antes era esplendoroso ahora resulta anacr¨®nico o rid¨ªculo. Este hombre acorralado, que como aquel personaje de Fitzgerald ya puede hablar con la autoridad que le otorga el fracaso, que cree haberlo perdido todo, que intenta mantener la dignidad en medio de alcohol amargo y la ruina, a¨²n dispondr¨¢ de la ¨²ltima oportunidad, otorgada por una triunfadora enamorada, por alguien con memoria y coraz¨®n que se ha adaptado brillantemente a los c¨®digos del nuevo mundo.
Todo fluye con inteligencia, gracia y sentimiento en The artist. Incluida una secuencia tremenda e inolvidable en la que el protagonista empieza a ser consciente de los sonidos de la realidad y de c¨®mo afectar¨¢n al cine. Dispone del espl¨¦ndido actor Jean Dujardin y de la seductora y radiante actriz B¨¦r¨¦nice Bejo, acompa?ados de secundarios magistrales como John Goodman y James Cromwell. Y todos los espectadores con cerebro y coraz¨®n en un determinado momento nos ponemos a bailar claqu¨¦ aunque no sepamos. Y aplaudimos. Y salimos del cine con una sonrisa duradera y el alma gozosa.
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