El hechizo del fotolibro
Asistimos a un boom del libro fotogr¨¢fico. Se multiplican las colecciones y las librer¨ªas especializadas, se organizan festivales internacionales monogr¨¢ficos y hasta acaba de aparecer, aprovechando la reciente edici¨®n de Paris Photo, una revista profesional exclusivamente consagrada al libro fotogr¨¢fico, The Photobook Review, que publicar¨¢ con periodicidad bianual la Fundaci¨®n Aperture de Nueva York. Y todo esto sucede mientras malos farios vaticinan a la vez el fin del papel impreso y la muerte de la fotograf¨ªa. Es evidente que los or¨¢culos est¨¢n para equivocarse.
El inicio de este apabullante inter¨¦s tanto de parte del p¨²blico como del mundo acad¨¦mico nos pilla cerca ya que cabe situarlo en la muestra Fotograf¨ªa p¨²blica. Photography in Print 1919-1939, que Horacio Fern¨¢ndez comisari¨® para el Reina Sof¨ªa y cuyo magn¨ªfico cat¨¢logo propag¨® la conveniencia de una relectura de la historia de la fotograf¨ªa a la luz de la p¨¢gina impresa y no de la imagen colgada. Muy poco despu¨¦s similares iniciativas y publicaciones siguieron la estela. En 2001 Andrew Roth daba a conocer la primera gran antolog¨ªa de libros fotogr¨¢ficos, The Book of 101 Books, que ampliar¨ªa ambiciosamente en 2004 con The Open Book. A history of the photographic book from 1878 to the present. Pero sin duda han sido los dos vol¨²menes de The Photobook: A History (2004 y 2006), de Martin Parr y Gerry Badger, los que han terminado convirti¨¦ndose en la m¨¢s respetada referencia para el sector. Y una vez sentado ese marco can¨®nico global ha llegado la hora de hurgar en la producci¨®n de periodos o ¨¢mbitos geogr¨¢ficos m¨¢s localizados.
Muy pocas fotograf¨ªas han sido realizadas para ser expuestas en galer¨ªas y museos y en cierta medida su museizaci¨®n constituye un acto a contranatura
Todos estos estudios parten de un id¨¦ntico cuestionamiento: ha sido a trav¨¦s de libros y cat¨¢logos que la obra de los fot¨®grafos se ha difundido y ha alcanzado repercusi¨®n e influencia. El acceso a los tirajes originales ha sido siempre restringido y relativamente minoritario (excepci¨®n hecha de la popular exposici¨®n The Family of Man, que en su itinerancia mundial recibi¨® m¨¢s de nueve millones de visitantes y del cat¨¢logo "s¨®lo" se vendieron cuatro millones de ejemplares). A pesar de ello la versi¨®n de la fotograf¨ªa que se nos ha ofrecido com¨²nmente sigue privilegiando la presentaci¨®n de fotograf¨ªas originales como objetos en los que se deposita el aura de la obra de creaci¨®n. Este criterio no es s¨®lo limitado sino a menudo err¨®neo, consecuencia a la par de mucha pereza intelectual y de los intereses del mercado. Muy pocas fotograf¨ªas han sido realizadas para ser expuestas en galer¨ªas y museos, y en cierta medida su museizaci¨®n constituye un acto a contra natura de las intenciones de su autor. Aunque los primeros libros fotogr¨¢ficos aparecieron apenas cinco a?os despu¨¦s del anuncio oficial del arte de la luz, el fotolibro como g¨¦nero se consolid¨® con las vanguardias hist¨®ricas y las nuevas ideas sobre la obra de arte en la era de la reproductibilidad t¨¦cnica. Es a partir de ese momento que lo mejor de la creatividad fotogr¨¢fica se encauzar¨¢ hacia las artes del libro, el cartelismo y las revistas ilustradas.
A diferencia del ¨¢lbum o del cat¨¢logo, el libro ya no se entiende como simple soporte de unas obras sino que devendr¨¢ obra en s¨ª misma. Una obra coral en la que interviene el dise?o, el grafismo y la tipograf¨ªa, la secuencia de las im¨¢genes, la maqueta, el texto, es decir, una conjunci¨®n de cualidades de concepto y de objeto. Entonces, en libros milim¨¦tricamente concebidos como una obra compacta, para entendernos como los de William Klein o Daido Moriyama, ?tiene sentido desgajar una imagen suelta y presentarla en la colecci¨®n de un museo? Pues esta descontextualizaci¨®n -por no llamarlo mutilaci¨®n- ha tenido lugar con la plena aquiescencia de todo el estamento art¨ªstico. Pocos autores han tenido la gallard¨ªa de John Gossage cuando rechaz¨® la oferta del flamante galerista neoyorquino Leo Castelli de exponer las fotograf¨ªas contenidas en su libro The Pond (1985); Gossage adujo que no tendr¨ªa sentido vender las im¨¢genes separadamente porque la obra era el libro como tal. El cr¨ªtico holand¨¦s Ralph Prins lo razonaba: "El fotolibro es una forma de arte aut¨®noma, comparable a una escultura, una obra de teatro o una pel¨ªcula. En ¨¦l las fotograf¨ªas pierden su propio car¨¢cter como mensajes por ellos mismos y se convierten en los componentes, expresados en tinta de imprenta, de una creaci¨®n compleja llamada libro". Si la fotograf¨ªa es b¨¢sicamente huella y descripci¨®n, el libro le permite desplegar toda su sintaxis.
Esta actual atenci¨®n al fotolibro reorienta pues los criterios de historiadores, conservadores de museos e investigadores universitarios sobre el legado art¨ªstico y social de la fotograf¨ªa, pero como efecto colateral tambi¨¦n ha disparado un coleccionismo fren¨¦tico. Tanto instituciones como particulares se han lanzado a la caza de tesoros bibliogr¨¢ficos y los libros raros y antiguos desaparecen de rastros y encantes mientras en las librer¨ªas de viejo los protegen en vitrinas bajo llave. Las casas de subastas hacen su agosto. Christie's, la que m¨¢s ha estado por la faena, informaba hace muy poco de la venta de Senchimentaru na Tabi (Un viaje sentimental, 1971), de Nobuyoshi Araki, por 17.000 d¨®lares. Una ganga por un libro hecho con fotocopias y del que s¨®lo existen 300 ejemplares, firmado por el autor que m¨¢s se ha prodigado en la edici¨®n: 340 t¨ªtulos en la calle. Pero una ganga tambi¨¦n porque libros de autores m¨¢s j¨®venes se ofrecen por cifras desorbitadas. Por ejemplo, la maqueta de Sleeping by the Mississippi (2004), de Alec Soth, una aut¨¦ntica vedette en el mundo del libro fotogr¨¢fico, est¨¢ a la venta por 65.000 d¨®lares en Harper's Books. Por su parte, las piezas cl¨¢sicas alcanzan cotizaciones astron¨®micas. En 2008 Christie's remat¨® por 193.000 d¨®lares un libro con fotomontajes del surrealista checo Jindrich Styrsky, en edici¨®n de 1933 limitada a 10 ejemplares. Todos estos datos pueden ser comprobados y ampliados en las p¨¢ginas web de los distintos establecimientos; y aunque los casos citados son palabras mayores, no deja de ser sorprendente descubrir en portales asequibles como eBay los precios de salida de las publicaciones anheladas por los aficionados.
Pero m¨¢s all¨¢ del aspecto cremat¨ªstico lo m¨¢s importante es que hoy el p¨²blico puede disfrutar de una rica oferta que abarca desde las concepciones m¨¢s tradicionales de libro ilustrado a las propuestas m¨¢s experimentales y arriesgadas, y que por su parte los fot¨®grafos disponen de mejores opciones para desarrollar y difundir su trabajo. Adem¨¢s los repertorios de ambos se han visto implementados por los avances inform¨¢ticos y la consolidaci¨®n de Internet. Sin entrar en la cuesti¨®n del libro electr¨®nico, que merece discusi¨®n aparte, la impresi¨®n digital y sobre todo el sistema print-on-demand posibilitan una extraordinaria versatilidad y autonom¨ªa, de las que se benefician especialmente las nuevas generaciones de fot¨®grafos para emprender proyectos editoriales, a menudo en r¨¦gimen de autoedici¨®n. Cuando estudiantes y fot¨®grafos noveles muestran hoy su trabajo ya no extienden un conjunto de originales extra¨ªdos de un portafolio sino que presentan con naturalidad un boceto de libro, impreso mediante Blurb o similar. Este c¨®ctel de innovaciones tecnol¨®gicas y planteamientos alternativos propicia operar fuera del sistema establecido. Los creadores pueden ahora controlar todo el proceso de producci¨®n y distribuci¨®n de su obra, son autosuficientes con lo que el poder de las instituciones disminuye. Se mitiga el papel de los intermediarios como museos, conservadores, editores, galer¨ªas y cr¨ªticos: el creador puede acceder directamente al p¨²blico. Por otra parte la misma noci¨®n de autor entra en crisis: en una era de apropiacionismo generalizado, el valor del libro como obra integral est¨¢ por encima de la autor¨ªa o procedencia de las im¨¢genes. Por todo ello -y convendr¨ªa tratarlo de forma m¨¢s pormenorizada- no podemos limitarnos a enfatizar el fotolibro s¨®lo como un formato expresivo m¨¢s o menos de actualidad porque lo verdaderamente significativo es establecer su impacto en la transformaci¨®n de la escena art¨ªstica y por extensi¨®n de toda la cultura visual contempor¨¢nea.
En el ¨¢mbito espa?ol, para aqu¨¦l que se inicie con curiosidad, recomendar¨ªa dos joyas: Infinito (2003), de David Jim¨¦nez, y La caza del lobo congelado (2009), de Ricardo Cases; y una librer¨ªa online que es la cueva de Al¨ª Bab¨¢ del fotolibro: http://www.dalpine.com/
Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) ha sido galardonado con el Premio Nacional de Ensayo por su libro La c¨¢mara de Pandora. La fotograf¨ª@ despu¨¦s de la fotograf¨ªa. Gustavo Gili. Barcelona, 2010. 192 p¨¢ginas. 25 euros. www.fontcuberta.com
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