A unos ciega y a otros inunda de lucidez
En realidad el autor de estas p¨¢ginas, Dominic Roskrow, se ha detenido poco antes de ese n¨²mero mil a la hora de compendiar sus experiencias con el whisky. Se ha quedado en el an¨¢lisis y comentario de 750 variedades destiladas, desde Tain en Escocia hasta Tokio en Jap¨®n. Pero, en cualquier caso, la aventura de acompa?arle en esa traves¨ªa, bebi¨¦ndonos sus p¨¢ginas, constituye un placentero aprendizaje sobre el whisky, sus or¨ªgenes, sus destiler¨ªas, sus lugares de culto, sus ambientaciones geogr¨¢ficas, sus dinast¨ªas. Parece que el whisky que, como otros alcoholes destilados y otras pasiones, ha embrutecido a quienes han sido incapaces de beberlo con la pausa marcada por la inteligencia, ha servido tambi¨¦n para potenciar las facultades creativas, como se comprueba con un repaso a la historia.
Los mejores whiskis del mundo. 750 variedades destiladas de Tain a Tokio
Dominic Roskrow
Blume. Barcelona, 2011
287 p¨¢ginas. 39,90 euros
La literatura, al menos desde hace casi dos siglos, y el cine desde sus or¨ªgenes registran c¨®mo el whisky ha sido un catalizador de procesos que en su ausencia hubieran quedado bloqueados; un fulminante decisivo para activar algunos de los beaux gestes m¨¢s admirables o de los cr¨ªmenes m¨¢s horrendos que somos capaces de recordar. Una prueba la tenemos en El hombre que mat¨® a Liberty Valance, canto a la libertad de expresi¨®n por cuenta de un viejo periodista buen aficionado al whisky. Como escribi¨® Karl Krauss a prop¨®sito de la lengua, sucede que el whisky que a unos ciega, a otros les inunda de lucidez, les ense?a a ver abismos all¨ª donde hay lugares comunes. Porque para alcanzar las cimas de la literatura y antes a¨²n del periodismo, el whisky ha sido decisivo. Otra cosa es que muchos se queden en el intento a media ladera en la mediocridad. Porque la genialidad es muchas veces transgresora pero los excesos en modo alguno son garant¨ªa de genialidad.
Desde su difusi¨®n generalizada, el whisky ha impulsado el compromiso con las causas m¨¢s nobles y ha incitado tambi¨¦n las venganzas m¨¢s ruines. Es el doble uso que permiten algunas nuevas tecnolog¨ªas. Son los efectos contrarios surgidos de un mismo est¨ªmulo. Porque parafraseando a David Trueba nada mejor que algo de ruido para traer el silencio. Es lo mismo que, en otro plano, reconoc¨ªa Livinio Stuyck, gerente de la plaza de Las Ventas e inventor de la Feria taurina de San Isidro, a su primo Carlos, el de la Real F¨¢brica de Tapices, alma de la pe?a del hongo y quintaesencia del madridismo. Eran los tiempos de Santiago Bernab¨¦u y entonces alegaba el taurino que si bien el f¨²tbol era un instrumento embrutecedor de las masas, estaba dando cultura a los componentes de ese exclusivo club de dandis que acompa?aba en sus viajes al equipo blanco por los campos de aquella Europa escindida que, a la hora de dar patadas, era capaz de abstraer realidades tan contundentes como la del tel¨®n de acero.
Son 287 p¨¢ginas de maravillosa excursi¨®n. Una excursi¨®n ling¨¹¨ªstica y visual, que pretende evocar otras percepciones negadas en el papel, las del olfato y las papilas gustativas, mediante la descripci¨®n ponderada y enumerativa de las catas. Es tambi¨¦n el ¨¢rbol geneal¨®gico del whisky, del malta, de la mezcla, de los parientes pr¨®ximos y lejanos, aventajados o degenerados, aclimatados, sin complejos para acreditar sus propias etiquetas. Y un recorrido como el que imaginamos por Hollywood, avistando las factor¨ªas de nuestros sue?os o por La Rioja descubriendo las bodegas donde se cr¨ªan los caldos que nos embriagan. Im¨¢genes de las destiler¨ªas, donde envejecen los whiskys que aparecen unidos a nuestros momentos estelares. Porque estos como los viajes, como las ciudades, como las canciones, permanecen unidos a las personas con quienes los compartimos.
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