Cosas que comprar en las librer¨ªas
Una de las ¨²ltimas cubiertas de The New Yorker est¨¢ ilustrada con un estupendo dibujo de Daniel Clowes (inolvidable su ¨¢lbum Wilson, publicado en 2010 por Mondadori) que constituye un l¨²cido (e ir¨®nico) comentario gr¨¢fico sobre la situaci¨®n del comercio del libro en Norteam¨¦rica. El dibujo se llama Black Friday, en alusi¨®n al d¨ªa en que se disparan las ventas navide?as en Estados Unidos, y en ¨¦l se representa el interior de una peque?a librer¨ªa en la que su encargada muestra a un cliente el anaquel inferior de una estanter¨ªa ocupada por una veintena de libros variados. En el resto del local se exhiben otros objetos: camisetas y bolsas decoradas con los rostros de escritores c¨¦lebres (Hemingway, Joyce, Woolf), peque?os bustos de Shakespeare o Twain, gorras con los nombres de Kerouac, Tolst¨®i, Bront? o Poe, lamparillas de noche para leer sin molestar a la pareja y, por supuesto, una mesa de novedades bien provista de tabletas lectoras. Dejando aparte la buscada exageraci¨®n, lo cierto es que la ilustraci¨®n refleja perfectamente el hecho de que la crisis del comercio tradicional del libro -que ha perdido la carrera frente a Amazon y las descargas- ha forzado a los establecimientos que antes lo vend¨ªan a buscar en el merchandising nuevos medios para redondear los (siempre magros) ingresos que antes lograban con los libros. Aqu¨ª est¨¢ ocurriendo algo parecido, aunque a escala menor. Primero aparecieron los expositores con las moleskines (esas libretas encuadernadas tan in¨²tiles si uno escribe en ellas con tinta) y dem¨¢s papeler¨ªa m¨¢s o menos sofisticada. Luego, las bolsas de piel o de tela, los retratos de escritores, los calendarios, las lamparitas y marcap¨¢ginas coquetones, las lupas, las gafas y los atriles. Pero, a medida que avanza la crisis, se diversifica la oferta. Selecciono un ejemplo. La madrile?a Ocho y Medio, que sigue siendo una de las mejores librer¨ªas de cine de Europa, ha aprovechado una ampliaci¨®n de su espacio para incorporar, adem¨¢s de una acogedora cafeter¨ªa, abundante mercanc¨ªa ajena (pero no del todo) a los libros. Y resulta que funciona. Sus due?os -que tambi¨¦n son editores- me expon¨ªan la situaci¨®n con cierta frustraci¨®n, pero decididos a continuar siendo libreros. La otra tarde, tras merendar un crujiente croissant y una taza de fragante lapsang souchong, adquir¨ª para un amigo un ejemplar de la 5? edici¨®n de ?Harpo habla! (Seix Barral) y, para m¨ª, unas zapatillas (18 euros) con la imagen de Sigmund Freud. De modo que ya ver¨¢n c¨®mo, poco a poco, van proliferando las librer¨ªas-bazar: como la propia Amazon, pero de barrio y -espero- bastante m¨¢s amigables. En cuanto a las zapatillas, no se pueden imaginar lo c¨®modo que estoy con el creador del psicoan¨¢lisis a mis pies.
Poes¨ªa
?Desean una excepcional edici¨®n de uno de los grandes poemas europeos del siglo XIX? No se pierdan Der Archipelagus, de Friedrich H?lderlin en la edici¨®n biling¨¹e (alem¨¢n-espa?ol) de Helena Cort¨¦s Gabaudan (La Oficina). No se trata s¨®lo de otra traducci¨®n m¨¢s; ni siquiera estoy seguro de que su fidelidad filol¨®gica y m¨¦trica al original (esos hex¨¢metros tan exc¨¦ntricos al castellano) me llegue m¨¢s adentro de lo que lo hizo en su d¨ªa la lectura de la de Luis D¨ªez del Corral (publicada en 1942) o, m¨¢s tarde, la de Jenaro Talens (1980), por s¨®lo citar las dos que conozco (ha habido otras). Porque este libro, hermoso y asequible (18 euros), constituye, incluso como objeto, un homenaje (y no siempre por caminos previsibles: v¨¦ase la foto de los soldados nazis plantando la esv¨¢stica ante el Parten¨®n) a lo mismo que el poeta quiso cantar: la belleza de un ideal (no s¨®lo est¨¦tico) y su irremediable p¨¦rdida. Por lo dem¨¢s, ese mon¨®logo solemne y emocionante dirigido al innominado dios del mar, y que participa a la vez del himno y de la eleg¨ªa, nos ofrece tambi¨¦n un comentario lleno de sugerencias (como siempre han hecho los cl¨¢sicos) acerca de cada presente: de aquel alem¨¢n y revolucionario en que fue compuesto, pero tambi¨¦n del de esta Europa que se hace y deshace tras la nostalgia de una H¨¦lade tan so?ada como imposible. Otros libros notables de poes¨ªa que les recomiendo para regalar o regalarse en estas fiestas son Los poemas de Alberto Caeiro, de Fernando Pessoa (Abada, edici¨®n biling¨¹e en dos vol¨²menes, traducci¨®n de Juan Barja y Juana Inarejos), y la estupenda edici¨®n de la Obra po¨¦tica de Rub¨¦n Dar¨ªo (Biblioteca Castro; edici¨®n de Jos¨¦ Carlos Rovira). Con estos tres libros y el enero que se nos viene encima, no s¨¦ a qu¨¦ espero para naufragar en una isla desierta.
Pankdinista!
Si les gustan los c¨®mics, este es su gran momento. Para Navidad las editoriales sacan lo mejor de cada casa, y las librer¨ªas exponen bien a la vista los grandes ¨¢lbumes del a?o. De entre la ¨²ltima oferta destaco uno que no deber¨ªa faltar en la biblioteca de los buenos aficionados: el integral de Peter Pank (Ediciones La C¨²pula), una obra maestra de Francesc Capdevila (Barcelona, 1956), a quien mis improbables lectores y m¨¢s que probables admiradores suyos conocen mejor por el alias de Max: s¨ª, el mismo artista que viene iluminando (en todos los sentidos) este Sill¨®n de orejas desde su inicio. Este volumen (27 euros), que re¨²ne la trilog¨ªa (Peter Pank, 1984; Likantropunk, 1987, y Pankdinista!, 1990) con toda la peripecia del personaje, ha sido enriquecido con algunos materiales in¨¦ditos y otros dispersos y de dif¨ªcil acceso. Como se sabe, la saga constituye una lib¨¦rrima relectura par¨®dica de la c¨¦lebre historia de J. M. Barrie (la novela Peter Pan and Wendy se public¨® precisamente hace un siglo), a trav¨¦s de la versi¨®n cinematogr¨¢fica que de ella realiz¨® en 1953 Walt Disney (Max me apunta que cuando la dibuj¨® no hab¨ªa le¨ªdo el libro). S¨®lo que sus personajes (los insoportables hermanos Darling, los piratas, los ni?os perdidos, las sirenas, los indios) se han convertido en contrafiguras inspiradas en las muy abigarradas y salvajes tribus urbanas de la Espa?a de los a?os ochenta. Y todo ello expresado en esa gloriosa l¨ªnea clara tan caracter¨ªstica, y en la que tambi¨¦n se aprecian muy variadas influencias del c¨®mic underground de aquella d¨¦cada (ilustradamente) prodigiosa y, por supuesto, del maestro Herg¨¦. La misma editorial La C¨²pula acaba de publicar tambi¨¦n Pagando por ello, de Chester Brown (Montreal, 1960), unas "memorias en c¨®mic de un putero" que reflejan, a partir de la experiencia autobiogr¨¢fica de su autor, el mundo de la prostituci¨®n y de sus protagonistas. Todo en un volumen compacto (26 euros) repleto de austeras y repetitivas vi?etas en blanco y negro de cuya fuerza hipn¨®tica uno no puede zafarse hasta que dobla la ¨²ltima p¨¢gina (discutible, con todo, el ep¨ªlogo "te¨®rico", en el que Brown insiste en su particular cruzada en favor del "amor mercenario" y contra su criminalizaci¨®n). Dos libros muy diferentes de sendos maestros contempor¨¢neos de la historia gr¨¢fica. P¨®nganselos de regalo junto al ¨¢rbol de Navidad (o, si ya les han llegado los recortes, junto a la maceta con la poinsetia): no se arrepentir¨¢n.
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