El pu?o invisible
El libro de Carlos Gran¨¦s rastrea una de las m¨¢s perversas derivas de la cultura posmoderna: la dictadura de la teor¨ªa que en nuestro tiempo pas¨® de justificar a reemplazar a la obra de arte
No creo que nadie haya trazado un fresco tan completo, animado y l¨²cido sobre todas las vanguardias art¨ªsticas del siglo XX como lo ha hecho Carlos Gran¨¦s en el libro que acaba de aparecer: El pu?o invisible. Arte, revoluci¨®n y un siglo de cambios culturales (Taurus). Lo he le¨ªdo con la felicidad y la excitaci¨®n con que leo las mejores novelas.
La ambici¨®n que alienta su ensayo es desmedida, pues equivale a la de querer encerrar un oc¨¦ano en una pecera, o a todas las fieras del ?frica en un corral. Y no s¨®lo ha conseguido este milagro; adem¨¢s, se las ha arreglado para poner un poco de orden en ese caos de hechos, obras y personas y, luego de un agudo an¨¢lisis de las ideas, desplantes, manifiestos, provocaciones y obras m¨¢s representativas de ese protoplasm¨¢tico quehacer que va del futurismo a la posmodernidad, pasando por el dada¨ªsmo, el surrealismo, el letrismo, el situacionismo, y dem¨¢s ismos, grupos, grup¨²sculos y sectas que en Europa y Estados Unidos representaron la vanguardia, sacar conclusiones significativas sobre la evoluci¨®n de la cultura y el arte de Occidente en este vasto periodo hist¨®rico.
Gran¨¦s no puede evitar que su ensayo sea la constataci¨®n de un enorme desperdicio
?Qu¨¦ qued¨® de tanta alharaca y desvar¨ªo? En cuanto a obras concretas, casi nada
El m¨¦rito mayor de su estudio no es cuantitativo sino de cualidad. Pese a su riqu¨ªsima informaci¨®n, no es erudito ni acad¨¦mico y no est¨¢ estorbado de notas pretenciosas. Su s¨®lida argumentaci¨®n se alivia con un estilo claro y vivaces biograf¨ªas y an¨¦cdotas sobre los personajes centrales y las comparsas que, pintando, esculpiendo, escribiendo, componiendo, o, simplemente imprecando, se propusieron hacer tabla rasa del pasado, abolir la tradici¨®n, y fundar desde cero un nuevo mundo radicalmente distinto de aqu¨¦l que encontraron al nacer. Eran muy distintos entre s¨ª pero todos dec¨ªan odiar a la burgues¨ªa, a la academia, a la pol¨ªtica y a los usos reinantes. Todos hablaban de revoluci¨®n aunque la palabra tuviera significados distintos seg¨²n las bocas que la pronunciaran. Quer¨ªan liberar el amor, cambiar la vida, dar derecho de ciudad a los deseos, traer la justicia a la tierra, eternizar la ni?ez, el goce y los sue?os, y eran tan puros que cre¨ªan que los instrumentos adecuados para conseguirlo eran la poes¨ªa, los pinceles, el teatro, la diatriba, el panfleto y la farsa.
Hab¨ªa entre ellos verdaderos pensadores, poetas y artistas de gran val¨ªa, como un Andr¨¦ Breton o un George Grosz, y abundaban los agitadores y bufones, pero todos, hasta los m¨¢s insignificantes entre ellos, dejaron alguna huella en un proceso en el que, como muestra admirablemente el libro de Carlos Gran¨¦s, la literatura, las artes y la cultura en general fueron cambiando de naturaleza, reemplazando el fondo por las puras formas, y trivializ¨¢ndose cada vez m¨¢s, en tanto que, en el curso de los a?os, pese a sus insolencias y audacias, el establecimiento iba domesticando a unos y a otros y reabsorbiendo toda esa agitaci¨®n contestataria hasta corromper literalmente -mediante la opulencia y la fama- a los antiguos anarquistas y revolucionarios. Algunos se suicidaron, otros desaparecieron sin pena ni gloria, pero los m¨¢s astutos se hicieron ricos y c¨¦lebres, y alguno de ellos termin¨® invitado a tomar el t¨¦ a la Casa Blanca o ennoblecido por la Reina Isabel. Andy Warhol recibi¨® un balazo en el est¨®mago por el delito de ser hombre (seg¨²n explic¨® su victimaria, Valerie Solanas), pero, en vez de 15 minutos, su gloria dur¨® decenios y todav¨ªa no se extingue.
Pese a lo amenas y pintorescas que suelen ser las p¨¢ginas de El pu?o invisible cuando relatan las matoner¨ªas de Marinetti, las extravagancias de Tzara, las audacias de Duchamp, el cerebralismo de John Cage y sus conciertos silenciosos, las locuras de Isidore Isou, el fren¨¦tico exhibicionismo de un Allen Ginsberg, o el salto del taller de pintura al terrorismo de algunos vanguardistas italianos, alemanes y norteamericanos, el libro de Gran¨¦s es profundamente tr¨¢gico. Porque, con todo el respeto y la simpat¨ªa con que ¨¦l investiga y se esfuerza por mostrar lo mejor que hay en aquellas vanguardias, no puede evitar que su ensayo sea la constataci¨®n de un enorme desperdicio, de un absoluto fracaso. Un verdadero parto de los montes del que s¨®lo salieron ratoncillos.
?Qu¨¦ qued¨® de tanta alharaca y desvar¨ªo? En cuanto a obras concretas, casi nada. Lo menos perecedero que en pintura, poes¨ªa, m¨²sica e ideas se produjo en Occidente en esos a?os no form¨® parte o, si lo hizo, se apart¨® pronto de la "vanguardia" y tom¨® otro rumbo: el de Mahler, Joyce, Kafka, Picasso o Proust. Aqu¨¦lla acab¨® por convertirse en un ruidoso simulacro que, a menudo, galeristas, publicistas y especuladores del establecimiento trastocaron en ping¨¹e negocio. O, todav¨ªa peor, en una payasada rid¨ªcula. Una vez m¨¢s qued¨® claro que el arte y la literatura progresan con realizaciones concretas -obras maestras- m¨¢s que con manifiestos y bravatas, y que la disciplina, el trabajo, la reelaboraci¨®n inteligente de la tradici¨®n, son m¨¢s f¨¦rtiles que el fuego de artificio o el espect¨¢culo-provocaci¨®n.
Una de las ¨²ltimas escenas que describe El pu?o invisible es una exposici¨®n muy peculiar de Yves Klein, quien, por ese entonces, propugnaba la teor¨ªa de la "desmaterializaci¨®n del objeto". Fiel a su tesis, el artista presentaba una galer¨ªa vac¨ªa, sin cuadros ni muebles. El visitante recib¨ªa al ingresar un c¨®ctel azul "que lo manten¨ªa orinando del mismo color durante varios d¨ªas". ?Y la obra exhibida? "No exist¨ªa: o s¨ª, la llevaba el visitante en la vejiga", explica Gran¨¦s. Por esos mismos d¨ªas, Piero Manzoni convert¨ªa en arte todos los cuerpos humanos que se cruzaban en su camino, con el dispositivo m¨¢gico de estamparles su firma en el brazo. Otros, com¨ªan excrementos, adornaban calaveras con brillantes, o, como el celebrado Michael Creed, ganador del Turner Prize, prend¨ªan y apagaban la luz de una sala, proeza que la Tate Britain celebr¨® explicando que, a trav¨¦s de este paso de la oscuridad a la claridad, el artista "expon¨ªa las reglas y convenciones que suelen pasar desapercibidas". (Y es seguro que se lo cre¨ªa).
Despu¨¦s de muchas p¨¢ginas dedicadas a rastrear una de las m¨¢s perversas derivas de la cultura posmoderna, es decir, la dictadura de la teor¨ªa que en nuestro tiempo pas¨® de justificar a reemplazar a la obra de arte, Carlos Gran¨¦s afirma, con toda raz¨®n: "No se puede premiar sistem¨¢ticamente la estupidez y esperar que esto no traiga consecuencias sociales y culturales". Esta frase resume de manera pr¨ªstina la absorbente historia que cuenta su libro: c¨®mo una voluntad de ruptura y negaci¨®n que moviliz¨® a tantos esp¨ªritus generosos desde los comienzos del siglo XX y que conmovi¨® hasta las ra¨ªces las actividades art¨ªsticas y literarias del mundo occidental, fue insensiblemente deshaci¨¦ndose de todo lo que hab¨ªa en ella de creativo y torn¨¢ndose puro gesto y embeleco, es decir, un espect¨¢culo que divert¨ªa a aquellos que pretend¨ªa agredir, arrastrando por lo dem¨¢s, en esta ca¨ªda en el infierno de la nader¨ªa, a los c¨¢nones, patrones y tablas de valores que hab¨ªan regulado antes la vida cultural. Acabaron con ellos pero nada los reemplaz¨® y desde entonces vivimos, en este orden de cosas, en la m¨¢s absoluta confusi¨®n.
Por eso, s¨®lo al terminar este magn¨ªfico libro descubren los lectores la raz¨®n de ser de su bello t¨ªtulo: aunque en cien a?os de vanguardia no construyera muchas cosas inmarcesibles en el dominio del esp¨ªritu, el poder destructivo de ese "pu?o invisible" s¨ª fue catacl¨ªsmico. Ah¨ª est¨¢n, como prueba, los escombros que nos rodean.
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2011. ? Mario Vargas Llosa, 2011.
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