Gran recesi¨®n. Cuarto a?o 'triunfal' (y sigue...)
Los cient¨ªficos sociales, y especialmente los economistas, habr¨¢n de esforzarse en explicar a los ciudadanos c¨®mo una crisis del sector privado originada en el coraz¨®n del sistema financiero de Estados Unidos con el estallido de la burbuja de las hipotecas locas (de alto riesgo) ha devenido, cuatro a?os despu¨¦s, en una crisis del sector p¨²blico, localizada en la deuda soberana de los pa¨ªses europeos. De lo privado a lo p¨²blico, de Estados Unidos a Europa: parece una conspiraci¨®n.
Y sin embargo no lo es. El mecanismo de esta contorsi¨®n ha sido m¨¢s o menos el siguiente: las p¨¦rdidas originadas por el agujero de los productos subprime (primero hipotecas y despu¨¦s otros muchos, igual de opacos, complicados y arriesgados) pusieron a muchos bancos en p¨¦rdidas, con problemas primero de liquidez y luego de solvencia, y se contagiaron al resto de entidades financieras. Al mismo tiempo, a trav¨¦s de los desahucios de las viviendas, del aumento del paro y del empobrecimiento de las clases medias, la econom¨ªa real entr¨® en recesi¨®n: dej¨® de crecer. La tormenta perfecta: econom¨ªa real estancada y econom¨ªa financiera en peligro de quiebra. Para intentar arreglar estos problemas, los Estados pusieron en circulaci¨®n billones de euros y d¨®lares (muchos m¨¢s para solucionar los problemas bancarios que los reales) que aumentaron exponencialmente el d¨¦ficit y la deuda p¨²blica de los pa¨ªses.
Al convertirse en campeona de la ortodoxia econ¨®mica, Europa va rezagada en la recuperaci¨®n
El paro de los menores de 25 a?os supera el 46% de la generaci¨®n m¨¢s preparada de nuestra historia
En el mundo, 1.200 millones de trabajadores, el 40% del total, son considerados vulnerables
La paradoja consiste en que los mismos que fueron ayudados para que sobreviviesen, con dinero p¨²blico a espuertas (los mercados financieros, en sus distintas modalidades), son los que ahora exigen a los Estados que paguen sus deudas y que reduzcan sus d¨¦ficits con rapidez, lo que llevar¨¢ a inmensos sacrificios y recortes a los ciudadanos de esos Estados. El Gran Saqueo.
Cuatro a?os y medio despu¨¦s de que comenzase la Gran Recesi¨®n, afectando al mundo entero, la crisis ha dividido al planeta en dos velocidades: en la primera figuran las zonas geogr¨¢ficas donde los problemas se han agudizado m¨¢s (el antiguo Primer Mundo: Estados Unidos, Europa y Jap¨®n); en la segunda, los pa¨ªses emergentes, muchos de los cuales est¨¢n creciendo a tasas cercanas a los dos d¨ªgitos y viendo reducir sus porcentajes de pobreza absoluta. Esta es una caracter¨ªstica novedosa en la serie de las crisis de los ¨²ltimos tiempos: la actual ni ha comenzado en la periferia ni se ha transmitido a la misma con id¨¦ntica intensidad.
En cuanto a las pol¨ªticas econ¨®micas que se han puesto en pr¨¢ctica para superar los problemas, hace ya tiempo que se perdi¨® una especie de sentido com¨²n econ¨®mico compartido y se ha establecido con car¨¢cter oficial una desavenencia: los que creen que para salir de la crisis hay que ajustar primero las econom¨ªas como condici¨®n imprescindible para crecer, y los que opinan que este es el momento del crecimiento econ¨®mico y que solo cuando se obtenga una velocidad de crucero habr¨¢ que combatir los desequilibrios que se han formado. Europa se ha convertido, durante el a?o 2011, en la campeona de la ortodoxia econ¨®mica.
M¨¢s de dos d¨¦cadas despu¨¦s de su elaboraci¨®n, Europa est¨¢ aplicando con extremo rigor los principios fundamentales del Consenso de Washington, que se aplic¨® sobre todo en los pa¨ªses latinoamericanos. El primero de ellos es la obtenci¨®n urgente de la estabilidad presupuestaria, con la lucha prioritaria contra el d¨¦ficit p¨²blico a costa de lo que sea, incluso del crecimiento econ¨®mico. Por ello, la zona europea va rezagada en el proceso de recuperaci¨®n econ¨®mica respecto a las otras partes del globo. Hace tiempo que los pa¨ªses emergentes destilaron y luego extrajeron lo que de bueno hab¨ªa en el Consenso de Washington, arrojaron a la basura lo malo (el fundamentalismo y la rigidez en su aplicaci¨®n) y extendieron su pol¨ªtica econ¨®mica, con menor o mayor acierto, hacia las reformas de segunda generaci¨®n y hacia aspectos tales como el crecimiento, la mejora de la equidad, un mayor equilibrio entre el Estado y el mercado, las necesidades regulatorias, evitar que la competitividad se nivele en el list¨®n m¨¢s bajo en asuntos como la degradaci¨®n del medio ambiente, el dumping social, los flujos migratorios, etc¨¦tera. Muchos pa¨ªses de los que mejor resisten las secuelas m¨¢s nocivas de la Gran Recesi¨®n est¨¢n inmersos en pol¨ªticas heterodoxas y semiestatales, con aumentos de las reservas de divisas como colch¨®n para resistir los embates de los desequilibrios macroecon¨®micos, gastos en infraestructuras y en I+D, reducci¨®n del super¨¢vit primario, pol¨ªticas sociales selectivas... Los heterodoxos han devenido en ortodoxos, y viceversa.
Existen otras diferencias sustantivas entre el clima intelectual que reina en Europa y el de otras partes del planeta. El zeitgeist (el tiempo vital, lo que cada generaci¨®n llama "nuestro tiempo", dec¨ªa Ortega y Gasset) europeo -la austeridad a toda costa- es distinto, por ejemplo, del latinoamericano. Europa est¨¢ inmersa en una fuerte crisis de endeudamiento: deuda soberana, deuda exterior, deuda interna y deuda privada. Y, en parte como consecuencia de ello, con dificultades muy importantes en su sistema financiero, una porci¨®n del mismo nacionalizada al menos coyunturalmente, y otra parte asistida con las muletas de la liquidez proporcionadas por el Banco Central Europeo, con garant¨ªas de los Estados, con compra de sus activos, etc¨¦tera. Am¨¦rica Latina, a diferencia de otras crisis recurrentes, ha mantenido un sistema financiero conservador, aburrido, pero b¨¢sicamente sano; durante la Gran Recesi¨®n, ning¨²n banco de la regi¨®n ha precisado de ayudas administrativas para continuar operando. Los pa¨ªses europeos que han precisado de planes de rescate para sobrevivir sin llegar a la suspensi¨®n de pagos (en una primera tanda, Grecia, Irlanda y Portugal), y que han debatido exhaustivamente la posibilidad de cumplir las condiciones obligatorias para ser ayudados y sobre la estabilidad fiscal de sus cuentas p¨²blicas, se asemejan gen¨¦ricamente a los pa¨ªses latinoamericanos aquejados de la crisis de la deuda externa en la d¨¦cada de los a?os ochenta, y que dio lugar a la d¨¦cada perdida de la regi¨®n.
Estas diferencias, entre otras, sirven para revisar el tono vital de las sociedades, que desprende la comparaci¨®n entre el Eurobar¨®metro y el Latinobar¨®metro: mientras que en Europa los ciudadanos contestan mayoritariamente que sus hijos vivir¨¢n peor que ellos (esta opini¨®n tambi¨¦n es mayoritaria en el resto de Occidente), en Am¨¦rica Latina (y seguramente en otros pa¨ªses emergentes de zonas distantes) sucede lo contrario: es mayoritaria la esperanza de que los hijos de los que responden vivir¨¢n mejor que sus progenitores. ?Ha cambiado de instancia el esp¨ªritu y el concepto de d¨¦cada perdida?
En ese convento de la ortodoxia en que se ha convertido Europa en el ¨²ltimo a?o, los problemas instrumentales (la deuda soberana, la recapitalizaci¨®n bancaria, las condiciones del rescate a Grecia) han sustituido a los problemas finalistas de la zona, en particular el estancamiento de la mayor parte de las econom¨ªas, con su secuencia l¨®gica en materia de incremento del paro. El desempleo es el principal factor diferencial de Europa respecto a otras regiones. Seg¨²n los datos de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), hay m¨¢s de 200 millones de parados en el planeta, de los cuales 30 millones se han generado en los a?os de la actual crisis econ¨®mica. Casi 80 millones de j¨®venes menores de 25 a?os no encuentran empleo, y 1.200 millones de trabajadores, el 40% de la fuerza de trabajo global, son considerados vulnerables por las condiciones en que laboran o por los escasos emolumentos que perciben. De esos 200 millones de parados, m¨¢s de 23 millones corresponden a Europa, y entre los trabajadores vulnerables se pueden incluir, por ejemplo, a los siete millones de personas que en Alemania (pa¨ªs que tiene unas tasas de desempleo por debajo de la media regional) cobran menos de 400 euros.
La apuesta en este terreno sigue siendo de la misma naturaleza que en los cuatro a?os anteriores de la Gran Recesi¨®n: generar los 30 millones de trabajos perdidos en esta crisis, m¨¢s los 170 millones que ya no exist¨ªan antes, m¨¢s los millones de empleos para los j¨®venes que cada a?o se incorporan al mercado de trabajo; incluso crear o potenciar los sistemas de protecci¨®n de los que ya han desistido, desanimados, de buscar un lugar en el sistema productivo, deber¨ªa ser la prioridad pol¨ªtica si se quiere evitar que la crisis econ¨®mica devenga en una crisis social, con explosiones parecidas a las de la Gran Depresi¨®n. La propuesta de incorporar el empleo a los objetivos centrales de los organismos multilaterales o a los estatutos de los bancos centrales (ya est¨¢ en los de la Reserva Federal de Estados Unidos) dar¨¢ la medida de la voluntad pol¨ªtica para atacar un problema central para la democracia.
Dentro del factor diferencial europeo del desempleo, Espa?a ha ocupado un lugar mayor. En 2011 se han cumplido cuatro a?os de destrucci¨®n masiva de puestos de trabajo. Seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa (EPA), que elabora el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), la tasa de desempleo espa?ola supera el 21% de la poblaci¨®n y los cinco millones de personas. Ning¨²n analista pronostica que al menos en los primeros trimestres de 2012 deje de crecer. Con ser extraordinariamente negativo ese porcentaje, m¨¢s lo son algunos datos desagregados: el paro juvenil, que afecta a los menores de 25 a?os, supera el 46% del total de la generaci¨®n m¨¢s preparada de la historia de Espa?a ("superpreparados y superparados"); el n¨²mero de hogares en los que nadie de los que buscan trabajo lo encuentra se encontraba por encima de los 1,3 millones; se superaban por primera vez desde el a?o 1996 los dos millones de parados de larga duraci¨®n (m¨¢s de un a?o buscando empleo), y el colectivo que crece con m¨¢s rapidez es el de los que llevan dos a?os a la b¨²squeda de empleo, que superaba el mill¨®n (que ya no tienen derecho al seguro de desempleo, uno de los corazones del Estado de bienestar). El 55% de los empleos perdidos durante la crisis son del sector de la construcci¨®n, lo que manifiesta la intensidad que el estallido de la burbuja inmobiliaria tuvo en Espa?a. La tasa de temporalidad ronda el 25% de los activos.
Cuatro a?os de crisis ya es un periodo suficiente para que se comiencen a desvelar las huellas que est¨¢ dejando en la sociedad en t¨¦rminos de pobreza y de desigualdad. Se sabe que, en general, la desigualdad tiende a crecer en ¨¦pocas de recesi¨®n y afecta de manera especial a los sectores m¨¢s vulnerables. Estos ¨²ltimos son, en una crisis de la naturaleza de la actual, los relacionados con la p¨¦rdida de su puesto de trabajo. Se empieza a deducir, a trav¨¦s de los datos emp¨ªricos, que los sectores m¨¢s afectados son los m¨¢s vulnerables a la situaci¨®n de desempleo a largo plazo y que la situaci¨®n en el mercado de trabajo es clave para interpretar lo que est¨¢ ocurriendo con la desigualdad. Tambi¨¦n, que las pol¨ªticas p¨²blicas de protecci¨®n no parecen estar adecu¨¢ndose plenamente a esta coyuntura ni a los riesgos que implica que esta se extienda en el tiempo.
En definitiva, se pueden ya sacar algunas conclusiones estructurales sobre las secuelas que la Gran Recesi¨®n que arranc¨® en julio de 2007 est¨¢ dejando en Espa?a: un claro empeoramiento de los indicadores sobre el estado de la distribuci¨®n de la renta, en relaci¨®n con los objetivos razonables de equidad. Aunque la crisis afecta a todos, la capacidad de defensa y de recuperaci¨®n del bienestar es muy diferente seg¨²n el lugar que se ocupe en la distribuci¨®n de la renta. Hay un punto de inflexi¨®n, que comienza en 2008, en cuanto a los indicadores de privaci¨®n material, debido al aumento de hogares con dificultades financieras, especialmente en familias de inmigrantes. A partir de ese a?o se agudiz¨® mucho, lo que es explicable en gran medida por el incremento espectacular del paro de larga duraci¨®n, m¨¢s del 40% del total. Los trabajadores de origen extranjero se sit¨²an entre los grupos m¨¢s afectados como consecuencia del hundimiento de los sectores productivos que constitu¨ªan sus nichos de empleo; tambi¨¦n los j¨®venes, los hogares con varios adultos en paro, los trabajadores con baja cualificaci¨®n o las familias formadas por una mujer parada o con empleo precario y con hijos a su cargo.
A pesar de los esfuerzos realizados desde las pol¨ªticas p¨²blicas, la insuficiencia de las medidas de protecci¨®n al desempleo, la falta de articulaci¨®n de las rentas m¨ªnimas auton¨®micas y las restricciones financieras de las Administraciones p¨²blicas en el actual contexto de aumento de la pobreza y la desigualdad suscitan serios interrogantes sobre el peligro de inestabilidad social en el futuro inmediato. La recuperaci¨®n econ¨®mica -que no est¨¢ en el horizonte inmediato-, a la luz de experiencias pasadas en Espa?a y otros pa¨ªses, no implica una mejora inmediata de las variables distributivas, dada la segmentaci¨®n existente en el mercado de trabajo y la precariedad de muchos empleos creados.
Ninguno de estos afectos que afligen a las sociedades europeas en uno u otro grado han sido abordados, para desesperaci¨®n y desapego de los ciudadanos, en las cumbres multilaterales celebradas el a?o que termina: ni en los Consejos Europeos ni en la reuni¨®n del G?20 en Cannes. Cuando se pregunta a los j¨®venes indignados qu¨¦ opinan del sistema que les acoge, responden con cuatro calificativos: fallido, corrupto, indiferente e irresponsable. Se podr¨ªa actualizar la frase de Keynes cuando escribi¨®: "Uno podr¨ªa leer las entra?as de las ovejas, como hac¨ªan los romanos, con tanta seguridad como se hacen las predicciones de los mercados".
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