El traje nuevo
Siglos atr¨¢s, cualquier monarca ten¨ªas muchas dificultades para difundir su efigie o su aspecto. Las pinturas, las esculturas, los grabados, los tapices, las medallas, las obras de teatro o las ¨®peras serv¨ªan para mostrar al principal habitante del reino, para reflejar su magnificencia y sus esplendores. La iconograf¨ªa se utilizaba para eso: para presentarlo y para representar su imagen con los trajes, las coronas y los armi?os. De dicha manera, los p¨²blicos -esto es, los s¨²bditos- pod¨ªan conocer y reconocer al soberano, cuya identidad y cuyo perfil sol¨ªan ser remot¨ªsimos o ignorados.
Hace unos a?os, el historiador brit¨¢nico Peter Burke escribi¨® un libro memorable sobre dicho asunto. Lo titul¨® La fabricaci¨®n de Luis XIV. Estudiaba el caso de un monarca franc¨¦s, un ejemplo distante, de otro tiempo, pero sus ense?anzas sobre el modelo, el patr¨®n, los trajes y sus hechuras a¨²n siguen siendo v¨¢lidas.
Hoy, por ejemplo, sabemos qui¨¦n es nuestro president y qui¨¦nes son sus consejeros. ?Por qu¨¦? Porque los vemos peri¨®dicamente, porque frecuentan nuestros televisores encarnando sus respectivos papeles. Lucen vestimentas de buen pa?o. Insisto: sabemos qui¨¦nes son. O eso creemos, porque verlos exactamente no los vemos, pues solo los atisbamos con el filtro y el velo de los medios de comunicaci¨®n. Estos difunden algo y a la vez tapan otra parte. Funcionan como una pantalla y como una mampara, como escaparate y manto que cubren lo privado o lo reservado. Arrojan luz y dejan en la sombra.
"Decididamente, lo m¨¢s interesante pasa siempre en la sombra. Nada se sabe de la verdadera historia de los hombres", aseguraba Louis Ferdinand C¨¦line en Viaje al fin de la noche. Contrariamente a lo que lamentaba el escritor franc¨¦s, tenemos derecho al secreto, a lo ¨ªntimo. No todo puede ser revelado. Nuestros representantes y autoridades tambi¨¦n tienen derecho a la reserva. ?Pero qu¨¦ ocurre cuando lo que pasa en la sombra es una verg¨¹enza? ?Qu¨¦ sucede cuando sale a la luz la verdadera historia de una codicia?
Caen los velos, cae el tel¨®n, y entonces vemos la hechura, la vestidura y la catadura: los trajes, sus entretelas y sus forros. ?Forros? Si se confirma, ya me dir¨¢n qu¨¦ pena: algunos se han forrado obscenamente. Y lo obsceno es lo que, estando fuera de escena, ahora descubrimos.
Cre¨ªamos que todo lo importante o bueno pod¨ªa ser mostrado. Si alguien es destacable, si posee alg¨²n merecimiento, entonces se expondr¨¢ para provecho de todos. No es necesariamente as¨ª. De repente nos preguntamos si esto es una farsa. Por supuesto, hay personajes honrados que se desviven o se afanan. Pero hay otros vividores que simplemente afanan, cosa distinta.
En fin, me estoy mordiendo la lengua para no dar nombres a los personajes de este drama.
http://justoserna.wordpress.com
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