Final del juego
Uno. Hace unos d¨ªas, en un bar de propietario chino en el que desayuno cada ma?ana, pido lo de siempre mientras miro la prensa por encima, estamos solos ¨¦l y yo, entra un tipo fornido de pelo engominado y bufanda en ristre que pide un caf¨¦ con leche, el propietario se niega a servirle, se monta la de Dios es Cristo, el presunto cliente vocifera que se merece un respeto porque es valenciano mientras que el otro lo mejor que podr¨ªa hacer es volverse a su tierra y dejarnos en paz. Me temo lo peor, as¨ª que acudo en ayuda del chino y el tipo abandona el local entre amenazas sobre nuestro futuro. Y entonces el propietario me cuenta que el sujeto va por all¨ª todos los d¨ªas, que le sirve lo que pide y que no paga jam¨¢s porque no tiene dinero y que, encima, lo insulta a menudo. "?Y qu¨¦ quiere que haga yo?", a?ade desencajado mientras me despido. Y encima es que ni ¨¦l ni yo levantamos un palmo del suelo.
Dos. Casi todas las noches no festivas, ya cenado, bajo a un bar pr¨®ximo a tomar algo antes de pillar la cama o de ponerme a leer o a lo que sea. A estirar las piernas, vaya. Un vecino de unos patios m¨¢s all¨¢, que vive solo y que no hace en todo el d¨ªa otra cosa que caminar con la cabeza gacha como quien busca un tesoro entre las ranuras de las aceras, se ha percatado del asunto, as¨ª que me espera en la puerta del local y me pide un cigarrillo, que siempre son dos o tres, y ya en faena solicita un euro para un caf¨¦. Y as¨ª varios d¨ªas, hasta que le digo que eso no puede ser as¨ª. Sugiere que lleguemos a un acuerdo. "?Te parece bien lunes, mi¨¦rcoles y viernes?" Le digo que tampoco es cuesti¨®n de planearlo, que dejemos alg¨²n margen al azar. Se muestra de acuerdo, sin acabar de entender del todo, y desde entonces todos los d¨ªas se me acerca y me dice: "?Hoy me toca o no me toca?" Le digo que no, y que adem¨¢s lo sabe, as¨ª que cambio de h¨¢bitos y me paseo unas calles m¨¢s abajo. Hasta ahora ha dado resultado. Aunque a veces percibo su sombra de pelo lacio indagando bajo la luna.
Tres. Bastante tarde y con un viento helado salgo de casa. Me encuentro en el portal con un tipo que dice ser rumano (vale), que era pintor antes de quedar en el paro, (vale tambi¨¦n), que pint¨® toda esta finca en sus buenos tiempos (puede servir), que no puede comprar ni un brick de leche para sus hijos (lo creo), y entonces, m¨¢s corpulento que yo (por qu¨¦ demonios siempre habr¨¢n de caerme los altos), hace como que me acompa?a mientras saca un c¨²ter, o quiz¨¢s un cortau?as, y me dice en un castellano horrible (se ve que no tiene costumbre todav¨ªa) que lo mejor ser¨¢ que le d¨¦ todo lo que llevo. No llevo nada, le digo, apenas un billete de 10 euros. "?Y con eso sales t¨² de noche?", me rega?a. Le digo que lo mejor es que pasemos por un bar pr¨®ximo para cambiar el billete en monedas y nos las repartamos. Lo hacemos. Por la ma?ana me lo encuentro merodeando por las aceras y me dedica un amable buenos d¨ªas. Y un feliz a?o, vaya.
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