El valle de los pitufos
Diez pueblos blancos y uno azul en una ruta malague?a al hilo del r¨ªo Genal y los casta?os
Un jir¨®n de nube se engancha al amanecer en una loma boscosa. Detr¨¢s hay otra loma y otra loma. Apenas se ve una casita perdida entre los casta?os. El valle del Genal est¨¢ a 30 kil¨®metros de la Costa del Sol, pero en ¨¦l se encuentra uno de los mayores bosques del sur de Espa?a; sus 15 pueblos tienen entre 100 y 900 habitantes; viven del corcho, la casta?a y un poco de turismo. Han conocido las emboscadas de las partidas moriscas, los bandoleros del siglo XIX y los maquis. Hace una d¨¦cada, sus habitantes fueron capaces de parar una presa que hubiera inundado el valle. Conviven con una peque?a colecci¨®n de forasteros exc¨¦ntricos apasionados por la naturaleza. Y entre pueblo y pueblo se puede viajar a pie.
El Genal brota desde una cueva cristalina en IGUALEJA. El pueblo tiene un barrio mud¨¦jar y enrevesado que se llama el Albaic¨ªn, y al otro lado del r¨ªo, en la calle de la Tetona (sic), comienza el camino hacia PARAUTA (unas dos horas y media a pie). El sendero asciende entre casta?os que mantienen hojas rojizas hasta diciembre. Parauta es una joya de casas blancas y trazado irregular; sus miradores dan a peque?os huertos. El camino baja luego hasta un buc¨®lico arroyo y sube poco a poco por el monte bajo hasta llegar a CARTAJIMA. Hasta la apertura del bar municipal, en el pueblo no hab¨ªa ni donde tomarse un caf¨¦; pero existe un alojamiento, el hotel Los Casta?os. Si nos sentimos fuertes, podemos ascender a Los Riscos, una estructura k¨¢rstica con figuras que recuerdan animales; si continuamos bajando el valle, un suave sendero nos lleva al siguiente pueblo.
De J?ZCAR se dice que fue la ¨²ltima localidad de Espa?a en ser comunicada por carretera, pero ahora cada fin de semana encontramos un kil¨®metro de coches aparcados en el arc¨¦n y un ins¨®lito atasco de autobuses en la calle principal. Una agencia de publicidad pint¨® las casas de color azul piscina para un v¨ªdeo promocional de la pel¨ªcula de los pitufos. Hoy, decenas de personas se fotograf¨ªan ante los dibujos de los enanitos azules, y el Ayuntamiento se plantea un refer¨¦ndum para dejar el pueblo as¨ª indefinidamente. Para muchos, la imagen nos resulta de pesadilla, pero el dinero manda.
Para conocer la f¨¢brica de hojalata de Felipe V hay que bajar cuatro kil¨®metros por un carril. El emplazamiento de la factor¨ªa era un secreto militar porque las latas se hab¨ªan convertido en un factor clave para el avituallamiento de los ej¨¦rcitos. El edificio de piedra conserva sus arcos y sus hornos. El actual propietario, un madrile?o, contin¨²a restaurando la capilla y el poblado donde viv¨ªan los trabajadores. Se puede visitar un par de veces al mes en grupos organizados por el ayuntamiento de J¨²zcar.
De ah¨ª a FARAJ?N, de nuevo un pueblo blanco, menos mal. Cuenta con un secadero de jamones de pata negra (despachan en el bar Los Remedios) y confortables casas que alquilan las se?oras del pueblo a 15 euros por persona. La joya de Faraj¨¢n son Las Chorreras, un sistema de huertos, bancales y acequias que nos lleva hasta dos hermosas cascadas.
En hora y media caminando nos plantamos en ALPANDEIRE, la cuna de fray Leopoldo. Este monje de comienzos del siglo XX se ha convertido en una estampa habitual en los parabrisas de taxistas y en los salones de quienes invocan su protecci¨®n y le piden milagros. El pueblo conserva su casa natal (en reformas) y dos estatuas del beato. La iglesia, del siglo XVI, es enorme y para visitarla hay que pedir la llave a alg¨²n vecino. Un lugar m¨ªtico en la zona es el restaurante y hotel La Casa Grande.
Lo m¨¢s f¨¢cil para continuar desde Alpandeire es tomar el sendero de ATAJATE (a unas dos horas por una suave pendiente). El pueblo m¨¢s peque?o del Genal cuenta con la ¨²nica bodega oficial del valle, Mures, que produce un tinto bastante bueno. Tambi¨¦n hay buen restaurante, el Adaul¨¢zar, donde degustar la sopa de tagarninas y platos de caza. De all¨ª a BENADALID son otras dos horas caminando, primero por carretera y luego por un sendero entre huertos. Si se llega al pueblo un d¨ªa de diario, lo m¨¢s probable es que nadie quiera molestarse en abrir alguna de las casas rurales. Benadalid tiene un hermoso castillo y un restaurante, el Aguayar.
Hacia BENALAUR?A se puede rodear toda la monta?a (unas tres horas y media) o subir por la carretera hasta el peque?o puerto y tomar desde all¨ª un sendero conocido como la Cuesta del Moril. En Benalaur¨ªa se crearon cooperativas como La Molienda (un antiguo molino de aceite convertido en restaurante; tambi¨¦n tiene habitaciones con vistas al valle). Otra cooperativa local es La Molienda Verde, que envasa casta?as y elabora mermeladas artesanales.
Molinos de trigo
En Benalaur¨ªa conocemos a Antonio Rufina, un hombre de 77 a?os que ha vivido toda su vida del campo. Nunca ha usado pesticidas ni fertilizantes y habla de sus cultivos con un amor apasionado. Sigue sacando a sus mulas, plantando casi todo lo que come y subi¨¦ndose a los ¨¢rboles para coger naranjas. Solo echa de menos los molinos de harina, donde mol¨ªa su propio trigo hasta que hace varias d¨¦cadas los nuevos requisitos legales obligaron a cerrar sus instalaciones.
Hasta ALGATOC?N son tres horas marchando por un hermoso casta?ar. En mitad del bosque vive Max, un joven que construye todo tipo de flautas (desde 30 cent¨ªmetros hasta dos metros). De momento ha encontrado su lugar en el mundo en este enclave donde se alzaba una antigua aldea. Adem¨¢s, reconstruye una de las casas de piedra, cultiva su huerto y toca.
En Algatoc¨ªn vive tambi¨¦n Ely, la experta en hierbas de la serran¨ªa. Pasa todas las ma?anas en su terreno, cultivando de forma ecol¨®gica todo tipo de especies: algunas tan infrecuentes como el arg¨¢n, la ca?a lim¨®n, el jengibre o incluso el t¨¦. Ely da cursos de agricultura biol¨®gica y tambi¨¦n aconseja sobre remedios naturales.
De Algatoc¨ªn a BENARRAB? seguimos por un amplio carril de tierra. En Benarrab¨¢ se encuentra el hotel Banu-Rab¨¢, muy confortable y con sobrecogedoras vistas de la sierra. Adem¨¢s de rutas de senderismo, tambi¨¦n organizan recorridos en mulo y en veh¨ªculos todoterreno. El pueblo, como Algatoc¨ªn, es famoso por sus chacinas.
Bajando hacia el r¨ªo se llega a una zona de ba?o conocida como La Escribana, donde un grupo de ingleses ha creado un huerto comunitario. Un laberinto de carriles nos lleva, en varias horas de marcha, hasta la casa de Homay¨². Este alem¨¢n de barba blanca estudi¨® en India y Afganist¨¢n. Hace 30 a?os conoci¨® esta finca de 36 hect¨¢reas de bosque casi por casualidad y supo que ten¨ªa que quedarse aqu¨ª. El incendio de 1995 quem¨® la mitad y desde entonces la ha repoblado con mimo.
Por ¨²ltimo, GENALGUACIL es el pueblo de las esculturas. Desde 1994 se organizan en agosto encuentros en los que los artistas realizan sus obras al aire libre con la colaboraci¨®n de los vecinos. Luego las piezas se muestran en sus calles encaladas.
Gu¨ªa
Comer
? Restaurante Audal¨¢zar (952 18 50 27). Atajate.
? La Casa Grande (952 18 04 00). Alpandeire. Tambi¨¦n habitaciones a 55 euros la doble.
? Restaurante La Molienda (952 15 25 48). Benalaur¨ªa. Tambi¨¦n habitaciones a 40 euros la doble.
Dormir
? Hotel Los Casta?os (952 18 07 78). Cartajima. La doble, 90.
? Hotel Banu-Rab¨¢ (952 15 02 88). Benarrab¨¢. 50 euros.
? Posada del Recovero (952 15 21 64). Genalguacil. 50 euros.
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