Pol¨ªticos y profesionales
Los llaman tecn¨®cratas, pero son en realidad profesionales cualificados, gentes que han desempe?ado altos cargos en entidades financieras p¨²blicas o privadas y que, ante la magnitud de la crisis, han sido llamados a ocupar posiciones de poder pol¨ªtico en sus respectivos Estados, alcanzando en Grecia y en Italia la presidencia del Gobierno y aqu¨ª, en Espa?a, el ministerio de Econom¨ªa. El veredicto ha sido contundente: dando la espalda a la voluntad de los ciudadanos, la tecnocracia ha sustituido a la pol¨ªtica, o, por decirlo como nuestro tecn¨®crata por antonomasia, Laureano L¨®pez Rod¨®, los profesionales de la pol¨ªtica sustituidos por la pol¨ªtica de los profesionales: una prueba m¨¢s de la herencia franquista que contaminar¨¢ hasta el fin de los tiempos a esta democracia deficitaria.
Renunciaron a lo que les es propio dej¨¢ndose embaucar por la l¨®gica de los mercados
?De verdad han ocurrido as¨ª las cosas? ?De verdad que por haber llamado a expertos en finanzas hemos ca¨ªdo en un estado de excepci¨®n econ¨®mica? Curiosamente, en Espa?a, la impresi¨®n, antes de la crisis, era m¨¢s bien la contraria: que la pol¨ªtica, o los pol¨ªticos hab¨ªan colonizado espacios de la sociedad civil y de la Administraci¨®n civil del Estado que no les correspond¨ªan; y que desde el control de esos espacios hab¨ªan politizado instituciones clave del Estado de derecho como el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial, o medios de comunicaci¨®n como las televisiones auton¨®micas, o servicios p¨²blicos, como hospitales y escuelas, por no hablar de teatros, auditorios, museos nacionales y otras sinecuras y bagatelas de nuestro peculiar spoil system.
Tambi¨¦n las finanzas. Es pronto para olvidar que la mitad del sistema financiero espa?ol lo constitu¨ªan, hasta la crisis, las Cajas de Ahorros y que sus Consejos de Administraci¨®n estaban fuertemente condicionados por los pol¨ªticos. Las Cajas serv¨ªan a las pol¨ªticas de los Gobiernos de sus respectivas Comunidades Aut¨®nomas, sin sentirse atadas por consideraciones t¨¦cnicas en cuestiones como pr¨¦stamos a particulares o a partidos. De hecho, los poderes locales y regionales consolidados en los ¨²ltimos 30 a?os han crecido a la sombra de las Cajas, siempre dispuestas a echar el resto en envites fara¨®nicos, desde aeropuertos a grandes urbanizaciones, por no hablar de la corrupci¨®n subyacente, que encontraba en la composici¨®n de sus Consejos de Administraci¨®n su mejor caldo de cultivo. Sin la pol¨ªtica crediticia incentivada por los pol¨ªticos, la burbuja inmobiliaria no habr¨ªa alcanzado ni la mitad de su insoportable volumen y quiz¨¢ no lamentar¨ªamos hoy la vand¨¢lica destrucci¨®n del litoral mediterr¨¢neo.
De manera que ser¨ªa menester un poco de tranquilidad respecto a los estados de excepci¨®n de los que, al parecer, estos profesionales son los heraldos. La relaci¨®n mercado / Estado es tan vieja como el Estado mismo que, desde su origen, ha alimentado sentimientos de amor y odio hacia los banqueros. Cuenta Carlo Cipolla que Felipe II se sub¨ªa por las paredes cuando recib¨ªa, de los banqueros genoveses, los balances de sus deudas, en ocasiones m¨¢s del 50% del importe del pr¨¦stamo, concedido al 15% de inter¨¦s. No le entraba en la cabeza a don Felipe "esto de los cambios e intereses", pero los banqueros eran intratables: o pagaba el inter¨¦s m¨¢s el riesgo a?adido, o cortaban el chorro de oro. Al fin, el monarca, tras esquilmar a sus s¨²bditos, se declaraba en bancarrota, forma habitual de renegociar su deuda.
Mucho han cambiado el Estado y la banca desde aquellos tiempos, pero algo contin¨²a hoy como ayer: finanzas, mercados, o sea, capitalismo, m¨¢s globalizaci¨®n, est¨¢n aqu¨ª para quedarse. La cuesti¨®n no consiste en que profesionales de las finanzas ocupen posiciones reservadas a los pol¨ªticos, sino en que los pol¨ªticos se conduzcan, cuando de ingresos y gastos p¨²blicos se trata, como aut¨¦nticos profesionales. Cuando el d¨¦ficit crece, como en Espa?a, de un 34% a un 66% del PIB en tres a?os, lo que hay que cambiar es de pol¨ªtica; y cuando los pol¨ªticos asisten imp¨¢vidos a un desbocado endeudamiento privado o lo fomentan con incentivos fiscales hasta magnitudes que superan cinco veces el PIB, lo urgente no es prescindir de los banqueros que aprovechan la ocasi¨®n para enriquecerse; lo urgente es cambiar de pol¨ªtica, justamente para impedir que los banqueros se forren repartiendo cr¨¦ditos que expolian a sus desprevenidos clientes de sus ahorros y sus viviendas.
En esta crisis de nunca acabar han sido tan determinantes las pol¨ªticas gubernativas y las instituciones reguladoras como las familias, las empresas y las entidades financieras del sector privado. Por eso, es in¨²til reclamar m¨¢s pol¨ªtica, menos mercado. En los sistemas capitalistas, las crisis financieras siempre tienen ra¨ªces pol¨ªticas; no por nada, la tr¨ªada que va de Marx a Mao pasando por Lenin daba por seguro que el derrumbe del capital arrastrar¨ªa el fin del Estado. Pero como el futuro, tras ese doble derrumbe, es el presente visible en las exequias del d¨¦spota coreano, ser¨¢ mejor aplicar las energ¨ªas a la reparaci¨®n del sistema; y para eso no sobrar¨¢ la contribuci¨®n de profesionales, a condici¨®n, claro est¨¢, de que los pol¨ªticos no renuncien a lo que le es propio dej¨¢ndose embaucar por la l¨®gica de los mercados, como ha ocurrido con nuestros socialdem¨®cratas mientras se ba?aban en las pl¨¢cidas aguas del republicanismo c¨ªvico.
Santos Juli¨¢ es historiador.
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