Un siglo sin Reyes Magos
La tormenta pol¨ªtica se desataba en Espa?a hace 100 a?os despu¨¦s de que los escolapios de Monforte vendiesen la epifan¨ªa de Van der Goes al Gobierno de Prusia
Por estas fechas, un siglo atr¨¢s, el Parlamento protagonizaba apasionados debates, y el Consejo de Estado, despu¨¦s de echar cuentas y comprobar que no las cuadraba y no estaban los tiempos como para gastar en pintura, se empe?aba en revisar leyes, a ver si hallaba un resquicio por el que rescatar la obra de arte. Es probable, repasando la prensa de la ¨¦poca, incluso la de 20 o 40 a?os despu¨¦s, que ninguna fuga de arte haya despertado tal pol¨¦mica pol¨ªtica en Espa?a y tanta desaz¨®n entre los amantes de la pl¨¢stica. Los Reyes Magos se despidieron de Galicia para siempre en el puerto de Vigo, con destino al de Hamburgo, en 1914, pero dos a?os antes, mientras se desataba la tormenta (un temporal que iba y ven¨ªa entre Madrid, Monforte y Berl¨ªn), permanec¨ªan secuestrados y ocultos bajo una tela, vigilados de cerca por la Guardia Civil.
El duque de Alba mand¨® una carta a Romanones para evitar la transacci¨®n
Sorolla, Zuloaga, Men¨¦ndez Pidal y Pardo Baz¨¢n quer¨ªan reunir el dinero
La tabla titulada La Adoraci¨®n de los Reyes Magos, Altar de Monforte, pas¨® en la nada del anonimato al fragoroso esc¨¢ndalo. Llevaba desde siempre en el colegio de Nuestra Se?ora de la Antigua, en la capital de Lemos, no se sabe si donada por su fundador, el cardenal Rodrigo de Castro, y nadie le hab¨ªa dado importancia. El retablo de la capilla lateral del que formaba parte estaba a oscuras, no se conoc¨ªa el autor, y ni los franceses, cuando saquearon el lugar, se dieron cuenta de su valor. Arrancaron las tablas laterales del pol¨ªptico, que representaban la Natividad y la Presentaci¨®n en el Templo, tambi¨¦n el coro de angelotes que sobrevolaban la escena de los Reyes Magos, y todo eso se perdi¨®. El cuadro, mutilado, acumulaba ya mucho polvo cuando en 1872 repar¨® en ¨¦l Bartolom¨¦ Teijeiro, el profesor de dibujo del Instituto de Lugo.
El hombre pidi¨® a los escolapios, la orden al frente del colegio, que le bajasen la pintura (de 147 por 242 cent¨ªmetros) del retablo, y le pareci¨® leer en el cuchillo que portaba una de las figuras algo as¨ª como "Petra Paolo Rub". Convencido de que el cuadro era de Rubens, avis¨® a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero los acad¨¦micos vieron a las claras que aquello ten¨ªa pinta de ser m¨¢s antiguo, y sobre todo de haber salido de un pincel m¨¢s piadoso y bastante m¨¢s p¨²dico.
Comenz¨® un aut¨¦ntico peregrinaje de eruditos a Monforte. Cada cual iba atinando un poco m¨¢s sin terminar de aclarar la autor¨ªa. En la misma arma, Murgu¨ªa vislumbr¨® el nombre de "Felipe", y sentenci¨® que el cuadro era de Felipe van Orley. Pero el monfortino Antonio M¨¦ndez Casal no se lo cre¨ªa. Sospechaba, con dudas, que se trataba de una pintura de Memling, y removi¨® lo m¨¢s que pudo los foros de arte internacionales hasta que despert¨® la curiosidad en media Europa. Se publicaron teor¨ªas en diversas revistas, a los cr¨ªticos y artistas se sumaron los marchantes y anticuarios. Todos quer¨ªan ver la misteriosa tabla de aquella parte sombr¨ªa de la iglesia de Monforte.
Al final, M¨¦ndez Casal atrajo al director del museo de Dubl¨ªn, Walter Armstrong, experto en pintura flamenca, que demostr¨®, en colaboraci¨®n con el conservador del Louvre, que aquello lo hab¨ªa pintado el belga Hugo Van der Goes (Gante, 1440-Oudergem, 1482) y que, adem¨¢s, se trataba de la obra cumbre del autor, realizada en torno a 1470, una d¨¦cada antes de su intento de suicidio y a 12 a?os de su muerte.
Despejadas las dudas, inmediatamente se interes¨® por la joya de los escolapios el Gobierno de Prusia, que estaba llenando sus museos y solo un lustro antes hab¨ªa inaugurado el del k¨¢iser Federico. Entre 1909 y 1910, lleg¨® a Monforte un emisario para negociar con el rector. El edificio de tres siglos que albergaba esta obra (junto a un par de Grecos y cinco tablas de Andrea del Sarto que todav¨ªa no estaban identificadas), conocido como "el Escorial gallego", era una completa ruina. Los religiosos necesitaban el dinero para rehabilitar y reformar por completo el colegio, pero el entonces patrono de la fundaci¨®n creada por Rodrigo de Castro, Jacobo Fitz James Stuart, duque de Alba, no estaba dispuesto a gastar en aquellos muros agonizantes.
El rector le pidi¨® al patrono permiso para vender. El patrono le mand¨® una carta al ministro Romanones proponi¨¦ndole que el Gobierno espa?ol comprase el cuadro a un precio m¨¢s bajo que la cantidad ofrecida (1.262.800 pesetas) por los alemanes para evitar la marcha de los Reyes Magos. Y Romanones, que era acad¨¦mico de San Fernando, se desentendi¨® del asunto. Pero el tema trascendi¨® las paredes desconchadas de Nuestra Se?ora de la Antigua, lleg¨® al Ayuntamiento y despu¨¦s a la prensa. Los peri¨®dicos espa?oles defin¨ªan la transacci¨®n como "delito de lesa patria". Opinantes de todo tipo daban conferencias incendiarias en Madrid. Y Sorolla, Zuloaga, Pardo Baz¨¢n, Benlliure, Men¨¦ndez Pidal, entre otras gentes de la cultura abrieron una suscripci¨®n popular para pagar el Van der Goes. Solo juntaron unas 76.000 pesetas.
En 1912, el Gobierno, tras ordenar que se inmovilizase la obra, intentaba demostrar a los alemanes que ni el duque ni los escolapios ten¨ªan derecho a vender porque el cuadro no era propiamente suyo. Pero no col¨®. Al a?o siguiente, un real decreto levant¨® la orden de secuestro y en 1914 la epifan¨ªa march¨®. El museo de Berl¨ªn se hab¨ªa comprometido a entregar al colegio una copia exacta, pero estall¨® la guerra mundial y nadie crey¨® que cumplir¨ªan el contrato. En 1920, otra vez por Vigo, lleg¨® por sorpresa la r¨¦plica.
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