Kleist, dos siglos con el cronista de la cat¨¢strofe
La tarde del 21 de noviembre de 1811, en el lago Wannsee, al sur de Berl¨ªn, el narrador Heinrich von Kleist y su compa?era, Henriette Vogel, pusieron fin a sus vidas. ?l ten¨ªa 34 a?os, estaba en la plenitud creativa y sumido en la pobreza. Ella, 31 y padec¨ªa un c¨¢ncer incurable. No fue, sin embargo, el rom¨¢ntico adi¨®s de dos enamorados. Lo hab¨ªan pactado con calma. Salieron a pasear y tomaron caf¨¦. Jugaron entre los pinos y tiraron piedras al lago. Parec¨ªan alegres, seg¨²n contaron los testigos. Hacia las cuatro, ¨¦l le dispar¨® a ella en el pecho y luego se coloc¨® el ca?¨®n en la boca y apret¨® el gatillo. Fue la ¨²ltima cat¨¢strofe del gran cronista de la cat¨¢strofe. Su muerte atrajo finalmente la atenci¨®n p¨²blica que no hab¨ªa logrado en diez a?os de creaci¨®n literaria. Sus obras, de una radicalidad extrema, llenas de paradojas y violencia, fueron incomprendidas -Goethe las rechaz¨® por "enfermizas"- y no se recuperaron hasta un siglo despu¨¦s. Hoy est¨¢ considerado como uno de los grandes autores de la literatura universal.
Sus relatos muestran c¨®mo reaccionan las personas ante situaciones l¨ªmite, seg¨²n su bi¨®grafo
La violencia de sus narraciones escandaliz¨® a sus contempor¨¢neos; Goethe las rechaz¨® por "enfermizas"
"Como personalidad, dramaturgo y narrador que mostr¨® una visi¨®n extrema de la vida y fue malinterpretado por sus contempor¨¢neos, hoy se ve a Kleist como un personaje muy moderno", sostiene por e-mail G¨¹nter Blamberger, profesor de literatura de la Universidad de Colonia y autor de una nueva y aclamada aproximaci¨®n a la compleja personalidad de Kleist a trav¨¦s de las crisis que jalonaron su existencia. "Es una rara avis en la literatura alemana; como H?lderlin, Kafka o Robert Walser", a?ade Peter Staengle, profesor de la Universidad de Heidelberg y bi¨®grafo de Kleist. "No hay nadie como ¨¦l, incluso en otras lenguas", sentencia el periodista Peter Michalzik, autor de la nueva biograf¨ªa Kleist: Dichter, Krieger, Seelensucher. En Alemania, el bicentenario de la muerte de Kleist, cuyos actos concluyen este mes con la clausura de una gran exposici¨®n simult¨¢nea en Berl¨ªn y Fr¨¢ncfort del ?der, cuna del autor, ha recordado la fuerza de la vida y la obra de un creador excepcional, reivindicado por los expresionistas, apropiado por los nazis y venerado por Nietzsche, Mann, Kafka y D?blin.
Ir¨®nicamente, el talento que le vali¨® a Kleist el rechazo en vida es el mismo que doscientos a?os despu¨¦s de su muerte le consagra como un narrador ¨²nico. "Fue un observador esc¨¦ptico del comportamiento humano, como Lichtenberg, Nietzsche y Schopenhauer", sostiene Blamberger. Pocos como ¨¦l han sabido contar con tanta crudeza c¨®mo pueden reaccionar las personas cuando se pone a prueba su resistencia. Y con un estilo seco, entre notarial y castrense, vigoroso y brutalmente desapasionado. En uno de sus relatos m¨¢s fascinantes, La marquesa de O, una arist¨®crata viuda pon¨ªa un aviso en el peri¨®dico para comunicar tres cosas: "Que, sin saber c¨®mo, se hab¨ªa quedado embarazada; que el padre de la criatura que ella iba a traer al mundo se diese a conocer y que estaba decidida, por consideraciones familiares, a casarse con ¨¦l". Al enterarse, su padre la rechaza enloquecido; su madre no da cr¨¦dito. La felicidad familiar estalla en pedazos. La fuerza de Kleist radica en que "no muestra c¨®mo deber¨ªa comportarse la gente, sino c¨®mo se comporta de verdad en situaciones de crisis", explica Blamberger.
Exc¨¦ntrico, meditabundo y radical, algo desequilibrado y obsesivamente idealista, Kleist pas¨® su corta existencia intentando fijarse un plan de vida. El objetivo: la felicidad. V¨¢stago de un linaje prusiano de arist¨®cratas militares empobrecidos, combati¨® como soldado adolescente en las guerras napole¨®nicas. "Fue una persona joven que particip¨® en una guerra brutal, donde luch¨® en primera fila. ?Forj¨® all¨ª su personalidad? Nadie lo sabe seguro, pero ser¨ªa extra?o que no fuera as¨ª", considera Michalzik. Tan pronto como pudo lo dej¨®. "Se reinvent¨® a s¨ª mismo de varias maneras, oscilando incansablemente entre la ciencia y la ficci¨®n", a?ade Blamberger. Era reacio a la especializaci¨®n. Inici¨® los estudios de ciencias, pero la lectura de Kant le hizo recelar de la capacidad de la raz¨®n. Ley¨® a Rousseau y quiso ser granjero en Suiza, pero su prometida no lo vio claro. Se convirti¨® en n¨®mada. Prob¨® ser funcionario en K?nigsberg, dramaturgo y narrador en Dresde, y periodista en Berl¨ªn, donde cre¨® un peri¨®dico de ¨¦xito, el Berliner Abendbl?tter, pero sus ideas reformistas chocaron con la censura. Los bi¨®grafos cuentan su existencia como una constante colisi¨®n contra la realidad. "Fue en esa experiencia permanente con la crisis donde desarroll¨® sus ideas y los modelos siempre cambiantes seg¨²n los cuales pretend¨ªa vivir su vida".
Sus cuentos son engranajes de precisi¨®n, que a menudo avanzan como tramas policiales. Cada uno se abre con una conmoci¨®n: el asalto de una guarnici¨®n militar, la sangrienta rebeli¨®n de esclavos en Santo Domingo, el terremoto de Chile y el grupo de iconoclastas que planea destruir una iglesia. En ese caos siempre surge el contraste entre lo que parece verdad -lo veros¨ªmil- y lo que finalmente es verdad. En su obra m¨¢s famosa, Michael Kohlhaas, ambientada en el siglo XVI, un honrado tratante de caballos resulta agraviado por un se?or feudal en un control aduanero. El hombre busca justicia por todos los medios legales, sin ¨¦xito, hasta que se toma la justicia por su mano. "Fue uno de los hombres m¨¢s honrados y, asimismo, m¨¢s terribles de su tiempo" -comienza el relato- y "fue su recta conciencia la que le convirti¨® en un bandido y un asesino". Emprende una revuelta a sangre y fuego que arrasa castillos y ciudades. Trastornado, se obsesiona con la justicia absoluta, luego con la venganza y finalmente con el poder. Para frenarlo es necesaria la intervenci¨®n del te¨®logo Mart¨ªn Lutero y del emperador Carlos V. El relato "somete al lector a una dura prueba", escribe Jos¨¦ Rafael Hern¨¢ndez Arias en la estupenda edici¨®n de la Narrativa completa de Kleist en Valdemar. "Kleist sabe dosificar con enorme habilidad los argumentos en pro y en contra del tratante de caballos, sembrando dudas y produciendo paradojas, de modo que el lector se ve dominado por un constante desasosiego y compelido a reflexionar".
Son retratos sin concesiones sobre la compleja mezcla de lo angelical y lo diab¨®lico en la naturaleza humana. Sobre c¨®mo la gente m¨¢s noble puede sucumbir a impulsos demon¨ªacos. Sus relatos contienen, seg¨²n Hern¨¢ndez Arias, una barbarie como la de la tragedia griega o la de Shakespeare y una "violencia primigenia". Retratos demasiado crudos para est¨®magos delicados, como escribi¨® el cr¨ªtico Stephen Vizinczey en 1977, bicentenario del nacimiento de Kleist. "Lo malo de la verdad sobre cualquier cosa es que tiende a ser ofensiva".
Pese a ser rechazado por su radicalidad, Kleist sencillamente reflejaba la realidad, argumenta Blamberger. Y la realidad era una Europa que se tambaleaba. La Revoluci¨®n Francesa y, sobre todo el avance implacable de Napole¨®n, sacud¨ªa los pilares sociales, pol¨ªticos y metaf¨ªsicos. El emperador "arrojaba vidas en la confusi¨®n, sin ning¨²n respeto por las viejas certezas". En esa atm¨®sfera de incertidumbre, Kleist describ¨ªa la vida tal como la encontraba: inquieta, inquietante e inexplicablemente absurda, apunta Vizinczey. Lejos de ser un revolucionario, su intenci¨®n era la del reformista moderado. "Usa el caso particular para poner a prueba las estructuras sociales, sobre todo instituciones como la familia o la justicia, en situaciones cr¨ªticas, para demostrar sus defectos al completo". Sin moralejas, solo exponiendo una compleja ambig¨¹edad.
En Espa?a, la obra narrativa de Kleist est¨¢ siendo recuperada desde hace un lustro con nuevas traducciones, como los Relatos completos que publica Acantilado, vertidos con solvencia por Roberto Bravo de la Varga. Se a?ade a su Narrativa completa en Valdemar, firmada por Jos¨¦ Rafael Hern¨¢ndez Arias, y a las dos traducciones de Michael Kohlhaas en Alba y N¨®rdica. Menos conocida aqu¨ª es su obra dram¨¢tica, con cumbres como Pentesilea y la comedia El c¨¢ntaro roto, una de sus m¨¢s representadas, tambi¨¦n en Alemania.
Dos siglos despu¨¦s, el eco de su muerte sigue retumbando. "Las razones de un suicidio nunca son claras", observa Staengle. Desde joven Kleist fantase¨® con la idea de matarse, y parece que la suma de las dificultades financieras, la falta de reconocimiento y la carencia de abrigo familiar hicieron el resto. Prepar¨® su despedida como una obra de arte. "Se puede entender como la creaci¨®n esc¨¦nica de una imagen del autor tan magn¨ªfica como peligrosa". Quiz¨¢ fuera consciente del impacto que tendr¨ªa su final. "Su espectacular suicidio", concluye Blamberger, "se ha grabado a fuego en nuestras memorias y mantiene viva la memoria de su obra".
Relatos completos. Heinrich von Kleist. Traducci¨®n de Roberto Bravo de la Varga. Acantilado. Barcelona, 2011. 344 p¨¢ginas. 25 euros. La marquesa de O y otros cuentos. Narrativa completa. Traducci¨®n de Jos¨¦ Rafael Hern¨¢ndez Arias. Valdemar. Madrid, 2007. 360 p¨¢ginas. 21 euros. Heinrich von Kleist. G¨¹nter Blamberger. Fischer, 2011. Kleist: Dichter, Krieger, Seelensucher. Peter Michalzik. Propyl?en, 2011.
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