Historia cultural del dolor
Ensayo. La medicina suele distinguir entre signo y s¨ªntoma. El signo es objetivable mediante pruebas diagn¨®sticas y el s¨ªntoma no. Y Javier Moscoso nos recuerda en Historia cultural del dolor que ese ha sido el primer atributo que tiene el dolor, su car¨¢cter subjetivo. Un segundo atributo del dolor como s¨ªntoma es su conceptualizaci¨®n. ?A qu¨¦ nos estamos refiriendo las personas cuando hablamos de dolor? ?Son el sufrimiento, el miedo y la incertidumbre otras formas de expresar el dolor? Un tercer atributo del dolor son las disociaciones expresadas por la distancia existente entre la persona que lo sufre y la que lo observa, la diferente susceptibilidad de las personas ante el mismo est¨ªmulo, las diferentes escalas de medida y el parad¨®jico encuentro del placer en el dolor, entre otras. Finalmente, un cuarto atributo del dolor viene determinado por sus caracter¨ªsticas: cr¨®nico o agudo, err¨¢tico o previsible, tolerable o incapacitante, tratable o resistente, consciente o inconsciente, y f¨ªsico o psicol¨®gico. Los atributos del dolor determinan su resistencia y complejidad y, ¨¦stas, permiten a Javier Moscoso trazar un intenso recorrido hist¨®rico, filos¨®fico, art¨ªstico y m¨¦dico de una experiencia y percepci¨®n cuya fuerza expresiva es mucho mayor que la de un mero s¨ªntoma. Para ello, Moscoso configura un recorrido erudito del dolor que transcurre por ocho atributos culturales: representaci¨®n, imitaci¨®n, simpat¨ªa, adecuaci¨®n, confianza, narratividad, coherencia y reiteraci¨®n.
Historia cultural del dolor
Javier Moscoso
Taurus. Madrid, 2011
416 p¨¢ginas. 22 euros
En el libro, el dolor aparece como un fen¨®meno social, que supera los diferentes reduccionismos a los que se le ha intentado someter desde la biomedicina para facilitar y simplificar su comprensi¨®n. De hecho, muchas veces el dolor de la persona se expresa mejor en el lenguaje corporal o en la expresi¨®n art¨ªstica que en la palabra. Es por ello que el dolor rara vez es mudo, lo que convierte los silencios del dolor en algo que se hace visible mediante los atributos culturales descritos por Moscoso, desde la representaci¨®n a la reiteraci¨®n. A veces, parece que el dolor s¨®lo existe en aquellas personas que lo padecen. Es algo que se tiende a contemplar como ajeno, que pertenece a otros. Nadie quiere padecerlo ni tampoco verlo. El dolor se ausenta en los dem¨¢s porque genera impotencia e incomodidad en el observador, lo que transforma este sentimiento en estigma. Porque el dolor, al igual que el sufrimiento, la muerte o el miedo, es algo que se teme. Siempre se ha temido. Y como desde m¨¢s lejos se observe mejor. Pero la historia cultural nos ense?a que el dolor acaba estando presente en la biograf¨ªa de todas las personas en alg¨²n momento de su vida y el malestar que produce nunca se acaba de olvidar, aunque se pueda ignorar. Adem¨¢s, la contemplaci¨®n del dolor de "los otros" es, a la vez, una invitaci¨®n a aprender y a temer el dolor para aquellos que lo quieren ver y no lo han sufrido. Es una experiencia que no deja indiferente. Y es ah¨ª donde aparece la simpat¨ªa o lo que Elizabeth Costello, el personaje impostado del escritor sudafricano J. M. Coetzee llamaba "compasi¨®n" o la capacidad de compartir el ser ajeno, expresado en este caso por el dolor y el sufrimiento que afecta al otro. Es el dolor interrogativo del Iv¨¢n Ilich de Tolst¨®i. Ese dolor que como nos muestra Javier Moscoso siempre ha existido y es inherente a la condici¨®n de ser humano.
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