Una sospechosa brecha de seguridad
?Qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s del atentado de Damasco? Los desertores que han formado el Ej¨¦rcito Libre de Siria (ELS) se han apresurado a distanciarse del ataque y acusan al r¨¦gimen de Bachar el Asad. Las autoridades hablan de "terroristas" a los que, tras el doble atentado del 23 de diciembre, asociaron con Al Qaeda. Sin observadores independientes sobre el terreno resulta arriesgado tomar partido. Pero incluso en el mejor de los casos, los responsables salen mal parados. Para tratarse de un sistema policial, el control de la capital del pa¨ªs, blindada cada viernes para impedir la menor manifestaci¨®n de descontento, se habr¨ªa probado chapucero.
"Condenamos el ataque. Nadie m¨¢s que el r¨¦gimen puede hacer algo as¨ª", ha declarado a Al Yazira el coronel Riad al Asaad, jefe del ELS. La oposici¨®n siria ha insistido en su car¨¢cter pac¨ªfico desde el principio de las protestas el pasado marzo. A finales de noviembre, el Consejo Nacional Sirio (CNS, que agrupa a la mayor¨ªa de los grupos disidentes) anunci¨® un acuerdo con el ELS por el que este se comprometi¨® a "no atacar al r¨¦gimen y limitar su resistencia armada a acciones defensivas". Es discutible hasta qu¨¦ punto sus operaciones han cumplido ese esp¨ªritu, pero la matanza de decenas de civiles solo podr¨ªa acarrearle el rechazo popular.
Para el r¨¦gimen, por su parte, admitir que esos "terroristas pagados por potencias extranjeras" (como los medios oficiales describen a los insurgentes) tienen capacidad log¨ªstica para montar atentados en el centro de Damasco ser¨ªa reconocer su relevancia. De ah¨ª tal vez la referencia a Al Qaeda, demonio que tambi¨¦n ha golpeado a Occidente y con cuya ideolog¨ªa salafista se trata de asociar a los opositores. Pero si esa afinidad existiera, ?qu¨¦ ganar¨ªa ese grupo golpeando precisamente un barrio donde se organizan protestas semanales?
Durante mi visita a Siria el pasado noviembre, y ante la imposibilidad de acceder a los barrios perif¨¦ricos de Harasta, Duma o Arbeen, los opositores me orientaron hacia el barrio de Midan. All¨ª, en las mezquitas Al Hasan, Salah y Al Rifa¨ª, la plegaria del viernes sirve de punto de encuentro para los activistas que, religiosos o no, intentan manifestarse a la salida de la oraci¨®n. Rara vez lo consiguen m¨¢s de 30 segundos antes de ser detenidos.
El d¨ªa que estuve presente, el despliegue de seguridad era impresionante. Un polic¨ªa cada cinco metros, en especial bajo el puente que cruza la calle Midan a la altura de la mezquita Al Hasan, enfrente del lugar donde ayer estall¨® el coche bomba. Por eso no me ha sorprendido que haya chocado con un minib¨²s policial. Decenas de ellos aparcan all¨ª. ?Era ese el objetivo? En cualquier caso, no es la primera vez que los servicios secretos sirios son acusados de orquestar un atentado en casa. Ya sucedi¨® en septiembre de 2006 cuando ante las amenazas de nuevas sanciones de EE UU, su embajada fue objeto de un tiroteo. Tambi¨¦n los ataques del a?o pasado contra varias legaciones diplom¨¢ticas de pa¨ªses cr¨ªticos con el trato a los manifestantes suscitaron sospechas. Si sus agentes no tienen nada que ver en los atentados, es de esperar que las autoridades castiguen a los responsables de la brecha de seguridad que los ha permitido. Mientras no ocurra, seguir¨¢ planeando la duda sobre ellos.
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