Los h¨¦roes imperfectos de la Ant¨¢rtida

LOS NORUEGOS PREFIEREN A NANSEN por JACINTO ANT?N. En estas regiones, uno pierde la costumbre de las ceremonias largas. Cuanto m¨¢s cortas, mejor", escribi¨® Roald Amundsen a prop¨®sito de su sobria celebraci¨®n in situ, a 23 grados bajo cero, de la conquista del Polo Sur. Gente eminentemente pr¨¢ctica estos noruegos, s¨ª se?or. Cuando el explorador escandinavo lleg¨® con su partida de cuatro hombres, el 14 de diciembre de 1911, jueves, a esa latitud extrema fueron bastante al grano (uno imagina los prolijos sentimentalismos a que se hubiera entregado Scott de llegar el primero). Plantaron la bandera -con el a?adido del bander¨ªn de su barco, el Fram-, dieron el nombre de Rey Haakon a la planicie que les rodeaba, montaron la tienda y sacrificaron a uno de sus perros, Helge, del que en un par de horas no quedaron m¨¢s que los dientes, una mata de pelo y la punta del rabo. Tras pasar unos d¨ªas efectuando comprobaciones y recorriendo los alrededores para estar completamente seguros de que hab¨ªan hollado el ¨²ltimo gran hito geogr¨¢fico del globo, los noruegos pusieron rumbo a casa con la misma precisi¨®n y destreza, casi insultantes, con que hab¨ªan llegado. "No cabe imaginar mayor eficiencia", escribi¨® con cierto desd¨¦n amargo Apsley Cherry-Garrard, el m¨¢s sensible miembro de la expedici¨®n de Scott. En cambio, Amundsen se centraba en cosas m¨¢s mundanas, como en documentar que la foca sabe a morcilla.

"Hoy son colectivos los esfuerzos para investigar y conservar uno de los lugares m¨¢s extraordinarios de la Tierra"

"Nansen es el gran h¨¦roe polar; en realidad, ¨¦l puso las bases, y el barco, para que Amundsen llegara al Polo Sur"

Uno ha tendido hist¨®ricamente a identificarse m¨¢s con los brit¨¢nicos, porque eran m¨¢s l¨ªricos, ampulosos, dispersos, ineficaces y absurdamente heroicos, y porque perdieron, claro. As¨ª que resulta muy interesante viajar estos d¨ªas de celebraci¨®n de conquista del Polo Sur al hogar de la competencia, Noruega, donde el hecho se conmemora con diversos actos, exposiciones y publicaciones. Lo primero que sorprende, adem¨¢s de lo vivo del recuerdo del ¨¦xito ant¨¢rtico y su popularidad -se rememora incluso en los escaparates de las tiendas-, es que los noruegos est¨¢n m¨¢s apegados a la memoria de Fridtjof Nansen, el padre de la exploraci¨®n polar moderna, que a la del propio Amundsen. De hecho, 2011 ha sido un doble a?o Amundsen-Nansen, y los noruegos conmemoran tanto el centenario de la llegada al Polo como el 150? aniversario del nacimiento de Nansen. Para entender el asunto hay que comprender la importancia de los dos exploradores polares en la identidad nacional noruega y ahondar en la personalidad de ambos. La independencia de Noruega coincidi¨® con las formidables aventuras en los hielos, y los exploradores fueron, con sus ¨¦xitos, los grandes abanderados del pa¨ªs que renac¨ªa.

"Han desempe?ado un papel extraordinario en la conciencia nacional noruega", explica el experto en temas polares Olav Orheim en el Fram Museum de Oslo, el museo creado en torno al c¨¦lebre barco (que se preserva entero dentro) y que ha sido renovado. M¨¢s adelante se va a ampliar el edificio para incluir otra embarcaci¨®n polar emblem¨¢tica, el Gjoa, actualmente varada en el exterior. El fibroso y definitivamente guapo Nansen -cuyas fotos desnudo para impresionar a una chica (?con 67 a?os!), hace poco reveladas, han conmovido a la sociedad noruega- ocupa un lugar preeminente en el museo por encima de Amundsen (la estatua de este, que lo muestra barrig¨®n y de nariz ganchuda, queda relegada en comparaci¨®n). "Nansen es el gran h¨¦roe polar; en realidad, ¨¦l puso las bases, y el barco, para que Amundsen llegara al Polo Sur. Y por supuesto, Nansen fue mucho m¨¢s que un explorador: gran cient¨ªfico, pol¨ªtico, diplom¨¢tico, comisionado para los refugiados de guerra, premio Nobel de la Paz, artista...". Incluso era un gran amante, el tipo. Mantuvo numerosas relaciones con mujeres -entre ellas, la propia esposa de Scott-, varias, el muy pillo, al mismo tiempo.

El excitante museo del Fram, una de las visitas obligadas en Oslo, una ciudad preciosa aunque tengas que vestir a veces como si estuvieras en el glaciar de Beardmore, incluye ahora, adem¨¢s de una renovada musealizaci¨®n, nuevas atracciones como el Club Polar, un espacio evocador con sus sillones de cuero, su globo terr¨¢queo y los cuadros que a imitaci¨®n de los tan m¨¢gicos del colegio Hogwarts muestra im¨¢genes cambiantes de las exploraciones polares, o una simp¨¢tica casa de los horrores helados, una polar experience, en la que te adentras para sentir el intenso fr¨ªo, la oscuridad y el pavor del reino de los hielos, y para descubrir la momia de alguien que te precedi¨®... Imposible no pensar en Scott muerto en su tienda. "Los prejuicios le hicieron cometer muchos errores, era el handicap de pertenecer a la Royal Navy. Despreciaba el conocimiento de los esquimales, de los que tanto aprendi¨® supervivencia Nansen. Scott decidi¨® no llevar perros para tirar de los trineos porque, claro, los ingleses no estaban dispuestos a com¨¦rselos al considerarlos mascotas".

Le pregunto al estudioso por la dicotom¨ªa Amundsen-Nansen y me recalca que el segundo le da muchas vueltas al primero. "M¨¢s importante y m¨¢s completo, es el verdadero h¨¦roe y con el que m¨¢s nos identificamos los noruegos". Amundsen "era un hombre de car¨¢cter dif¨ªcil", apunta. La relaci¨®n entre los dos paisanos fue compleja, y Nansen de alguna manera consideraba que Amundsen le hab¨ªa birlado el Polo Sur. Del Museo Fram ha viajado a Espa?a una muestra de fotos y diarios del explorador que bajo el t¨ªtulo Memoria helada se exhibe en el Museo Mar¨ªtimo de Bilbao.

En la Biblioteca Nacional (Nasjonalbiblioteket) de Oslo se exhibe una interesant¨ªsima exposici¨®n sobre la fotograf¨ªa polar que incluye im¨¢genes sorprendentes y algunas fotos in¨¦ditas descubiertas recientemente, como la de Amundsen con esqu¨ªs recostado en la nieve. La muestra pone ¨¦nfasis en las manipulaciones, en el dramatismo y en detallar el proceso de creaci¨®n de un lenguaje iconogr¨¢fico propio en la historia de la exploraci¨®n de los hielos. Y tambi¨¦n en la dificultad de retratar lo irrepresentable, como el mism¨ªsimo Polo Sur, en el que literalmente no hay nada, una nada blanca, eso s¨ª. El propio responsable de la exposici¨®n, Harlad Ostgaard Lund, explica la historia de la foto de Amundsen y tres de sus compa?eros junto a la bandera -probablemente la imagen m¨¢s famosa de la historia noruega- y sus vicisitudes: el original, dice, no se conserva en Noruega, sino en un museo de Australia. "Nansen es m¨¢s valorado que Amundsen, tiene m¨¢s facetas", me confirma asimismo Ostgaard Lund. "Nansen es el gran icono nacional por su dimensi¨®n pol¨ªtica". El popular Museo del Esqu¨ª, bajo el monumental trampol¨ªn de salto de Holmekollen, incluye asimismo una exhibici¨®n de interesant¨ªsimo material relacionado con la exploraci¨®n polar, con trineos y otro equipamiento de Amundsen y Nansen, el oso blanco disecado Kollbjorn, y ?los bastones de esquiar de Scott!

Frente a una epple kake (tarta de manzana), el catedr¨¢tico Olav Christensen, experto en polos y sostenibilidad, elogia a Nansen como precursor de la oceanograf¨ªa y la ecolog¨ªa. "Era muy completo, un personaje de corte renacentista. Amundsen era mucho m¨¢s limitado, digamos que un emprendedor con grandes dotes de organizaci¨®n". El secreto de ambos, Amundsen y Nansen, indica, fue saber adaptar los m¨¦todos tradicionales de los pueblos ¨¢rticos a la exploraci¨®n polar, junto a la consumada pr¨¢ctica del esqu¨ª caracter¨ªstica de los noruegos. "Una combinaci¨®n fant¨¢stica". Christensen es muy duro con Scott, como todos por aqu¨ª. "Creo que no quer¨ªa volver tras descubrir que hab¨ªa sido el segundo en la carrera por el Polo. No hay duda de que supo sacarle partido a la derrota. Nadie podr¨¢ igualarle en eso".

S?MBOLO DE LA COOPERACI?N por JER?NIMO L?PEZ. Sigue siendo el lugar m¨¢s fr¨ªo de la Tierra, est¨¢ muy lejos de cualquier zona habitada y a¨²n hoy resulta complicado llegar y permanecer all¨ª. Sin embargo, a pesar de que adentrarse en ella contin¨²a siendo un reto, en la Ant¨¢rtida han cambiado muchas cosas respecto a la que encontraron exploradores como Amundsen, Scott y Shackleton en sus expediciones de hace alrededor de un siglo.

En la actualidad disponemos de mucha m¨¢s informaci¨®n sobre ese remoto lugar. Docenas de modernos buques oceanogr¨¢ficos estudian los mares que circundan el continente ant¨¢rtico. Extraen informaci¨®n sobre las caracter¨ªsticas y el movimiento de las aguas, sobre la naturaleza y el relieve de sus fondos, y sobre la vida asociada a los mismos. Los sat¨¦lites obtienen precisos datos acerca de la topograf¨ªa, la distribuci¨®n de los hielos o las caracter¨ªsticas de la atm¨®sfera. Alrededor de sesenta y cinco estaciones cient¨ªficas pertenecientes a una treintena de pa¨ªses -una cuarentena de las cuales permanecen ocupadas todo el a?o- facilitan la permanencia en tan hostiles condiciones ambientales y dan apoyo a las labores que all¨ª se realizan.

Una de las diferencias m¨¢s notables entre las expediciones de la edad heroica y las actuales son las comunicaciones. Aquellos hombres permanec¨ªan meses e incluso a?os sin conexi¨®n con el exterior. En la actualidad, la mayor¨ªa de las bases y buques disponen de transmisiones v¨ªa sat¨¦lite, hay conexi¨®n a Internet, se reciben partes meteorol¨®gicos, se pueden enviar y recibir correos electr¨®nicos, as¨ª como llamadas telef¨®nicas desde el pa¨ªs de origen o desde campamentos remotos. Con ello han mejorado enormemente la eficacia y la seguridad de las operaciones, a la vez que ha supuesto un dr¨¢stico cambio en la sensaci¨®n de aislamiento.

La base m¨¢s antigua de la Ant¨¢rtida es la argentina Orcadas, establecida en 1904, y la m¨¢s grande de todas, con gran diferencia sobre las dem¨¢s, la norteamericana McMurdo. En esta ¨²ltima se dan muchos elementos para apreciar claramente los contrastes con la etapa heroica. A pocos centenares de metros de esa gran base, en la que llega a haber unas 1.200 personas, se encuentra la caba?a construida en 1902 por la expedici¨®n del buque Discovery, durante el primer intento de Scott para alcanzar el Polo Sur. No lejos de all¨ª, en el cabo Evans, est¨¢ la caba?a de 1911, erigida por Scott con la expedici¨®n del buque Terra Nova. En el interior de estas caba?as se conservan numerosos utensilios de cocina, cajas de alimentos e incluso ropas de aquellas expediciones. El ambiente es profundamente evocador de la ¨¦poca heroica, y el contraste, enorme al comparar aquello con nuestra moderna vestimenta, y sobre todo con el interior de alguno de los edificios de la vecina base McMurdo.

Uno de los lugares m¨¢s singulares de la Ant¨¢rtida, que difiere del habitual paisaje cubierto de hielo, se encuentra precisamente en la regi¨®n del Mar de Ross, donde se desarrollaron aquellas expediciones de hace un siglo. Se trata de los Dry Valleys, objetivo de nuestro trabajo de campo a principios de 2010 realizado con el apoyo del programa ant¨¢rtico de Nueva Zelanda. Con unos 6.700 kil¨®metros cuadrados de extensi¨®n, los Dry Valleys es el sector destapado de hielo m¨¢s amplio de todo el continente. All¨ª las temperaturas m¨ªnimas llegan a 60 grados bajo cero y la precipitaci¨®n anual equivalente es entre 10 y 100 mil¨ªmetros, menos que en la mayor¨ªa de los desiertos, de ah¨ª el nombre.

En los Dry Valleys existen lugares tan extraordinarios como el lago Vanda, el mayor de los existentes en la superficie de la Ant¨¢rtida, aunque relativamente peque?o si se compara con los alrededor de 170 lagos de tama?o considerable que hoy se sabe que existen bajo el casquete de hielo. El mayor de todos ellos, el lago Vostok, tiene unos 14.000 kil¨®metros cuadrados y una profundidad que supera los 500 metros, todo ello situado bajo tres kil¨®metros y medio de hielo. En los ¨²ltimos a?os se ha avanzado considerablemente en el conocimiento de los ambientes subglaciares, y en particular en apreciar el importante papel que tienen las aguas existentes bajo el hielo en los balances glaciares y en los aportes de agua dulce a los m¨¢rgenes de los casquetes polares, con las consiguientes consecuencias en los ecosistemas litorales, la calidad de las aguas y las corrientes marinas.

Hay muchos campos de la ciencia para los que la Ant¨¢rtida supone un escenario privilegiado. Muestra de ello son el reconocimiento de los cambios de temperatura y de gases de efecto invernadero en la atm¨®sfera a lo largo de los ¨²ltimos 800.000 a?os, mediante el estudio del hielo ant¨¢rtico y de las burbujas de aire que contiene; el descubrimiento del agujero de ozono; la reconstrucci¨®n de la historia geol¨®gica teniendo en cuenta esta pieza que fue central en el supercontinente Gondwana; los estudios sobre biodiversidad y adaptaci¨®n de la vida a ambientes extremos; la observaci¨®n astron¨®mica desde la meseta central; la influencia en las corrientes marinas y en el nivel global del mar, o los experimentos de captaci¨®n de neutrinos en el Polo Sur, entre otros.

Es reconocida la relevancia de la Ant¨¢rtida para muchos procesos terrestres, en particular en el contexto actual de calentamiento global y cambio clim¨¢tico. Hoy sabemos que la Ant¨¢rtida en su conjunto se ha calentado en los ¨²ltimos cincuenta a?os, y que la regi¨®n de la pen¨ªnsula Ant¨¢rtica es la zona del hemisferio sur en la que m¨¢s ha aumentado la temperatura y una de las que m¨¢s se han calentado en el mundo. La investigaci¨®n cient¨ªfica en la Ant¨¢rtida, y en las regiones polares en general, es cada vez m¨¢s un esfuerzo multinacional, como ha constatado e impulsado la reciente celebraci¨®n del A?o Polar Internacional 2007-2008.

La Ant¨¢rtida ha pasado de ser escenario de rivalidades, como en cierto modo puede representar la carrera de Scott y Amundsen por alcanzar el Polo Sur, a convertirse en un ejemplo y un s¨ªmbolo de cooperaci¨®n internacional. El indudable ¨¦xito del Tratado Ant¨¢rtico, que entr¨® en vigor en 1961, ha conseguido que la Ant¨¢rtida no se haya convertido en escenario de discordia internacional. Se ha consolidado un sistema en el que los pa¨ªses colaboran en su administraci¨®n, estudio y preservaci¨®n. La protecci¨®n medioambiental, gracias al denominado Protocolo de Madrid (de 1991 y en vigor desde 1998), se ha convertido hoy en uno de los pilares principales del Sistema del Tratado Ant¨¢rtico.

Espa?a es desde 1998 uno de los 28 pa¨ªses con capacidad decisoria en el tratado. Mantiene dos bases ant¨¢rticas, env¨ªa expediciones cada a?o y nuestros cient¨ªficos unen hoy sus esfuerzos a los de sus colegas de otros 35 pa¨ªses que integran el SCAR (Scientific Committee on Antarctic Research), el ¨®rgano que desde 1958 se ocupa de promover y coordinar la investigaci¨®n cient¨ªfica en la Ant¨¢rtida, adem¨¢s de ser el asesor del tratado en cuestiones cient¨ªficas.

Un siglo despu¨¦s de las gestas protagonizadas por Amundsen, Scott y Shackleton debemos congratularnos de que en la Ant¨¢rtida se haya consolidado la cooperaci¨®n internacional, y tambi¨¦n de que Espa?a sea part¨ªcipe hoy de los esfuerzos colectivos para desarrollar la investigaci¨®n cient¨ªfica y la conservaci¨®n de uno de los lugares m¨¢s extraordinarios de la Tierra.

LAS RAZONES INEXPLICABLES DE LA EXPLORACI?N POLAR por ?SCAR GOGORZA Solo eran hombres, y, como tales, absolutamente imperfectos. Pero al mismo tiempo los protagonistas de la conquista de la Ant¨¢rtida, y del Polo Sur, son recordados como aut¨¦nticos h¨¦roes. Ya no quedan hombres as¨ª, quiz¨¢ porque nuestro mundo ahora es mucho m¨¢s peque?o, conocido, comunicado y ha sido estrujado para que no quede apenas margen para la aventura escrita en may¨²sculas. Los aventureros de nuestros d¨ªas no buscan llegar all¨ª donde nadie pudo llegar, sino que se contentan con llegar al fondo de s¨ª mismos, expres¨¢ndose, por ejemplo, en oc¨¦anos caprichosos y monta?as apartadas. Si la memoria colectiva y la historia tuvieran que organizar un podio en el cual tuviesen sitio las tres figuras m¨¢s publicitadas de la conquista del Polo Sur, en sus cajones figurar¨ªan sin duda el noruego Roald Amundsen y los ingleses Robert Falcon Scott y Ernest Shackleton. No fueron los ¨²nicos actores de la llamada edad heroica de la conquista de la Ant¨¢rtida, pero s¨ª los que pasaron a la posteridad. A su lado, unos secundarios de lujo escrutaron sus dotes de mando, constituyeron su equipo, les siguieron hasta la muerte o la rozaron. No hubo motines contra ninguno de los tres, quiz¨¢ porque sus personalidades eran extraordinarias, por mucho que sus debilidades, humores y voluntades inflexibles hagan que resulte muy complicado decidirse: ?pueden ser h¨¦roes unos seres tan humanos? Quiz¨¢ porque eran d¨¦biles fueron grandes.

Shackleton lleg¨® a tocar con la punta de los dedos la gloria de alcanzar por vez primera el Polo Sur, tarea en la que dos a?os despu¨¦s, en 1911, no fallar¨ªa Amundsen. Scott alcanz¨® el mismo punto un mes m¨¢s tarde, pereciendo junto a sus cuatro compa?eros durante un regreso infernal. La historia le retrata solo como un ilustre perdedor, pero su expedici¨®n fue pionera en el trabajo cient¨ªfico, tomando muestras singulares de una tierra absolutamente desconocida para el hombre. De hecho, dentro de la expedici¨®n inglesa de Scott hubo varias tramas, ninguna tan dram¨¢tica como la que ¨¦l mismo protagoniz¨®, pero quiz¨¢ mucho m¨¢s meritorias. Es el caso de Edward Wilson, Apsley Cherry-Garrard y Henry Bowers, quienes se impusieron una tarea tan noble como aparentemente absurda: ir a buscar, en pleno invierno, cuando el d¨ªa es siempre noche, unos huevos de ping¨¹ino emperador. Para lograrlo, colocaron el list¨®n del sufrimiento humano a niveles irracionales. La misi¨®n, de cinco semanas, fue recogida en un libro memorable firmado por Cherry-Garrard: El peor viaje del mundo. "La exploraci¨®n polar es la forma m¨¢s radical y al mismo tiempo m¨¢s solitaria de pasarlo mal que se ha concebido". Su relato arranca de esta forma y da el tono de su periplo: el term¨®metro alcanz¨® muchas veces los 60 grados bajo cero. Tumbados en su saco petrificado, temblaban tan descontroladamente que tem¨ªan que sus espaldas fuesen a partirse. Caminar era casi una bendici¨®n, pese a la escasa visibilidad, a las tormentas, a las terribles grietas en las que ca¨ªan con frecuencia y al peso que arrastraban en sus dos trineos: 330 kilos al iniciar el viaje.

Fue un milagro que alcanzasen la colonia de ping¨¹inos emperador, que rescatasen tres de sus huevos, que no pereciesen durante el regreso, sin apenas queroseno para cocinar y calentarse. Los tres huevos pueden verse hoy d¨ªa en el Museo de Historia Natural de Londres. Cherry-Garrard los entreg¨® en solitario a su regreso (Wilson y Bowers fallecieron al lado de Scott) y solo recibi¨® a cambio una mirada desde?osa del conservador jefe. "Yo hab¨ªa llegado a un grado de sufrimiento tal que en el fondo me daba igual morir si no sent¨ªa mucho dolor...", revela Cherry-Garrard en su escrito, donde tambi¨¦n se muestra orgulloso de que pese a la angustia, la desolaci¨®n y el dolor, jam¨¢s dejaron de pedir las cosas por favor o de dar las gracias, manteniendo formas de caballeros cuando su aspecto remit¨ªa al de unos animales apaleados.

El relato del tremendo viaje err¨¢tico de Ernest Shackleton tambi¨¦n descubre a una persona extraordinaria. Si ahora los gur¨²s de las charlas motivacionales lo citan como si fuese un colega, lo cierto es que su ejemplo no fue solo un ejercicio deslumbrante de liderazgo, sino de profunda humanidad, de sentido de la responsabilidad. Conquistados ambos polos, el reto era cruzar la Ant¨¢rtida. Ni siquiera lleg¨® a intentarlo: su buque, el Endurance, qued¨® atrapado primero, y masticado despu¨¦s, por los hielos, obligando a un grupo de 23 personas a una huida inhumana por salvar sus vidas que se prolongar¨ªa durante 20 infinitos meses.

A Shackleton le lleg¨® el reconocimiento desde sus fracasos: en 1902, junto a Edward Wilson y el propio Scott, alcanzaron un punto a 1.200 kil¨®metros del Polo Sur. El escorbuto casi aniquila a Shackleton, que hubiese fallecido de no ser por la ayuda de sus dos compa?eros, pero esto no le impidi¨® lograr una marca memorable: en 1908, acompa?ado por tres hombres, se plant¨® a 160 kil¨®metros del ansiado Polo sin ayuda de perros ni esqu¨ªs. Excelente esquiador y convencido de la ventaja de usar tiros de perros, Amundsen casi se pase¨® dos a?os despu¨¦s para plantar la bandera noruega en el punto tan ansiado. Diferentes libros han tratado de ahondar en las motivaciones que empujaron a este tr¨ªo de exploradores. Ninguno ofrece una explicaci¨®n, quiz¨¢ porque no es posible, como indica Cherry-Garrard: "?Por qu¨¦ algunos seres humanos desean con tanta urgencia hacer semejantes cosas, sin detenerse en las consecuencias, empujados por nadie excepto por s¨ª mismos? Nadie lo sabe. Existe un enorme deseo de vencer las terribles fuerzas de la naturaleza, y quiz¨¢ de cobrar conciencia de nosotros mismos, de la vida y del enigm¨¢tico funcionamiento de las mentes humanas. La capacidad f¨ªsica constituye el ¨²nico l¨ªmite. Estoy cansado para contar el c¨®mo, cu¨¢ndo y d¨®nde. Pero ?y el porqu¨¦? Ese es el misterio".

Jer¨®nimo L¨®pez es profesor de Geolog¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid y presidente del Comit¨¦ espa?ol del SCAR. Web del SCAR: www.uam.es/cn-scar Web del A?o Polar Internacional: www.ipy.org Publicaci¨®n sobre la organizaci¨®n y los resultados preliminares del A?o Polar: www.icsu.org/news-centre/publications/reports-and-reviews/ipy-summary