Las pioneras que crearon escuela
Un proyecto audiovisual recoge el testimonio de 25 mujeres que narran las dificultades de estudiar en la universidad durante la ¨¦poca franquista
Con apenas 10 a?os, Ant¨ªa Cal ya ten¨ªa claro que su futuro pasaba por ir a la universidad y estudiar Filosof¨ªa y Letras. No obstante, en 1940 la sombra del franquismo ya hab¨ªa convertido las facultades en un lugar hostil para las mujeres y la decisi¨®n de qu¨¦ deb¨ªan hacer o no con su futuro no estaba en sus manos, sino en la de los hombres de la familia. "En aquellos tiempos, la ¨²nica carrera reservada para nosotras era el matrimonio", explica. A sus 86 a?os y con tres licenciaturas a sus espaldas, esta pedagoga nacida en el seno de una familia emigrante originaria de Muras (Lugo) forma parte de una generaci¨®n de mujeres que rompieron con los convencionalismos de la ¨¦poca y decidieron asomar la cabeza en un espacio que parec¨ªa destinado s¨®lo a los hombres.
Las universitarias t¨¦n¨ªan que realizar tres cursos de labores de costura Teresa
Sanz: "Aquello m¨¢s que ense?anza era un adoctrinamiento"
Ant¨ªa Cal: "La ¨²nica carrera reservada para las mujeres era el matrimonio"
"Estaba mal visto ver a las chicas en carreras nobles como Medicina"
Su testimonio, al igual que el de otras universitarias precursoras, formar¨¢ parte del que ser¨¢ el primer fondo audiovisual biogr¨¢fico con 25 entrevistas que reflejan las dificultades que tuvieron que pasar para hacerse un hueco en las facultades durante el per¨ªodo franquista. "La dictadura cort¨® la trayectoria que llevaban las mujeres desde que en 1910 se les permitiera tener estudios superiores", se?ala Victoria Martins, una de las investigadoras de la Universidade de Vigo que colabora en el proyecto. "Estaba mal visto que las chicas quisieran entrar en carreras nobles como Medicina o Derecho y apenas ten¨ªan salida laboral porque no se les permit¨ªa el acceso a notar¨ªas o magistraturas", aclara Martins.
Para Ant¨ªa Cal, como para muchas mujeres de entonces, el principal escollo para llegar a la universidad estaba en su propia casa. "Como no hab¨ªa dinero para que estudi¨¢semos todos, mi padre prefiri¨® que mi hermano estudiara Medicina y a m¨ª me dijo que ayudara a mi madre con las tareas del hogar. Me pareci¨® muy injusto", recuerda. Luego de insistir, solo consigui¨® que le dejaran cursar Comercio, carrera que estudi¨® por libre y termin¨® en un a?o junto con la de Magisterio. Por aquel entonces, ellas deb¨ªan hacer tres cursos de labores de costura para completar sus estudios. "Era dur¨ªsimo. Casi me quemo las pesta?as cortando hilos", confiesa. Finalmente, en 1940 su familia accedi¨® a que se trasladase a Santiago a estudiar Filosof¨ªa y Letras, pero la universidad no fue lo que ella esperaba. "No nos quer¨ªan all¨ª. En la facultad no pint¨¢bamos nada y los profesores pasaban a nuestro lado como si fueramos fantasmas", admite la pedagoga. Con todo, la suya era una de las carreras que empezaba a contar con mayor presencia femenina, no as¨ª otras como Medicina. "All¨ª estudiaban solo dos chicas a las que trataban como aut¨¦nticas esclavas. Hac¨ªan los ex¨¢menes a parte y les apuntaban con un foco al m¨¢s puro estilo hitleriano", asegura.
Pero no solo Ant¨ªa Cal se sinti¨® decepcionada por lo que promet¨ªa ser la universidad. La maestra lucense Teresa Sanz entr¨® en el 1940 en la Escuela Normal, el Magisterio de la ¨¦poca. Su padre fue un conocido profesor que lleg¨® a estar cinco a?os en la c¨¢rcel por sus ideas republicanas, con lo cual su presencia era doblemente hostil. "Ademas de ser mujer, molestaba por ser hija de una persona non grata", explica. Teresa cuenta como por aquel entonces los profesores "no estaban por la labor de ense?ar, ya que cre¨ªan que nuestro sitio era estar en casa cuidando del marido". La inclusi¨®n del ideario franquista en los temarios de la ¨¦poca estaba a la orden del d¨ªa, hasta el punto de que la maestra apunta que "m¨¢s que ense?anza, aquello era un adoctrinamiento". "Cuando tuve que hacer las oposiciones era obligatorio aprenderse los 27 puntos de la Falange, siempre ca¨ªa uno en el examen", se?ala.
Al igual que Teresa Sanz, Milagros Rey Hombre tambi¨¦n eligi¨® seguir la estela de su padre y romper moldes al convertirse en la primera mujer arquitecto de Galicia a mediados de los a?os 40. "Cuando le dije que quer¨ªa ir a la universidad, mi padre casi se muere del susto. Sab¨ªa lo peligroso que era" declara. Para poder cumplir su sue?o, Milagros tuvo que hacer las maletas e irse a estudiar a Madrid. All¨ª, a pesar del momento pol¨ªtico que estaban viviendo "los estudiantes intent¨¢bamos mantenernos al margen". No obstante, la arquitecta coru?esa recuerda como reci¨¦n llegada a la capital un catedr¨¢tico le pregunt¨® que por qu¨¦ no hac¨ªa arquitectura femenina. "Apenas s¨¦ de arquitectura como para distinguir entre los dos sexos", contest¨®.
Aunque a d¨ªa de hoy las mujeres sean mayor¨ªa en las facultades, en los puestos de responsabilidad todav¨ªa est¨¢n en franca desventaja con respecto a los hombres. "Existe a¨²n el machismo en la universidad. Si son ellas quienes tienen los mejores expedientes no tiene sentido que no tengan representaci¨®n en los escalafones m¨¢s altos", denuncia Victoria Martins.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.