Las may¨²sculas de la Igualdad
?Por qu¨¦ no hemos alcanzado la Igualdad? Tal vez esta interrogante no se formula tan abiertamente porque de ese modo nos ahorramos asumir las responsabilidades de la respuesta. La igualdad entre hombres y mujeres no llega porque requiere previamente la conmoci¨®n de algunos de los pilares en la estructura de todo el orden social establecido. Si la igualdad est¨¢ ¨¦ticamente residenciada en la moral y moralmente, en la pol¨ªtica de los valores, no basta solo con las arduas decisiones legislativas, y con los compromisos pol¨ªticos, sino que necesita de la convicci¨®n profunda de que no es democracia plena y verdadera sin nosotras.
Por todo esto, es f¨¢cil entender que no es tarea sencilla, pero tambi¨¦n es dif¨ªcil aceptar que, tras m¨¢s de 30 a?os de democracia, esta cuesti¨®n central de la vida de la pol¨ªtica vaya tan lenta. Sospechosamente lenta. Los datos lo demuestran.
La discriminaci¨®n de las mujeres es la pieza que abre y cierra todas las dem¨¢s injusticias
Dicho todo esto, creo que la primera respuesta a la antedicha pregunta es otra pregunta: ?por qu¨¦ el otro lado de esta lucha por la igualdad no se acaba contundentemente de activar? Ese otro lado es b¨¢sicamente el que tendr¨ªan que haber movilizado m¨¢s y mejor los varones dem¨®cratas. Otra pregunta intr¨ªnseca es: ?Por qu¨¦ los varones dem¨®cratas creen que pueden serlo, y al mismo tiempo no considerar que es su obligaci¨®n principal esta tarea de transformaci¨®n? o ?c¨®mo puede un var¨®n dem¨®crata, por ejemplo, usar la prostituci¨®n, y no pensar que tiene un problema grav¨ªsimo en materia de derechos humanos, que al fin y al cabo son la raz¨®n de existir de la democracia? Podr¨ªamos seguir encadenando preguntas y respuestas y con todas ellas ir entrando en la esencia del gran y central asunto.
Es obvio que el orden de los factores que componen la arquitectura de la agenda pol¨ªtica de la democracia se inicia por la econom¨ªa y la producci¨®n de las cosas, y es, el capitalismo y sus componentes, desgraciadamente la ¨²nica f¨®rmula organizadora de esta sociedad. Esta ha sido tambi¨¦n la construcci¨®n patriarcal y masculinista, que olvida pol¨ªticamente que la vida no arranca en el mercado, sino en el paritorio. Mala cosa, porque la propia realidad indica lo contrario: la maternidad y la reproducci¨®n de la especie son el hecho primigenio de nuestro mundo, y diremos categ¨®ricamente que no es un hecho privado. Otra cosa es que el machismo ambiental lo haya convertido en un acontecimiento interno de la vida m¨¢s de las mujeres incluso que de los hombres, habi¨¦ndolo reducido a unas circunstancias que lo despojan de la gran proyecci¨®n pol¨ªtica que tiene. El sentimiento maternal investido de poder es una fuerza femenina a¨²n sin explorar que el mundo necesita para su equilibrio.
Si mir¨¢ramos la vida con rigor colocar¨ªamos el hecho del nacimiento, al menos, a la altura del mercado, lo que nos permitir¨ªa una mirada justa y equilibrada sobre las vidas verdaderas de hombres y mujeres. No siendo as¨ª, todas las estad¨ªsticas cantan la multitud de problemas que acumulamos las mujeres por el hecho de serlo en cualquier lugar del mundo, incluidas las democracias y econom¨ªas desarrolladas.
Este modus operandi de la sociedad machista hace que los problemas de las mujeres est¨¦n muy disminuidos como problemas sociales o pol¨ªticos, no siendo priorizados nunca en la "gran agenda" de la pol¨ªtica. Con lo que las democracias viven en una contradicci¨®n may¨²scula, al pretender no mirar en firme y a fondo los mayores problemas acumulados, no por un colectivo, sino por m¨¢s de la mitad de sus correspondientes poblaciones, que somos las mujeres de todo el mundo. La mayor¨ªa absoluta natural del planeta.
Esta incomprensible situaci¨®n rompe incluso con el principio elemental democr¨¢tico de la regla de la mayor¨ªa y de este modo alargamos irracionalmente las expectativas de las mujeres y la resoluci¨®n de sus problemas, consiguiendo que ni siquiera exista una gran conciencia colectiva a veces de las propias mujeres para avanzar.
Continuaremos preguntando: ?Ha llegado el momento de movilizarnos las mujeres por nosotras mismas m¨¢s y mejor? Me refiero a pensar en serio y con la experiencia democr¨¢tica que ya tenemos si hemos tocado techo en las posibilidades de acelerar los cambios de la mano de las estructuras tradicionales de los partidos, incluidos los de izquierdas, que son sin duda aliados de la igualdad.
Se tratar¨ªa de empujar el encuentro de las mujeres para la conciencia pol¨ªtica y en la direcci¨®n de encontrar salida a sus situaciones y problemas. La crisis, la tan presente crisis, puede y debe propiciar nuevas miradas sobre viejas realidades sobre todo en un terreno libre y democr¨¢tico abonado para trabajar de otro modo, tras m¨¢s de 30 a?os de experiencia democr¨¢tica.
El tiempo y su paso no dejan nada inalterado, tampoco la impaciencia e incomprensi¨®n que nos produce a los verdaderos dem¨®cratas todo esto, y su ¨®rdago mayor, que son los asesinatos de tantas mujeres al cabo del a?o, -cada a?o sin falta-, y que la sociedad no parece asumir como una realidad frente a la cual levantarse con la contundencia como lo ha hecho, por ejemplo, contra el otro terrorismo, me refiero al de ETA.
El equilibrio de condiciones de vida, de igualdad de derechos y asunci¨®n de la diversidad de hombres y mujeres ni es un eslab¨®n m¨¢s ni uno de tantos de la cadena moral de la Igualdad. Es alfa y omega. Dicho de otro modo, la discriminaci¨®n de las mujeres es la pieza que abre, cierra, y amontona todas las dem¨¢s injusticias que acumula la desigualdad en cualquier ser del planeta. Por ello, no es un atajo, ni un anexo de la gran pol¨ªtica, sino la verdadera gran pol¨ªtica de transformaci¨®n y avance de la humanidad a trav¨¦s de las f¨®rmulas democr¨¢ticas.
Quiz¨¢s ha llegado el momento de concentrarnos valientemente en ello todas las mujeres, frente a aquellos que a duras penas lo aceptan, frente a aquellos que lo boicotean subrepticiamente, frente a aquellos que lo niegan, e incluso frente a aquellas mujeres en posiciones de influencia que son instrumentos ¨²tiles de esta profund¨ªsima contradicci¨®n pol¨ªtica de la democracia, por no decir instrumentos perfectos para la coartada de tantos varones.
Qu¨¦ podemos esperar de una derecha pol¨ªtica que hist¨®ricamente ha colaborado poco a la lucha por los derechos formales de igualdad de hombres y mujeres, que en estos ¨²ltimos ocho a?os ha recurrido pr¨¢cticamente todas las leyes de igualdad de g¨¦nero. Pero, sin ambages, tambi¨¦n deber¨ªamos decir que quiz¨¢s la izquierda tradicional ha tocado techo.
No se trata solo de hacer bandera pol¨ªtica del feminismo en la izquierda en general y en el socialismo. No es una cuesti¨®n de asumir los postulados de las mujeres. Es dejar que ellas, de forma directa, transformen y protagonicen otra pol¨ªtica, otras respuestas. Una parte capital de la socialdemocracia por venir en Europa estar¨¢ en los contenidos del feminismo pol¨ªtico y en las energ¨ªas creativas de muchas mujeres del mundo que conocen la realidad desde abajo, donde la realidad no es objeto ni de teor¨ªa ni de especulaci¨®n.
Carmen Calvo es doctora en Derecho, profesora titular de Derecho Constitucional en la Universidad de C¨®rdoba y exministra de Cultura.
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