Escaramuzas del poeta saturniano
Mart¨ªnez Sarri¨®n dio a su primer diario el t¨ªtulo taurino de Cargar la suerte y se autorrecomend¨®, para evitar "el irresponsable, est¨¦ril, fr¨ªvolo y superficial elitismo", una buena dosis de "independencia, apartamiento alerta, iron¨ªa o humor en toda la gama y llaneza". El segundo volumen, Esquirlas, evocaba las astillas que se desprenden de lo que se fractura a fuerza de golpes contra algo m¨¢s duro: la estupidez ajena o la historia, supongo. Y se encomendaba all¨ª al "adelgazamiento expresivo, econom¨ªa, transparencia [...], indicios de que un escritor ha logrado la madurez y la maestr¨ªa". En Escaramuzas, el tercero de los diarios, se acoge a la "claridad, concisi¨®n, elegancia y una punta de humor", mientras que el t¨ªtulo parece que evoca no tanto el combate como la esgrima ¨¢gil y reiterada.
Escaramuzas (Dietario III) (2000-2010)
Antonio Mart¨ªnez Sarri¨®n
Alfaguara. Madrid, 2011
256 p¨¢ginas. 16,50 euros
Farol de Saturno
Antonio Mart¨ªnez Sarri¨®n
Tusquets. Barcelona, 2011
88 p¨¢ginas. 10 euros
Se apuntan t¨ªtulos de posibles libros que son muy reveladores porque hablan de aislamiento, resistencia o da?o
De todas estas cosas -lances de lidia, esquirlas y escaramuzas- hay en este tenaz heredero de Juan Benet (la impresi¨®n de su muerte abr¨ªa Esquirlas) y, por supuesto, tambi¨¦n est¨¢n todas esas virtudes del estilo que buscan sus autorrecomendaciones. Del "gran estilo" benetiano queda el empaque sentencioso a lo Quevedo -de quien Mart¨ªnez Sarri¨®n es fidel¨ªsimo-, as¨ª como el arrimo a cierto desgarro culto m¨¢s que popular. Y, sin embargo, hay una permanente renuncia a la frondosidad divagatoria que no era ajena a Benet. El apunte tiende a ser m¨¢s esquem¨¢tico que otra cosa; se prefiere la enumeraci¨®n de nombres propios a la efusi¨®n de adjetivos; la menci¨®n escueta de un estado de ¨¢nimo o un paisaje al deliquio rememorativo. Supongo que por eso se cita a menudo al lac¨®nico P¨ªo Baroja con encomio. Y el escritor confiesa que, si pusiera mano a una ficci¨®n en prosa, le gustar¨ªa "ser un Baroja sin su extremado nihilismo o un Pla menos c¨ªnico. Por ah¨ª".
Por supuesto, desde el diario de 1995 -cuyas anotaciones nos llevan de 1968 a 1992- hasta el actual, con textos de 2000-2010-, el talante del escritor se ha hecho m¨¢s adusto porque el horno no est¨¢ para bollos y la irritaci¨®n salta m¨¢s a menudo. No siempre se comparten los t¨¦rminos de esta: no es lo mismo Camilo Jos¨¦ Cela que Vargas Llosa, ni Francisco Umbral que F¨¦lix de Az¨²a, por ejemplo, y quiz¨¢ fuera deseable que se aplicara a alguno de los zaheridos -Espada, Juaristi o Savater- la misma piedad que a Ernst J¨¹nger o a Jorge Luis Borges. Pero es norma que vale para los diarios y una prerrogativa de la s¨¢tira moral que sus cr¨ªticos nos atengamos a la coherencia expresiva y no entremos en la discrepancia ideol¨®gica. Por lo dem¨¢s, el lugar personal¨ªsimo desde el que se libran las "escaramuzas" del ¨²ltimo diario queda perfectamente delimitado. Con mucha raz¨®n, su autor nos recuerda que unos a?os convulsos en la vida de Francia (la v¨ªspera de la guerra de 1939) nos legaron La n¨¢usea de Sartre, La conspiraci¨®n de Nizan, Gilles de Drieu la Rochelle, El tiro de gracia de Yourcenar y Tierra de hombres de Saint-Exup¨¦ry. No es mal paisaje literario en lo que toca a la pugna de las ideas y los sentimientos... Y en lo que concierne al motor moral de una po¨¦tica, recordemos que este escritor -al que Benet llamaba "el moderno"- vindica todav¨ªa la memoria de aquella "absoluta radicalidad est¨¦tica" que parece "palpar ese extremo de lo expresable con sentido": all¨ª est¨¢n los suyos, desde C¨¦zanne, Rimbaud y Mallarm¨¦ hasta Joyce, Faulkner, Paul Celan y John Cage. Sin olvidar a Robert Bresson y a Andr¨¦i Tarkovski.
En algunas anotaciones de este diario se apuntan t¨ªtulos de posibles libros que son muy reveladores -Sin anestesia, Paradero desconocido, Victoria del desollado...- porque hablan de aislamiento, resistencia o da?o. El ¨²ltimo poemario de Mart¨ªnez Sarri¨®n, sin embargo, se llama Farol de Saturno, lo que tambi¨¦n tiene su miga: nos trae una luz aunque sombr¨ªa y menciona al patr¨®n mitol¨®gico de los grandes creadores melanc¨®licos y algo malhumorados. El farol ep¨®nimo alumbra dos notables conjuntos de composiciones aparentemente dispares y, sin embargo, complementarios: 'H¨¢bitos de los disc¨ªpulos de Buda' es una serie de s¨¢tiras morales acerca de la sobrevivencia y la segunda parte, sin t¨ªtulo, es un inventario de motivos campesinos, modestos y desvencijados recuerdos de la infancia pero profundamente enraizados en la vida, que parecen ser las recompensas de aquellos primeros disc¨ªpulos de Buda que esquivaron la vida consuetudinaria, callaron casi siempre y procuraron no participar de las injusticias.
La apelaci¨®n a Buda es lo de menos, aunque sirva para subrayar el sesgo laico y utilitario de estos consejos y observaciones. Mart¨ªnez Sarri¨®n y los disc¨ªpulos de Gautama son, en rigor, mucho m¨¢s romanos, de la secta de Juvenal y tambi¨¦n sobrinos de Lucrecio, el materialista, y de S¨¦neca, el estoico. No los quieren en los empleos que piden "agresividad, tes¨®n, / disponibilidad fuera de horario, / bien rasurado, polos de Lacoste / y, en cualquier trance, positividad" y, desde luego, son al¨¦rgicos al "tel¨¦fono m¨®vil de los huevos, / que hoy se utiliza tanto para un roto: / intercambiar cuatro sandeces / sincopadas sin arte, / como para un descosido: / navegar por la Red o dedicarse al 'zapping". El ¨²ltimo de los poemas de esta serie nos descubre a dos "claros poetas" que avanzaron por aquella misma senda y "que yo quer¨ªa faros o atalayas / guiando en plena noche nuestras torpes derivas": Robert Graves y Jorge Guill¨¦n. Ninguno de los dos son mala recomendaci¨®n y, en efecto, bastantes de los poemas campesinos de la segunda parte tienen ecos de la avidez vital de Graves, de la serenidad demorada de Guill¨¦n y no poco de la unci¨®n emotiva de Claudio Rodr¨ªguez, otro poeta apreciado por el autor y varias veces presente en sus diarios. Pero Mart¨ªnez Sarri¨®n prefiere acercarse sin muletas filos¨®ficas, ni coartadas l¨ªricas, a ese mundo en que hay escarabajos, ratas, una jornada de pesca, una hoguera de pastor bien calculada o la carta de una enamorada iletrada. En 'Carretera que serpentea sobre la colina' evita que las "sendas perdidas" tengan que ver con "las que recorr¨ªa aquel fil¨®sofo / de palabra exigente y pol¨ªtica errada" (Holzwege, de Heidegger) e incluso prefiere que los "claros del bosque" no recuerden los de "cierta vieja dama / con algo de sibila y pitonisa" (Mar¨ªa Zambrano). Y en 'Peque?a alquer¨ªa', la tentaci¨®n de pensar en los paisajes m¨¢gicos y levitantes de Joan Mir¨®, le lleva a acumular por el contrario los nombres de otras cosas que prefiere: "petr¨®leo o queroseno, / ropa fuerte y barata, buenas botas / para el agua y el barro" y, sobre todo, "una de esas barajas / que, por lo abarquillada y lo mugrienta, / han dejado de usar en al casino". Cuando en el cierre canta el ¨²ltimo grillo del oto?o ("sin m¨¢s prop¨®sito ni m¨¢s postulaci¨®n de un yo rid¨ªculo"), el poeta zumb¨®n y corrosivo piensa que "celebra lo que fue / su conexi¨®n al Todo, / que se verific¨® con el m¨ªnimo coste". Esta diminuta f¨¢bula es una joya concentrada de las que s¨®lo la madurez y la maestr¨ªa producen de cuando en cuando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.