Sergio Sanz
Uno de los artistas m¨¢s singulares de su generaci¨®n, Sergio Sanz (Santander, 1964) presenta una selecci¨®n de su obra reciente, fechada toda en 2011, con una veintena de cuadros, de diversos formatos y pintados con acr¨ªlico sobre lienzo. Doy cuenta de estos datos t¨¦cnicos, en apariencia irrelevantes, para enfatizar mejor el halo de rareza que ha desprendido siempre Sergio Sanz, una rareza que restalla precisamente por la discreci¨®n de sus medios. No es que hoy sea raro pintar o, en todo caso, hacerlo bien, como ¨¦l lo hace, sino el extra?o mundo que con ello construye o reconstruye, porque su universo figurativo est¨¢ repleto de jirones temporales escapados de la corriente hist¨®rica, convertida as¨ª por ¨¦l en un bric-¨¤-brac, cuyo peso nos resulta tanto m¨¢s agobiante cuanto el pasado narrado nos resulta de una presencia inminente. En este sentido, hay un tema dominante en la exposici¨®n, el de los conjuntos y bandas de jazz de la dorada ¨¦poca de los a?os 1920, pero al que Sergio Sanz somete al filtro de lo siniestro, recreando el sabor de las fotograf¨ªas antiguas, con blancos y negros como satinados o tonos sepias. En el fondo, estos grupos recuerdan las Conversation pieces, esas "escenas de conversaci¨®n", donde nuestro mundo se fragu¨® en un marco familiar burgu¨¦s, cuya domesticidad se ha transformado cada vez m¨¢s en una exhibici¨®n de seres m¨¢s o menos monstruosos. Entre el surrealismo y el pop, la pintura de Sanz posee la peculiaridad de lo espectral, aunque sus fantasmas se hayan despojado de los colorines dalinianos en favor de una intimidante fuerza herrumbrosa. Con un dibujo de calidad suntuosa, de nuevo la pintura de Sergio Sanz no nos deja indiferentes. No puede hacerlo, pues nadie puede ser refractario a los secretos mejor guardados de uno mismo, sobre todo, cuando alguien los airea con tan insidiosa penetraci¨®n.
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