Y ahora...
Ahora tocar¨ªa Escocia, pero seamos cautos. Se¨¢moslo, pese a esta algarab¨ªa scottish que se ha apoderado de articulistas y burukides, y que no s¨¦ si es algo m¨¢s que ese viento peri¨®dico que hace ondear cada poco las banderas e insufla el ¨¢nimo necesario a quienes viven en el ansia de lo improbable. Llevamos m¨¢s de un siglo recorriendo la geograf¨ªa universal en pos de alg¨²n espejuelo del sue?o, de alg¨²n reflejo que le d¨¦ vida, y si hace no mucho nos deslumbramos con Quebec, ahora sustituimos sus destellos apagados por la nueva luminaria, y ahora le toca a Escocia, nuevo testigo de lo posible.
I?igo Urkullu cuestionaba en su discurso de reelecci¨®n a quienes negaban que en Europa se pudiera aplicar la autodeterminaci¨®n "con respecto a lo que sea decidido por quien lo ha de decidir", y lo hac¨ªa con la mirada puesta en Escocia. Pero lo que s¨ª parece seguro es que los escoceses no podr¨¢n decidir -porque Londres lo impide- lo que realmente les gustar¨ªa decidir: la autonom¨ªa fiscal, esto es, ser como Euskadi. Lo que dicta Londres es: como todos o fuera, y todos tan contentos. Y fuera, con reina o sin ella, hace mucho fr¨ªo.
I?igo Urkullu parece un hombre razonable, alejado del mesianismo hist¨¦rico del nacionalismo reciente, tanto de su partido como del resto de fuerzas y movimientos independentistas. La ¨²nica meta de su formaci¨®n, dice sin ambages, es lograr la independencia, y, en efecto, no puede decir otra cosa porque esa es la raz¨®n de ser de su partido, el motor que lo impulsa. La meta, sin embargo, puede dictar el impulso, pero no necesariamente obnubilar a quienes la persiguen hasta el extremo de que lleguen a ignorar las condiciones y posibilidades del presente. A esto ¨²ltimo creo que se le llama pragmatismo y suele ir vinculado al acceso al poder pol¨ªtico, pues es en ¨¦ste en el que se encarna la plausibilidad de las metas, la pervivencia y la consecuci¨®n del objetivo, aunque ¨¦ste pueda parecer ut¨®pico. El poder es el presente del deseo; no lo relega, sino que lo actualiza, y cuando I?igo Urkullu nos presenta su proyecto, su "nuevo estatus pol¨ªtico" en Espa?a, no nos est¨¢ ofreciendo un globo hinchado para conseguir el poder desde su nacionalismo "inclusivo", sino que reclama con ¨¦l el ahora del poder para la independencia futura.
De ah¨ª que cuando postula para Euskadi otro Gobierno, lo haga exigiendo un "Gobierno vasco de verdad", con lo que desautoriza al actual con una formulaci¨®n desdichadamente xen¨®foba, impresi¨®n que se agudiza cuando le atribuye como rasgos "la impostura y la indolencia", una caracterizaci¨®n del maketo que cre¨ªamos ya superada. I?igo Urkullu parece un hombre razonable, y sabe muy bien que ahora no toca Escocia, aunque nos equivocar¨ªamos si pens¨¢ramos que se ha olvidado del ma?ana y del ayer. Su ma?ana nos parece leg¨ªtimo, pero hay aspectos del ayer que tendr¨ªa que superar si pretende que su proyecto sea inclusivo de verdad.
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