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Reportaje:REVOLUCI?N | T?NEZ, EGIPTO, LIBIA

De la primavera al oto?o ¨¢rabe

La llama prendi¨® en un pueblo de T¨²nez hace un a?o. La inmolaci¨®n de un joven se convirti¨® en un s¨ªmbolo. El descontento social se extendi¨® y transform¨® en c¨®lera contra el humillante inmovilismo de los dictadores en Egipto, Libia, Yemen, Siria... Hacemos balance a trav¨¦s del viaje de dos reporteros a los puntos calientes de la revoluci¨®n y el an¨¢lisis de un escritor que conoce bien el mundo ¨¢rabe.

1 Mi primer contacto f¨ªsico con el mundo ¨¢rabe data de 1963, cuando fui invitado a la conmemoraci¨®n del primer aniversario de la independencia argelina por el Gobierno de Ben Bella. Aunque mis simpat¨ªas pol¨ªticas se dirig¨ªan a figuras de probada honradez como Ferhat Abb¨¢s, Ben Yedda o Budiaf, marginados por aqu¨¦l y por el ej¨¦rcito al mando del coronel Bumedi¨¢n, cre¨ªa a¨²n en la posibilidad de un Estado democr¨¢tico y socialista conforme al modelo entonces en boga de los pa¨ªses reci¨¦n independizados del yugo colonial agrupados en el conjunto de los No Alineados. El golpe de Estado de Bumedi¨¢n en 1965 que confiri¨® el poder al ej¨¦rcito y a su ap¨¦ndice pol¨ªtico -el Frente de Liberaci¨®n Nacional, controlado igualmente por el coronel- me hizo ver que una vez lograda la independencia tras una dur¨ªsima guerra de ocho a?os el camino de la democracia ser¨ªa largo, dif¨ªcil y sembrado de trampas. En mis sucesivos viajes a Argelia, que recorr¨ª casi por entero, advert¨ª la creciente desafecci¨®n popular por una dictadura que poco o nada ten¨ªa que ver con los ideales que exteriormente proclamaba. La rebeli¨®n juvenil contra el sistema en 1988, aplastada a costa de centenares de v¨ªctimas, puso en evidencia la profunda ruptura existente entre el poder y la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Entre tanto, la pol¨ªtica de arabizaci¨®n forzada llevada a cabo por maestros formados en Arabia Saud¨ª dio sus amargos frutos: el islamismo radical emergi¨® como ¨²nica alternativa cre¨ªble al FLN y el ej¨¦rcito. Las mezquitas se convirtieron en el ¨²nico espacio de abierta oposici¨®n al r¨¦gimen y el retorno a las fuentes m¨¢s puras del islam en el refugio de millones de marginados, unidos por su rechazo del hogra (desprecio), corrupci¨®n y arrogancia del llamado despectivamente "partido franc¨¦s".

El recurso al humor corrosivo sirve de ant¨ªdoto frente a d¨¦cadas de humillaci¨®n
?Hay una excepci¨®n marroqu¨ª? no ha vivido revueltas sangrientas ni casi protestas contra la monarqu¨ªa
En t¨²nez y en Egipto, el dilema es decantarse por el modelo turco o por el extremismo salafista

La convocatoria electoral de junio de 1991 confirm¨® los temores de la nomenklatura y de los d¨¦biles y fragmentados partidos laicos: el FIS (Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n) alcanz¨® la mayor¨ªa -como este oto?o, pero en circunstancias muy distintas, y con un proyecto m¨¢s moderado, en T¨²nez, Egipto y Marruecos-. Su discurso radical foment¨® la aparici¨®n de grupos salafistas cuyo lema era la lucha armada revestida del carisma de la yihad. Ante el previsible resultado de la segunda convocatoria, fijada seis meses despu¨¦s, el presidente Chadli Benyedid present¨® su dimisi¨®n y el poder f¨¢ctico suspendi¨® las primeras y ¨²ltimas elecciones libres de la historia argelina. Este golpe de Estado -aplaudido en contra de sus principios constitutivos por los partidos dem¨®cratas y los Gobiernos europeos por aquello de "ninguna libertad a los enemigos de la libertad", iba a sentar c¨¢tedra y permitir a los dictadores ¨¢rabes el visto bueno de Washington, Par¨ªs y Londres en cuanto supuestos baluartes contra el islamismo- desemboc¨®, como sabemos, tras el asesinato de Budiaf en la guerra civil o, por mejor decir, guerra contra los civiles de 1992-1998, que se sald¨® con la cifra de 150.000 muertos. El ej¨¦rcito y el FLN se impusieron a la rama militar del FIS, al GIA (Grupo Isl¨¢mico Armado) y a los islamistas de Takfir u Hixara (Excomuni¨®n y Exilio), cuyos ultras, refugiados en zonas monta?osas de dif¨ªcil control, se unir¨ªan en la pasada d¨¦cada a Al Qaeda del Magreb ¨¢rabe, y sus atentados y emboscadas colean a¨²n. Pero la frustraci¨®n y la c¨®lera de la poblaci¨®n abandonada a su suerte y sin posibilidades de emigrar a una Europa en crisis no se han apagado. Las tentativas de revuelta durante la primavera ¨¢rabe fueron abortadas con contundencia, y el temor a un nuevo ciclo de sangre como el de la anterior d¨¦cada actu¨® de cortafuegos en una gran parte de la poblaci¨®n.

2 En el caso de las revueltas de Yemen (pa¨ªs que recorr¨ª en 1993) y de Libia (cuyo r¨¦gimen, como el de Sadam Husein en Irak, me disuadieron de poner los pies en ellos) nos hallamos ante una serie de elementos comunes: carencia de una Constituci¨®n vertebradora de la sociedad, predominio exclusivo de los valores tribales, cl¨¢nicos, ¨¦tnicos y confesionales. La descolonizaci¨®n de Libia en 1951, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, se llev¨® a cabo de forma pac¨ªfica, pero la monarqu¨ªa fue depuesta en 1969 por el golpe militar del coronel Gadafi, cuyos siniestros 42 a?os de reinado (?¨¦l mismo se proclam¨® Rey de Reyes!) eliminaron toda huella de Estado regido por la ley, con partidos pol¨ªticos, prensa independiente y dotado de estructuras ajenas a su persona. Como proclam¨® en la plaza Verde al comienzo de la sublevaci¨®n popular en Bengasi, la Yamahiriya o Estado de las masas era ¨¦l y, en cuanto tal, encarnaba la totalidad de los poderes. Patr¨®n absoluto de un Estado policiaco que asesinaba impunemente a los opositores -la matanza de 1.400 presos en la c¨¢rcel de Ab¨² Salim es el ejemplo m¨¢s brutal de ello-, persegu¨ªa y asesinaba asimismo a los disidentes refugiados en el extranjero. Ello no obst¨® para que desde su colaboraci¨®n con la CIA a partir de 2003 y la exculpaci¨®n del atentado de Lockerbie fuera recibido con honores en Roma, Par¨ªs, Londres y Madrid con un ceremonial que produc¨ªa sonrojo en cabeza ajena. Su final desastroso, linchado por los mismos que ¨¦l llamaba "ratas", ha dejado a Libia ante un futuro incierto, con poder fragmentado entre facciones rivales (las de Misrata, Zent¨¢n, Bengasi y de las tribus due?as del man¨¢ petrolero) y sujeta a la presi¨®n de los Estados de la Coalici¨®n que apoyaron militarmente al Consejo Nacional de Transici¨®n con miras al futuro reparto de los dividendos del oro negro. ?Defender a la vez la democracia y los intereses econ¨®micos es el sue?o de todos los Gobiernos de Occidente, sean del color que sean!

El caso de las revueltas sangrientas de Yemen contra el poder aut¨®crata de Al¨ª Abdal¨¢ Saleh -que, como el clan Ben Al¨ª-Trabelsi, Mubarak, Gadafi y El Asad, pretend¨ªa instaurar una flamante dinast¨ªa republicana- presenta una serie de particularidades que las distinguen de las de T¨²nez, Egipto y Libia. Si las estructuras tribales y cl¨¢nicas no se diferencian de las estudiadas por Ibn Jald¨²n en la Muqq¨¢dima, a la divisi¨®n confesional entre sun¨ªes, chi¨ªes de la rama zayd¨ª mayoritaria en el norte y a la actual implantaci¨®n de Al Qaeda en la pen¨ªnsula Ar¨¢biga en la zona sure?a, se agrega la situaci¨®n creada por la precaria reunificaci¨®n de la Rep¨²blica ?rabe de San¨¢ con la Rep¨²blica Democr¨¢tica y Popular de Ad¨¦n, llevada a cabo en 1990 por el propio Saleh.

Esa fragmentaci¨®n ¨¦tnica, pol¨ªtica y religiosa la pude comprobar de visu durante mi estancia en el pa¨ªs de la reina de Saba. En la regi¨®n noroeste, las tribus iban armadas hasta las cejas. La mayor¨ªa de los congregados en los zocos semanales exhib¨ªan sus Kal¨¢shnikov y la autoridad estatal brillaba por su ausencia. Seg¨²n fui advertido, el rapto y consiguiente rescate de extranjeros era una pr¨¢ctica bastante extendida, de la que pude librarme tal vez por la barba sin afeitar y mi dialecto marroqu¨ª -la gente me identificaba como oriundo del Magreb el Aqs¨¢, esto es, el Occidente Extremo, que se sit¨²a para ellos en Marruecos-, as¨ª como por mi cita de un c¨¦lebre alhadiz del Profeta sobre la fe y sabidur¨ªa de los yemen¨ªes. El cuadro social se ajustaba a lo que nuestros vecinos del sur de Tarifa denominan bilad siba: territorio no sujeto a la ley del Sult¨¢n.

El paisaje f¨ªsico y humano de la difunta Rep¨²blica Democr¨¢tica y Popular era enteramente distinto. Si en los figones y asadores del norte los mozos serv¨ªan al cliente con rapidez y cambiaban los platos apenas los hab¨ªas vaciado de su contenido, en Ad¨¦n, despu¨¦s de veinte a?os de comunismo a la sovi¨¦tica, aguardaban ociosos a que solicitaras sus servicios. Los hoteles de construcci¨®n reciente sufr¨ªan, como en Argelia, una decrepitud galopante. El chirrido del ascensor made in Bulgaria de un establecimiento con vistas al mar me indujo a subir a pie las escaleras que conduc¨ªan a la terraza panor¨¢mica. La reunificaci¨®n no hab¨ªa logrado acoplar dos mundos opuestos. El presidente Saleh, en el poder durante d¨¦cadas, pretend¨ªa, antes de las revueltas ¨¢rabes, presentarse de nuevo a unas elecciones ama?adas con la misma impavidez y desverg¨¹enza que sus colegas de T¨²nez y Egipto. Ni las protestas airadas de la poblaci¨®n de la capital reprimidas con brutalidad ni el enfrentamiento armado de un sector del ej¨¦rcito ni la creciente agitaci¨®n tribal en la mayor¨ªa del pa¨ªs lograron arrancarle del sill¨®n presidencial al que se aferraba y con el que permaneci¨® unido de forma casi hipost¨¢tica. Como sus pares, jugaba la carta de la lucha contra Al Qaeda con miras al apoyo norteamericano y saud¨ª. Por tres veces consecutivas anunci¨® su retirada y la de la candidatura de su hijo a sucederle, y a continuaci¨®n se desdijo, incluso despu¨¦s de haber sufrido las consecuencias de la bomba incendiaria que cay¨® en la mezquita del palacio presidencial en la que oraba. Desde Arabia Saud¨ª, en donde fue tratado de sus heridas y quemaduras, sigui¨® con sus promesas de ceder el tim¨®n de mando en plazos cada vez m¨¢s cortos y regres¨® a San¨¢ para prolongar el ciclo de promesas de paz y de fuego graneado. Cuando escribo estas l¨ªneas -escarmentado con la suerte corrida por Mubarak y Gadafi- parece haberse resignado a dejar el poder a cambio de la inmunidad, suya y de su familia.

Los blogueros egipcios que difundieron la caricatura del anciano monarca saud¨ª al cuidado de varios beb¨¦s con las cabezas de Gadafi, Mubarak, Ben Al¨ª y otros d¨¦spotas de su especie se adelantaron a los acontecimientos. Uno de los rasgos m¨¢s sobresalientes de la primavera ¨¢rabe es su recurso al humor corrosivo como ant¨ªdoto contra d¨¦cadas de inmovilismo, pobreza y humillaci¨®n.

3 Despu¨¦s de mi ¨²ltimo viaje a Damasco (Jornadas damascenas, EL PA?S, 11-07-2010), invitado por el Instituto Cervantes a una lectura en la universidad, expuse mis impresiones de una ciudad que no hab¨ªa visitado desde hac¨ªa 37 a?os. Su modernizaci¨®n era evidente, las distintas comunidades religiosas conviv¨ªan de forma pac¨ªfica, las basuras no se acumulaban como antes en las calles de los barrios m¨¢s pobres, la ret¨®rica del "socialismo ¨¢rabe" se hab¨ªa disuelto en la p¨®cima de un liberalismo econ¨®mico que no osaba decir su nombre, liberalismo que, si beneficiaba a la burgues¨ªa de la capital y de Alepo, marginaba el sector agrario y la peque?a y mediana industria subvencionada por Hafez el Asad. Por encima de todo, mis interlocutores afirmaban que su hijo y heredero Bachar hab¨ªa abierto el espacio pol¨ªtico y encabezaba una prudente transici¨®n democr¨¢tica omitiendo el hecho de que los mecanismos del poder (ej¨¦rcito, la muhabarat y la estructura estatal del r¨¦gimen) segu¨ªan en manos de la minor¨ªa alau¨ª a la que pertenece el clan El Asad y cuya asabiya (esp¨ªritu de cuerpo) prevalec¨ªa sobre cualquier otra consideraci¨®n de orden nacional. Tras mi lectura, de tema estrictamente cultural, me llam¨® la atenci¨®n que los ministros de Informaci¨®n, Educaci¨®n y Cultura, sentados en la primera fila del anfiteatro, tomaran la palabra (uno de ellos, exembajador en Madrid, en perfecto espa?ol) sin dar paso al turno de preguntas habitual en estos actos. La frustraci¨®n de los j¨®venes asistentes era visible y as¨ª me lo confirm¨® uno de ellos. "No quieren preguntas molestas", me dijo despu¨¦s un diplom¨¢tico.

Lo ocurrido en los ¨²ltimos ocho meses, desde el levantamiento masivo de Deraa contra el asesinato de un adolescente por el "crimen" de haber trazado un grafito contra el r¨¦gimen, la ferocidad de la represi¨®n ha desmentido de forma rotunda el supuesto aperturismo de Bachar el Asad: sus m¨¦todos de castigo no se distinguen de los empleados por su padre contra la insurrecci¨®n islamista de 1979-1982, aplastada definitivamente en Hama a costa de m¨¢s de veinte mil v¨ªctimas. Despu¨¦s de Deraa, los asaltos con blindados, helic¨®pteros y fuerzas de ¨¦lite a Hama, Homs, Idhil, Banias y a las poblaciones kurdas cercanas a la frontera turca han desencadenado un ciclo de violencia b¨¦lica responsable de m¨¢s de 5.000 muertes, en su gran mayor¨ªa civiles. El presunto talante amable de Bachar -como el que se atribu¨ªa a Saif el Islam, el heredero de Gadafi- ha resultado falso de toda falsedad. Sus promesas aperturistas (di¨¢logo con opositores escogidos a dedo, liberaci¨®n calculada de presos pol¨ªticos, retirada del ej¨¦rcito de las calles) han sido seguidas, como en Yemen, de nuevos asaltos y matanzas de ciudadanos que a pecho descubierto desafiaban los disparos de los francotiradores. Pues, a diferencia de lo acaecido en Hama en 1982 -la carnicer¨ªa fue cuidadosamente sepultada por la f¨¦rrea censura del r¨¦gimen-, las im¨¢genes transmitidas a diario por Facebook, Twitter y dem¨¢s redes sociales a partir de tel¨¦fonos m¨®viles han llegado al mundo entero y suscitado un clamor de indignaci¨®n en los pa¨ªses ¨¢rabes y la vecina Turqu¨ªa. Las sanciones adoptadas por la Liga ?rabe -de ordinario incapaz de reaccionar ante los acontecimientos que sacuden a sus Estados miembros- revelan hasta qu¨¦ punto se ha visto obligada a tomar cartas en el asunto presionada por la opini¨®n p¨²blica.

Dicho esto, Siria no es Libia, y las bazas que se ventilan aqu¨ª son de mucho mayor alcance. El r¨¦gimen no ha perdido a¨²n el control del territorio, excepto en el interior de algunas ciudades sitiadas por sus fuerzas represivas. El ej¨¦rcito, allegado por su pertenencia a la minor¨ªa alau¨ª, no se ha alzado contra El Asad, y si bien las deserciones aumentan de d¨ªa en d¨ªa, no puede hablarse de un conflicto b¨¦lico. Otros factores juegan adem¨¢s a favor del clan en el poder: el miedo de la minor¨ªa cristiana y de la burgues¨ªa damascena y de Alepo a una guerra intersectaria como la que ensangrent¨® a L¨ªbano y ensangrienta a Irak, de donde decenas de millares de cristianos han huido para refugiarse precisamente en Siria. Sin olvidar el m¨¢s importante de todos: el choque de intereses estrat¨¦gicos opuestos. Aliada de Ir¨¢n y de Hezbol¨¢, es una pieza esencial en el polvor¨ªn de un Oriente Pr¨®ximo siempre a punto de estallar. El temor de Israel a una "democracia islamista" no es menor que el de Teher¨¢n a perder su ¨²nico socio en la regi¨®n. El bloqueo econ¨®mico-financiero y la presi¨®n pol¨ªtica de Turqu¨ªa, la Uni¨®n Europea y la Liga ?rabe no afectan a dos pa¨ªses vecinos de Siria, a L¨ªbano e Irak, cuyas fronteras sirven de v¨¢lvula de escape al asfixiado r¨¦gimen de Bachar el Asad. ?ste perdi¨® en 2000, a?o en el que sucedi¨® a su padre, la oportunidad de una transici¨®n ordenada que devolviera al pa¨ªs la libertad y dignidad que hoy reclama. El traspaso negociado de poderes del dictador al Consejo Nacional de Transici¨®n no ser¨¢ f¨¢cil, pese a los esfuerzos de Turqu¨ªa, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y la Liga ?rabe. Pero la suerte de El Asad est¨¢ echada. Tarde o temprano tendr¨¢ que enfrentarse a un dilema dif¨ªcil: seguir el ejemplo de Ben Al¨ª o acabar como Gadafi o ante el Tribunal Internacional de La Haya.

4 Si las revoluciones de la primavera ¨¢rabe pillaron por sorpresa a los pa¨ªses miembros de la Uni¨®n Europea, principalmente a la Francia de Sarkozy y a la Italia de Berlusconi, socios comerciales y estrat¨¦gicos de Ben Al¨ª, Mubarak y Gadafi, enfrentan tambi¨¦n a Israel a un desaf¨ªo imprevisto. Sus antiguos v¨ªnculos militares con Ankara se quebraron en 2010 a ra¨ªz del asalto a la flotilla humanitaria destinada a romper el bloqueo de Gaza en el que perecieron nueve ciudadanos turcos, y la estabilidad que le procuraba Mubarak, con el cierre de la frontera con la Franja desde que Ham¨¢s se hizo con el poder legitimado por las urnas, es agua pasada. El autismo de la clase pol¨ªtica israel¨ª, al fundar la supervivencia y futuro del Estado jud¨ªo en el uso exclusivo de la fuerza, parte de unas premisas ideol¨®gicas que lo sucedido en 2011 han puesto en tela de juicio. En su obra El muro de hierro, recientemente traducida y publicada por la editorial Almed, el catedr¨¢tico de Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford, Avi Schlaim, un cr¨ªtico despiadado de la pol¨ªtica de su pa¨ªs en los Territorios Ocupados de Palestina, recuerda que durante d¨¦cadas Mubarak fue el l¨ªder ¨¢rabe ideal para Tel Aviv. Partiendo del supuesto de que los pueblos ¨¢rabes son incapaces de gobernarse sino por dictadores, Ehud Barak no escatimaba en sus elogios al rais y la revuelta del 25 de enero le llen¨® de ansiedad: pidi¨® una urgente intervenci¨®n de Obama para salvarle y, cuando ella se revel¨® in¨²til, no dud¨® en afirmar que Mubarak y su clan, "aunque fueran rechazados por su pueblo, estaban comprometidos con la seguridad regional y era mucho m¨¢s c¨®modo tratar con ellos que con la gente que se echa a la calle". El general Amos Gilad, por su parte, se deshac¨ªa en elogios de los servicios de inteligencia egipcios, que, en su opini¨®n, "merec¨ªan ser condecorados".

Este sost¨¦n al dictador, "subcontratista de los intereses de Israel y Estados Unidos en el mundo ¨¢rabe", seg¨²n Schlaim, es hoy un recuerdo vergonzoso para la poblaci¨®n egipcia, aunque la Junta Militar en el poder presidida por Tantaui se haya comprometido a respetar los acuerdos de paz con Tel Aviv. No obstante este obligado pragmatismo, la apertura parcial de la frontera con la asfixiada Gaza, los atentados al oleoducto que alimenta a Israel y Jordania y el asalto a la embajada israel¨ª tras la muerte de cinco soldados egipcios en un incidente no aclarado en el Sina¨ª tras el que Tel Aviv se demor¨® en presentar excusas son otros tantos ¨ªndices de que las cosas no volver¨¢n a ser como antes. El aislamiento internacional de Israel es mayor que nunca, y las recientes exhortaciones de Le¨®n Panetta a que restablezca los maltrechos lazos con Ankara y El Cairo y reanude las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina (negociaciones in¨²tiles desde la construcci¨®n de nuevos bloques de viviendas en Jerusal¨¦n Este en un gesto de claro desaire a Obama) han ca¨ªdo en saco roto. El statu quo se ha venido abajo y Netanyahu se muestra por ahora incapaz de mover ficha. Las inquietantes ambiciones nucleares de Ir¨¢n, el hurac¨¢n que sacude a Siria y la persistente agitaci¨®n egipcia tras la victoria de los islamistas deber¨ªan arrancarle de su esclerosis estrat¨¦gica y de su funesto inmovilismo. Lo de "la paz se hace con los dictadores" o "no hay espacio para la democracia en el mundo ¨¢rabe", evocados por Evi Schlaim, muestran la urgente necesidad de un cambio de mentalidad de los l¨ªderes de un Estado que se preciaba hasta fecha reciente de ser la ¨²nica democracia en Oriente Pr¨®ximo y que vive hoy voluntariamente atrapado en su b¨²nker.

5 El resultado de la convocatoria de las primeras elecciones libres celebradas en T¨²nez, Egipto y Marruecos a consecuencia de la primavera ¨¢rabe ha favorecido claramente a los partidos y movimientos islamistas, tal y como ocurri¨® en Argelia veinte a?os antes. Para cualquier observador de la sociedad de estos pa¨ªses, dicha victoria no era solo previsible: estaba cantada. La demonizaci¨®n de los Hermanos Musulmanes por Nasser, Sadat y Mubarak en Egipto, por Burguiba y Ben Al¨ª en T¨²nez, as¨ª como por el n¨²cleo duro del Majc¨¦n durante el reinado de Hassan II, les confiri¨® una aureola de h¨¦roes de cara a una poblaci¨®n sujeta a un poder omn¨ªmodo tras las duras persecuciones que sufrieron. Forjados en la lucha clandestina, lograron mantener no obstante el contacto con aqu¨¦lla, harta de la injusticia, corrupci¨®n y arrogancia de los detentadores del poder y de su manipulaci¨®n de los desacreditados partidos pol¨ªticos. Pero dicho islamismo abarca una gran variedad de corrientes y difiere de un pa¨ªs a otro aunque la disyuntiva actual entre un pragmatismo que toma por modelo el Partido de la Justicia y Desarrollo turco y un salafismo que predica el retorno al califato o el camino al wahabismo saud¨ª sea com¨²n a todos ellos.

En el caso de T¨²nez, de donde arranc¨® el proceso revolucionario ¨¢rabe, el periodo de transici¨®n hasta las elecciones del 23 de octubre estuvo marcado, como en Egipto, por manifestaciones masivas de descontento. La lentitud de los cambios que exig¨ªa la calle, la permanencia en puestos de mando de pol¨ªticos vinculados a Ben Al¨ª y su partido, el desamparo econ¨®mico y social de las regiones marginadas del interior y del sur y el odio a una polic¨ªa no purgada de sus elementos responsables de la represi¨®n anterior alimentaban un sentimiento de frustraci¨®n -de un benalismo sin Ben Al¨ª- que estall¨® en las violentas manifestaciones del mes de julio en la simb¨®lica plaza de la Kasbah, junto al Ministerio del Interior. Estas protestas, reprimidas tambi¨¦n como en Egipto con gases lacrim¨®genos, apaleamientos y numerosas detenciones, reflejaban la mencionada divisi¨®n del pa¨ªs en t¨¦rminos econ¨®micos y sociales -la mayor¨ªa de los contestatarios proced¨ªa de Gafsa, Sidi Buazid, Kaser¨ªn, Gab¨¦s y otras zonas tradicionalmente postergadas-, y tambi¨¦n entre quienes exig¨ªan cambios r¨¢pidos, pese a la grave crisis econ¨®mica, y los que, como Ennahda, no quer¨ªan descarrilar un proceso electoral que a todas luces les favorec¨ªa. Los j¨®venes en c¨®lera, que fueron la vanguardia en la ca¨ªda del d¨¦spota, y los sectores urbanos laicos y dem¨®cratas que les apoyaban comprobaron con amargura el 23 de octubre que los principales beneficiados de su lucha eran Ganuchi y su movimiento. A ello contribuyeron la fragmentaci¨®n del voto liberal y socialdem¨®crata (?105 partidos, en su mayor¨ªa desconocidos y sin programa claro!) y su falta de experiencia y biso?ez frente a una maquinaria bien rodada como la de Ennahda. Pero si el 36% de los sufragios le otorga la presidencia del nuevo Gobierno, ¨¦ste deber¨¢ compartir el poder con el partido Congreso para la Rep¨²blica, de izquierda nacionalista, y el socialista Ettakol, que le siguen en n¨²mero de votos.

La transici¨®n tunecina se ha iniciado con la creaci¨®n de una Asamblea Constituyente provisional, encargada de redactar un esquema de la que ser¨¢ aprobada dentro de un a?o y que garantizar¨¢ el pluripartidismo y el Estado de derecho. Presidida por el conocido opositor de Ben Al¨ª, Mustafa ben Jaafar, ha elegido presidente de la Rep¨²blica a Moncef Markouzi, cuyo historial democr¨¢tico y de defensor de los derechos humanos no ofrece dudas. La jefatura del Gobierno, que acumula la mayor parte de poderes y prerrogativas, corresponde a Ennahda. Ante el temor que ello suscit¨® en los partidos laicos y en las asociaciones de mujeres que participaron activamente en la ca¨ªda del dictador, su portavoz se comprometi¨® a preservar el c¨®digo del estatuto personal de la mujer, el m¨¢s avanzado de los Estados ¨¢rabes, contra el que se movilizan los salafistas.

El manejo de este periodo no ser¨¢ f¨¢cil ni evitar¨¢ nuevas tensiones ni episodios de enfrentamiento callejero, obra no solo de los indignados impacientes, sino tambi¨¦n de los provocadores y matones instigados por los servicios de seguridad del r¨¦gimen anterior y por los salafistas radicales, en una singular alianza contra natura. A esa efervescencia se suma el deterioro econ¨®mico que atraviesa el pa¨ªs a consecuencia de la crisis mundial y el desplome del turismo.

(Recuerdo la c¨®lera de un hotelero franc¨¦s que, ante las hileras de tumbonas vac¨ªas a lo largo de una playa "de ensue?o", espet¨® a su entrevistador: Qu'ils arr¨ºtent d'une bonne fois leur pagaille! Nos clients veulent bronzer!)

El dilema de Ennahda, como el de los Hermanos Musulmanes egipcios, es decantarse por el modelo turco de Recip Erdog¨¢n o por el extremismo salafista que predica la vuelta al califato (sin precisar c¨®mo) y que encabez¨® las ruidosas manifestaciones contra el filme Ni Al¨¢ ni amo, de la realizadora tunecina Nadia el Fani. Ennahda debe dejar bien claro que los progresos c¨ªvicos adquiridos en la ¨¦poca de Burguiba y las normas del Estado de derecho no admiten vuelta atr¨¢s.

6 Desde mi estancia en El Cairo tras la ca¨ªda del "Fara¨®n" (La plaza de la Liberaci¨®n, suplemento Domingo de El Pa¨ªs de 1-5-2011), el proceso de transici¨®n egipcio ha seguido un curso previsible: los altibajos de un camino dif¨ªcil y sembrado de trampas. Los j¨®venes impacientes que ocupaban la plaza acusaban ya al Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (CSFA) de intentar perpetuarse en el poder y sus correspondientes privilegios: un mubaraquismo sin Mubarak. Record¨¦ a uno de ellos, con quien convers¨¦ en un hotel cercano al epicentro de la contestaci¨®n, que nuestro trayecto hacia la democracia se extendi¨® desde la Constituci¨®n de C¨¢diz en 1812 hasta la establecida en 1978 tras una verdadera monta?a rusa con periodos de monarqu¨ªa absoluta, revueltas liberales, golpes de Estado, dictaduras, guerras civiles... El suyo, le tranquilic¨¦, ser¨ªa infinitamente m¨¢s corto, pero deber¨ªa sortear los escollos con pragmatismo, conforme al precario equilibrio de fuerzas entre el poder militar y los impulsores del cambio. Entre unos y otros se interpon¨ªan adem¨¢s dos fuerzas convergentes pero opuestas: la acci¨®n perturbadora de los matones y camorristas de la disuelta Seguridad del Estado, los baltaguiya, y la de los salafistas radicales, cuyo credo rechaza la noci¨®n de democracia "importada de Occidente".

El sectarismo religioso ha sido el arma empleada por ambos para sembrar la discordia. El 8 de mayo, j¨®venes musulmanes y coptos se enfrentaron en el barrio popular de Imbaba y dos iglesias fueron pasto de las llamas. El intercambio de pedradas, adoquinazos y balas dej¨® 12 muertos y m¨¢s de 200 heridos, en su gran mayor¨ªa cristianos. Los hechos se repitieron a mayor escala el 9 de octubre, con la protesta copta por el incendio de otro templo en el sur de Egipto. Millares de cairotas se congregaron frente a la televisi¨®n estatal para exigir el castigo de los culpables. Los militares que protegen con tanques la sede de aqu¨¦lla dispararon contra los manifestantes con un saldo de 21 v¨ªctimas mortales (17 civiles y 4 soldados). Seg¨²n la poco cre¨ªble versi¨®n oficial, los coptos atacaron a los reclutas con armas de fuego. Mucho m¨¢s veros¨ªmil es la de quienes sufrieron el fuego de los militares: los autores de los primeros disparos fueron los baltaguiya infiltrados en la multitud de los que protestaban desarmados.

Los indignados del Movimiento del 25 de enero y del todos somos Jalid Said -nombre del joven internauta de Alejandr¨ªa torturado hasta la muerte el 6 de abril de 2010 por la polic¨ªa de Mubarak por haber colgado en su blog un v¨ªdeo que mostraba la corrupci¨®n policial- volvieron a acampar en la plaza para exigir la dimisi¨®n de Tantaoui y del Gobierno provisional. Las cosas no hab¨ªan cambiado desde el encarcelamiento de Mubarak y sus hijos en Tora, centenares de detenidos en las protestas contra el dictador segu¨ªan presos y la censura de los medios inform¨¢ticos era la misma de antes: uno de los programas m¨¢s populares del canal privado ONTU fue cancelado por intentar emitir una entrevista con el novelista Alaa al Aswany y las oficinas de Al Hurra y 25TV fueron asaltadas brutalmente por filmar en directo la carnicer¨ªa del 9 de octubre.

El desalojo brutal de los acampados en la plaza, incluso de los dispensarios improvisados para las v¨ªctimas de los gases lacrim¨®genos y balas de caucho de la manifestaci¨®n del viernes 18 de noviembre, moviliz¨® de nuevo a una inmensa multitud de cairotas que abarrotaron Tahrir y sus aleda?os como en los d¨ªas gloriosos de la Revoluci¨®n. Los Hermanos Musulmanes, que hab¨ªan boicoteado las ¨²ltimas protestas masivas a fin de no descarrilar el proceso electoral que favorece el brazo pol¨ªtico de la Cofrad¨ªa, el Partido de la Justicia y Libertad, se sumaron disciplinadamente los d¨ªas siguientes, sobrepasando en n¨²mero y visibilidad medi¨¢tica a los movimientos juveniles y partidos democr¨¢ticos. Tras esta prueba de fuerza dirigida a la c¨²pula militar, la creciente tensi¨®n entre el Ej¨¦rcito y los "indignados" de Tahrir desemboc¨® en la convocatoria el 25 de noviembre del D¨ªa de la C¨®lera, en recuerdo de la que fue origen de la ca¨ªda del dictador. La plaza vivi¨® la misma furia y exaltaci¨®n de comienzos de a?o: la multitud exigi¨® la dimisi¨®n de Tantaoui, el aplazamiento de las elecciones del d¨ªa 28 y la formaci¨®n de un nuevo Gobierno compuesto de pol¨ªticos libres de toda sospecha de colusi¨®n con el pasado, presidido por El Baradei. Pero los Hermanos Musulmanes fueron los grandes ausentes de este Viernes de la ?ltima Oportunidad: se reunieron en el barrio de Al Azhar ?a defender la mezquita Al Aqsa de Jerusal¨¦n! Los salafistas ocuparon su lugar y encabezaron las protestas en Alejandr¨ªa, El Fay¨²n, Asu¨¢n y Port Said.

La complicidad entre la Cofrad¨ªa y el CSFA -denunciada por los j¨®venes revolucionarios abstencionistas y por militantes salafistas- frustr¨® la anunciada marcha de un mill¨®n contra la c¨²pula militar y el secuestro de la Revoluci¨®n por antiguos c¨®mplices de Mubarak, y salv¨® el calendario electoral fijado tres d¨ªas despu¨¦s. La dura experiencia de los Hermanos a lo largo de cuatro d¨¦cadas ha cambiado la mentalidad de las nuevas generaciones: las ha alejado del islamismo radical y acercado al modelo del PJD turco. Saben que su futuro pol¨ªtico exige un reparto de competencias con el Ej¨¦rcito y con los dem¨¢s partidos representativos de la sociedad egipcia. No pierden la ocasi¨®n de proclamar que son moderados y respetar¨¢n la Constituci¨®n elaborada por la Asamblea Constituyente.

Su estrategia se ha revelado fructuosa, contrariamente a los comicios ama?ados de Mubarak en los que muy pocos se tomaban la molestia de depositar su voto en la urna, los egipcios acudieron masivamente a ejercer su derecho en la primera vuelta del laborioso proceso electoral del 28 y 29 del pasado noviembre (alrededor del 60%) y el brazo pol¨ªtico de la Hermandad, el Partido de la Justicia y Libertad, obtuvo el 35% de los votos. Las apuestas otorgaban el segundo puesto al Bloque egipcio -una coalici¨®n de partidos liberales encabezados por el Wafd-, pero la gran sorpresa de los comicios fue el auge espectacular de los salafistas: su partido, Al Nur, se alz¨® con el 24% de los sufragios frente al magro 13% de los grupos liberales y laicos. El comunista Tagamu y los naseristas se reparten el resto.

La segunda fase de las elecciones celebradas en medio de las turbulencias de diciembre han confirmado esta tendencia. Los salafistas alcanzan la mayor¨ªa en Alejandr¨ªa, Damiela y los distritos m¨¢s desfavorecidos de la capital, rob¨¢ndole votos a la Cofrad¨ªa, a la que acusan ya de tibieza y compadreo con la c¨²pula militar. Todo indica que ante el dilema de los Hermanos Musulmanes entre aliarse con el Wafd y los laicos para conformar una c¨®moda mayor¨ªa en la futura Asamblea o hacerlo con sus rivales de Al Nur, la alarma que generar¨ªa la segunda opci¨®n en una gran parte de la sociedad egipcia y en los pa¨ªses occidentales, en especial Estados Unidos -gracias a cuya ayuda interesada subsiste un alto porcentaje de la poblaci¨®n-, les inducir¨¢ a inclinarse por la primera.

El extremismo de los salafistas inquieta no solo a los coptos y a la juventud urbana que se ech¨® valientemente a la calle hasta derrocar al dictador, sino tambi¨¦n a numerosos musulmanes moderados contrarios a la aplicaci¨®n de la shar¨ªa y, sobre todo, a las mujeres que temen ser las primeras v¨ªctimas de su visi¨®n retr¨®grada. El partido pol¨ªtico de la Cofrad¨ªa, que toma por modelo el PJD de Erdog¨¢n, sufrir¨¢ en los pr¨®ximos meses el "fuego amigo" de unos competidores que reivindican para s¨ª el monopolio de los supuestos valores genuinos del islam. Pero desde un punto de vista pragm¨¢tico, solo la tutela inc¨®moda del Ej¨¦rcito, si renuncia a sus poderes de facto tras las presidenciales de julio de 2012, permitir¨ªa al Partido de la Justicia y Libertad emprender un urgente programa social de hacer frente a la pobreza que atenaza a casi el 80% de la poblaci¨®n, a la ca¨ªda del turismo y a la carga adicional de decenas de millares de trabajadores que huyeron del conflicto de Libia y han perdido su modus vivendi. Queda por ver cu¨¢l ser¨ªa la respuesta de los salafistas, empe?ados en aplicar sus preceptos oscurantistas ante lo que consideran un desv¨ªo o traici¨®n de sus pares.

P.S. La violenta intervenci¨®n del Ej¨¦rcito contra los j¨®venes manifestantes de Tahrir que el 17 de diciembre protestaban por la tortura y muerte de un compa?ero detenido la v¨ªspera incendi¨® de nuevo la plaza y sus alrededores. El mundo entero pudo ver en directo el ensa?amiento despiadado con los contestatarios ca¨ªdos y la imagen degradante de la mujer inerte y golpeada, a quien los soldados rasgaron el velo. Los 10 muertos y 600 heridos con los que se sald¨® la operaci¨®n de castigo han abierto un foso dif¨ªcil de colmar entre el movimiento del 25-E y el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas. Muchos dudan ya de sus promesas de ceder el poder y exigen una elecci¨®n presidencial anticipada. Tras el vergonzoso episodio de los tests de virginidad impuestos a las j¨®venes detenidas en las protestas, la reciente redada de incautaci¨®n de material y documentaci¨®n a las 17 ONG internacionales destinadas a promover la democracia son otras tantas se?ales de una deriva autoritaria y oscurantista del CSFA. El clamor mundial suscitado por ello pone al mariscal Tantaui ante el dilema de acelerar su hoja de ruta o incidir en los errores que condujeron a la ca¨ªda de su antecesor.

7 ?Hay, habr¨¢ una "excepci¨®n marroqu¨ª"? A la pregunta, formulada a menudo dentro y fuera del reino alau¨ª, no puede responderse de forma categ¨®rica. Seg¨²n las circunstancias y perspectivas adoptadas, es un s¨ª y un no. A diferencia de los dem¨¢s Estados sacudidos por el impulso renovador de la primavera ¨¢rabe, Marruecos no ha vivido revueltas sangrientas y las grandes marchas de protesta que han recorrido sus principales ciudades no han puesto en tela de juicio, salvo unas pocas excepciones, el principio vertebrador de la monarqu¨ªa. Las consignas y pancartas de los j¨®venes del Movimiento del 20 de Febrero y de los diversos sectores del islam pol¨ªtico se dirig¨ªan contra la corrupci¨®n rampante y los partidos fabricados por el Majc¨¦n, como el de la Autenticidad y Modernidad (PAM) de Al¨ª el Hirnma, que, con otros grupos afines, se hizo con la mayor¨ªa del Parlamento en 2007. En cuanto a Justicia y Espiritualidad, el movimiento creado en 1973 por el jeque Yas¨ªn, no legalizado pero tolerado en la pr¨¢ctica, si su portavoz, la hija del propio Yas¨ªn, se declara personalmente republicana, su formaci¨®n se limita a denegar al Rey su t¨ªtulo de Emir de los Creyentes.

Cuando la efervescencia de la primavera ¨¢rabe alcanz¨® Marruecos, Mohamed VI se apresur¨® a subirse al tren del cambio y en su discurso del 9 de marzo anunci¨® una nueva Constituci¨®n para el pa¨ªs -votada con escaso entusiasmo el mes de junio-, mediante la cual se desprend¨ªa de una parte de sus poderes en favor del jefe de Gobierno del partido mayoritario elegido en unos comicios libres y transparentes. La divergencia entre radicales y pragm¨¢ticos, entre quienes rechazaban la reforma por insuficiente y tard¨ªa y los que ve¨ªan en ella un paso en la buena direcci¨®n y confiaban en obtener as¨ª r¨¦ditos electorales, marc¨® los siguientes meses de 2011. Las manifestaciones del 20 de Febrero, sostenidas por los islamistas de Justicia y Caridad, se sucedieron de un domingo a otro en Casablanca, Rabat y, sobre todo, en T¨¢nger. Con excepci¨®n de la del 20 de febrero en la capital del Estrecho, se desenvolvieron de forma pac¨ªfica reclamando el fin de la corrupci¨®n y del clientelismo, una Constituci¨®n m¨¢s avanzada y una Monarqu¨ªa parlamentaria en la que el Rey reinara pero no gobernara.

Los resultados de la convocatoria electoral del pasado 25 de noviembre han dado la raz¨®n, al menos provisionalmente, a los posibilistas del PJD (Partido de la Justicia y Desarrollo, como el ADP turco), que obtuvieron una mayor¨ªa relativa de 107 diputados y casi el 30% de los sufragios. Aliado con el Istiqlal y los ex comunistas, podr¨ªa alcanzar el qu¨®rum para gobernar. El PAM, por el contrario, sufri¨® una derrota estrepitosa que no perdon¨® siquiera a Al¨ª el Himma, batido en su propio feudo de Ben Guerir. Si todo sale conforme a la partitura escrita en palacio, Abdelil¨¢ Benkir¨¢n ser¨¢ en las pr¨®ximas semanas el primer ministro del primer Gobierno marroqu¨ª democr¨¢ticamente elegido [fue nombrado por Mohamed VI el 3 de enero].

Si esta perspectiva alarma a una buena parte de la opini¨®n p¨²blica -los sectores m¨¢s modernistas y laicos-, creo, como Karim Bujari, el editorialista de Tel Quel, el semanario m¨¢s libre y audaz de Marruecos, "que el triunfo del PJD es lo mejor que podr¨ªa sucedernos en este momento". La raz¨®n es muy clara: por primera vez en la historia del pa¨ªs, el pueblo ha hecho o¨ªr su voz y avalado con ello la limpieza relativa de los comicios (digo relativa porque millones de marroqu¨ªes no figuran inscritos en el censo y los residentes en el extranjero no han podido votar). Se trata, pues, de un primer paso, ciertamente modesto, por la v¨ªa del cambio exigido por la juventud de los pa¨ªses ¨¢rabes: marca el fin del caciquismo y manipulaci¨®n de los comicios en los que tanto sobresali¨® Driss Basri, el gran visir del difunto Hassan II. El comentario de las calles al 25 de noviembre no deja lugar a dudas: la gente no ha votado al PJD por sus ideas, sino con la esperanza de que ser¨¢ m¨¢s honesto que sus predecesores en el manejo de los bienes p¨²blicos.

La personalidad de Benkir¨¢n, convertido al posibilismo en el campo pol¨ªtico, presenta, en cambio, aspectos m¨¢s inquietantes en el de los derechos individuales: su reprensi¨®n p¨²blica a una periodista que vest¨ªa unos jeans ajustados o la denuncia de un laicismo que supuestamente incitar¨ªa al vicio que nuestros inquisidores llamaban "pecado nefando" o crimen p¨¦simo (exactamente como Demetrio, el inefable obispo de C¨®rdoba), contradicen su presunta defensa de aquellos. Su biograf¨ªa muestra con todo -como la de los dirigentes del AKP y de los Hermanos Musulmanes- una evoluci¨®n gradual del extremismo juvenil que le condujo a militar en las filas del islamismo violento y le vali¨® la c¨¢rcel en los a?os de plomo de Hassan II a un pragmatismo que le lleva a pactar con sus antes denostados izquierdistas y con el Istiqlal con miras a un futuro Gobierno.

La evoluci¨®n de Marruecos a corto y medio plazo es dif¨ªcil de prever. El Movimiento del 20 de Febrero y el del jeque Yas¨ªn mantendr¨¢n su presi¨®n en la calle y Benkir¨¢n deber¨¢ capear con ella y con las que provengan del Majc¨¦n. La pobreza de las zonas atrasadas, las desigualdades sociales y una corrupci¨®n dif¨ªcil de desarraigar le pasar¨¢n factura en unos a?os de crisis econ¨®mica global y de los posibles efectos de una burbuja inmobiliaria a la espa?ola. Como factor positivo en el viejo enfrentamiento con Argelia a prop¨®sito del S¨¢hara, Marruecos se beneficiar¨¢ del descr¨¦dito de Buteflika por su sost¨¦n a los dictadores ¨¢rabes derrocados y del creciente apoyo pol¨ªtico y econ¨®mico de los Emiratos ?rabes del Golfo, encabezados por Catar.

?Asistimos en T¨²nez, Egipto y Libia -Marruecos s¨ª ser¨ªa en este caso una excepci¨®n- al paso de la Revoluci¨®n al Termidor seg¨²n opinan los expertos en el pesimismo hist¨®rico y en el "fatalismo consubstancial al islam"? Mientras se ventila la suerte del clan El Asad y el futuro de Siria, conviene recordar la frase de Kant, citada por mi amigo Jean Daniel, en el momento del Terror que precedi¨® a la ca¨ªda de Robespierre y la reacci¨®n termidoriana: "1793 no borrar¨¢ jam¨¢s 1789".

Los efectos de la primavera ¨¢rabe se prolongar¨¢n a lo largo de la presente d¨¦cada y nada ser¨¢ ya como antes.

La llama prendi¨® en un pueblo de T¨²nez hace un a?o. La inmolaci¨®n de un joven se convirti¨® en un s¨ªmbolo. El descontento social se extendi¨® y transformo en c¨®lera contra el humillante inmovilismo de los dictadores de Egipto, Libia, Yemen, Siria... Hacemos balance de los puntos calientes de la revoluci¨®n. El puente Qasr al Nil -o de los Leones-, donde los egipcios comprendieron que el sacrificio para derrocar al dictador ser¨ªa alto, recupera un a?o despu¨¦s el coqueteo de los j¨®venes, el tr¨¢fico y los interminables paseos sin permitirse olvidar
La llama prendi¨® en un pueblo de T¨²nez hace un a?o. La inmolaci¨®n de un joven se convirti¨® en un s¨ªmbolo. El descontento social se extendi¨® y transformo en c¨®lera contra el humillante inmovilismo de los dictadores de Egipto, Libia, Yemen, Siria... Hacemos balance de los puntos calientes de la revoluci¨®n. El puente Qasr al Nil -o de los Leones-, donde los egipcios comprendieron que el sacrificio para derrocar al dictador ser¨ªa alto, recupera un a?o despu¨¦s el coqueteo de los j¨®venes, el tr¨¢fico y los interminables paseos sin permitirse olvidarALFREDO C?LIZ

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