Tres catorce diecis¨¦is
Procopio est¨¢ preocupado. Ha perdido la memoria. No se acuerda de lo que pas¨® el mi¨¦rcoles en el Bernab¨¦u, ni qui¨¦n dio a qui¨¦n un pisot¨®n en la mano ni por qu¨¦ ni para qu¨¦. No acierta a recordar qu¨¦ clase de actividad deportiva se estaba practicando ni cu¨¢l era el prop¨®sito de tantas patadas dadas, ni el nombre de qui¨¦n las daba, con o sin bal¨®n. Menos a¨²n recuerda aquella Copa que el a?o pasado era un preciado trofeo y este a?o ya no. Barrunta que, a lo mejor, se cay¨® de un autob¨²s y se aboll¨®.
Procopio est¨¢ tan preocupado que casi piensa en pareado. Tiene adem¨¢s la sensaci¨®n de vivir en un pa¨ªs en el que se premia la corrupci¨®n. La otra noche, sin ir m¨¢s lejos, so?¨® con una jaur¨ªa de jueces feroces que, togas al viento, persegu¨ªan a uno de los suyos para crucificarle desnudo por intentar averiguar lo que todos sabemos.
Procopio no recuerda aquella Copa que el a?o pasado era un preciado trofeo y este a?o ya no
A la ma?ana siguiente, el deprimido Procopio asumi¨® con gregaria resignaci¨®n que los ¨¢rbitros y los jueces tienen siempre raz¨®n, hagan lo que hagan y digan lo que digan, por injusto, absurdo y est¨²pido que nos parezca al com¨²n de los mortales. Lo sospechoso del caso es que estos magistrados, habiendo estudiado lo mismo, tengan criterios tan diferentes. Pero lo que de verdad preocupaba a Procopio no era la estulticia, ya glosada por Erasmo, sino la p¨¦rdida de memoria que pon¨ªa en solfa su proverbial erudici¨®n balomp¨¦dica, as¨ª que acudi¨®, sin cita previa, a la consulta de una psic¨®loga paranormal, argentina para mayor redundancia, llamada Georgina Tres Catorce Diecis¨¦is por sus matem¨¢ticos desvar¨ªos y m¨¢s conocida como Gina Pi.
Todo parecido con Lauren Bacall en Mi desconfiada esposa no era pura coincidencia: cambiaba de vestido en cada secuencia. Tampoco era casual su semejanza con Sharon Stone en Instinto b¨¢sico: curaba los traumas en un cruce de piernas. Por lo dem¨¢s, afortunadamente, no exist¨ªa similitud alguna con Freud o Poincar¨¦, salvo en el intelecto. El poder mental de Pi coexist¨ªa en armon¨ªa con una prodigiosa intuici¨®n femenina solo equiparable a su belleza.
Procopio recuper¨® la memoria nada m¨¢s verla. Pero, para justificar la perentoriedad de la consulta, pretext¨® no saber qui¨¦n era Mourinho, lo cual, en estos d¨ªas, pod¨ªa interpretarse como un s¨ªntoma m¨¢s grave que haber olvidado el propio nombre. "?Y qui¨¦n es Mourinho?", pregunt¨® ella, a su vez, cogi¨¦ndole a contra pie. "Un entrenador de f¨²tbol que manda m¨¢s que el presidente y cuyo dedo se?ala los derroteros del club, sacando de quicio a los jugadores, exacerbando a los grader¨ªos y poniendo en peligro el hist¨®rico prestigio de un equipo legendario", respondi¨® Procopio, cayendo en la trampa que ¨¦l mismo hab¨ªa propiciado.
"?O sea que s¨ª sabes qui¨¦n es Mourinho!", le rega?¨® Gina Pi, "Y, por si cupiera duda, acabas de utilizar 39 palabras y 189 letras para lo que bastar¨ªa una palabra de ocho letras". "?Qu¨¦ palabra?", indag¨® Procopio con la sonrisa turulata de un pato mareado. "Solo te dir¨¦ que empieza con D de Dinamarca", dijo Pi con la expresi¨®n pizpireta de Mitzi Gaynor en Las Girls.
"Dantesco, dentista, disloque, destino, difteria, desayuno, desacato...", aventur¨® Procopio. "Fr¨ªo, fr¨ªo", le cort¨® ella. "Dactilar, dada¨ªsmo, damisela, danzador, deplorar, deprimir, depravar...", insisti¨® ¨¦l. "Me parece que no has perdido la memoria sino la cabeza", dictamin¨® Tres Catorce Diecis¨¦is, y dio por finalizada la sesi¨®n.
Al cruzar desolado la sala de estar, Procopio se top¨® con el pasajero K. Un personaje reci¨¦n salido de un libro en cuyas p¨¢ginas peligraba su vida y que, seg¨²n pens¨® Procopio, buscaba refugio en brazos de Gina Pi. De repente, para sorpresa del celoso paciente, K le habl¨®: "Si anda buscando una palabra de ocho letras que empiece por D de Dinamarca y defina la personalidad de un tal Mourinho, la palabra que busca solo puede ser una: dictador". Dicho esto, el misterioso personaje entr¨® en la consulta. En vez de patear la puerta a la manera de Pepe, Procopio peg¨® la oreja. Lo que oy¨® fue algo inaudito: Pi le dec¨ªa a K que, este a?o, el triplete lo ganar¨ªa Florentino. No era un augurio. Se lo hab¨ªa sonsacado a un ¨¢rbitro en el div¨¢n.
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