Fraga y otras desmemorias
Un muerto inc¨®modo. El ex presidente Fraga Iribarne falleci¨® cuando el PP ya se hab¨ªa olvidado de las glorias de su liderazgo y el polvo era due?o de los balances magnificados de sus gobiernos absolutos y (casi) absolutistas. Con toda probabilidad, no muri¨® sorprendido por tanto abandono, era un pol¨ªtico afecto al realismo sucio y sab¨ªa que los amigos del presidente duran lo que dura su mandato. Desde su derrocamiento electoral en 2005, su memoria era molesta. Hace tiempo que la derecha lleva tatuada en la frente una sentencia de Marc Aug¨¦: "El olvido es necesario para la sociedad y el individuo. Hay que saber olvidar para saborear el gusto del presente". El victorioso presente de Mariano Rajoy condena a Manuel Fraga a la desmemoria futura.
Fue un conservador muy poco liberal, que no cre¨ªa en el 'laissez faire' y s¨ª en el poder supremo del Estado
"Se suma el doble fracaso del amor y la Historia". Los versos de V¨¢zquez Montalb¨¢n parecen escritos para Manuel Fraga. En la plaza del Obradoiro, que vibr¨® en sus tomas de posesi¨®n como patr¨®n de Galicia, fue despedido con un funeral falto de multitudes y fervores. Conclu¨ªa as¨ª el proceso de momificaci¨®n del presidente de honor del PP por parte de la derecha los medios amigos. Para convertir un muerto inc¨®modo en un cad¨¢ver exquisito se le extirp¨® su hoja de servicios a la dictadura franquista y se hizo m¨¢s terso su perfil reformista atribuy¨¦ndole m¨¦ritos de Adolfo Su¨¢rez para dejar sentado, en una nueva historia, que le debemos a Fraga la metamorfosis de los franquistas en dem¨®cratas y la consolidaci¨®n de nuestro r¨¦gimen de libertades.
Algo bueno ten¨ªa el veterano caudillo conservador: para saber quien era, bastaba con escuchar lo que ¨¦l dec¨ªa ser. En su di¨¢logo con la historia no le gustaba tener intermediarios cosm¨¦ticos. En 1984, en Mis almuerzos con gente inquietante, le dej¨® a V¨¢zquez Montalb¨¢n una confesi¨®n: "Serv¨ª lealmente a Franco. Serv¨ª al Estado franquista que fue menos totalitario de lo que se cree", y a rengl¨®n seguido se enmendaba: "Soy sentimentalmente leal a Franco, pero no al franquismo". Para nuestra derecha, Fraga no es solo molesto por sus v¨ªnculos con la dictadura ni porque ejerciese como exaltado portavoz -dicho con benevolencia- del franquismo menos fascistoide durante la Transici¨®n, tambi¨¦n lo es porque su biograf¨ªa pr¨®xima y remota revela a un conservador muy poco liberal que apenas cre¨ªa en el laissez faire, laissez passer y confiaba ciegamente en el poder supremo del Estado para intervenir en todo lo humano.
Derrotado en sus aspiraciones por ser presidente del Gobierno del Estado, Fraga hizo de la Autonom¨ªa gallega su Estado. En Galicia rein¨® como un l¨ªder autocr¨¢tico que cre¨ªa m¨¢s en los votos que en la democracia y engord¨® una poderosa administraci¨®n para intervenir en la econom¨ªa y en la pol¨ªtica ensayando un keynesianismo conservador, sobrado de clientelismo, como garant¨ªa necesaria para consolidar la hegemon¨ªa de la derecha. La desmemoria es imprescindible para que el PPdeG pueda, ahora, ser abanderado del Estado m¨ªnimo y de una autonom¨ªa liliputiense. Para salir del paso, la Nomenklatura conservadora puede decir: "Somos sentimentalmente leales a Fraga, pero no al fraguismo". La Administraci¨®n M¨¢xima de Fraga es un expediente archivado y los desatinos del G-8 de Feij¨®o van a liquidar tanto los logros del bipartito como los del fraguismo desmantelando toda voluntad de autogobierno en Galicia.
El principio activo del Partido Popular es la desmemoria. Nada dicen de sus or¨ªgenes, poco hay que recordar de los manifiestos regeneracionistas del cambio conservador del 1-M y el Gobierno afirma ahora que poco puede hacer para aliviar los males econ¨®micos de los gallegos. Alfonso Rueda, el se?or Lobo de la Xunta, limpia todo rastro de responsabilidades pasadas, presentes o futuras y, si las cosas est¨¢n como est¨¢n, es porque al PPdeG le toc¨® "entrar en el Gobierno en la situaci¨®n m¨¢s dif¨ªcil desde que hay democracia y probablemente de antes". Anda flojo de memoria hist¨®rica y de realismo: la etapa m¨¢s cr¨ªtica de la econom¨ªa gallega en democracia no se fecha en los a?os del bipartito, coincide con el infeliz trienio 2009-2011 siendo el PP quien m¨¢s manda en Galicia.
Poco tolerante con la indolencia gubernamental, es m¨¢s que probable que Manuel Fraga aplaudiese la cr¨ªtica que Meryl Streep, en el papel de Margaret Thatcher, dirige a sus bien poco leales compa?eros tories: "Nosotros solo pens¨¢bamos en hacer, ahora solo quieren ser". A los conservadores gallegos, con N¨²?ez Feij¨®o y Rueda a la cabeza, les basta, simplemente, con estar. Toda su preocupaci¨®n es estar (y mantenerse) en el poder y aguardar confiadamente a que los problemas se solucionen solos.
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