Sotanas en el horizonte
Cada poco tiempo, alg¨²n representante de la Iglesia realiza alguna declaraci¨®n, los medios la repiten hasta la saciedad y surge una peque?a pol¨¦mica. Recientemente, por ejemplo, el obispo de C¨®rdoba denunciaba una constante incitaci¨®n a la "fornicaci¨®n" en la escuela y los medios de comunicaci¨®n; y el arzobispo de Valladolid mostraba su descontento porque la vicepresidenta S¨¢enz de Santamar¨ªa -casada ¨²nicamente por lo civil- fuera pregonera en la Semana Santa. Son peque?os rifirrafes que me han pillado leyendo algunas de las p¨¢ginas m¨¢s deliciosas de Baroja: Las horas solitarias, una especie de cr¨®nica sentimental que Don P¨ªo escribi¨® all¨¢ por 1918. Su lectura sirve, entre tantos otros provechos, para observar en qu¨¦ hemos cambiado y en qu¨¦ no. Los muchos que critican el papel exagerado de la Iglesia en nuestra sociedad actual, que pasen y comparen. Que pasen y comparen, tambi¨¦n, lo f¨¢cil que es ser anticlerical ahora y qu¨¦ supon¨ªa serlo entonces, a contracorriente.
"San Sebasti¨¢n es una peque?a Roma de verano, hay dos o tres monse?ores casi constantemente y se ven curas, frailes y monjas a todas horas y por todas partes", relata el escritor, abundando en la idea de que "los pueblos vascos viven en plena teocracia", pues el cura interviene en todas las actividades y parece controlar todas las conciencias. Como Unamuno (y despu¨¦s Sarrionandia), tambi¨¦n Baroja ofrece un paralelismo con los moros: "Cuando se ve a un moro que tiene en un libro toda la verdad, se comprende que su raza no podr¨ªa dar nunca un Kant o un Newton. La mayor¨ªa de los espa?oles, y la casi totalidad de los vascos, son moros que en vez de llevar el Cor¨¢n, llevan en el esp¨ªritu la doctrina del Padre Astete".
Lo que Baroja deplora es la cerraz¨®n de los dogmas cat¨®licos, aunque es consciente de estar viviendo el principio de su decadencia: "El cura va viendo que los dogmas religiosos cristianos est¨¢n heridos de muerte y se encuentra rodeado de enemigos... Todo lo moderno es enemigo suyo: el libro, el peri¨®dico, el tren, el tel¨¦grafo, el cinemat¨®grafo, todo, al fin, seg¨²n ellos, va contra la Iglesia. Y tienen raz¨®n". La ciencia, el pensamiento racional y todas esas 'modernidades' ir¨ªan desmoronando poco a poco la religi¨®n, finiquitando una era: "Probablemente la sociedad no volver¨¢ nunca a ser tan homog¨¦nea como en el momento ¨¢lgido del catolicismo. Esa disciplina, ese acompa?amiento del hombre desde que nace hasta que muere, las fiestas, los cultos, nada de eso se podr¨¢ volver a crear a base de ideas filos¨®ficas ni de dogmas ciudadanos".
Otras veces la pluma barojiana vuela ligera y p¨ªcara, como cuando ironiza sobre la moral sexual: "Desde el momento que el cura echa la bendici¨®n a los casados, el esperma se adecenta, deja de ser un golfo, y va con levita, corbata blanca y sombrero de copa a fecundar el ¨®vulo de una manera respetable"... Ay, c¨®mo hemos cambiado, ?verdad, monse?or?
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