Szymborska, ligeramente grave
En uno de sus poemas -Contribuci¨®n a la estad¨ªstica-, Wislawa Szymborska enumera cu¨¢ntas de cada 100 personas son las dispuestas a admirar sin envidia -18-, las capaces de ser felices -como mucho, veintitantas-, las que de la vida no quieren m¨¢s que cosas -40, aunque quisiera equivocarse-, las inofensivas de una en una pero salvajes en grupo -m¨¢s de la mitad seguro-, las dignas de compasi¨®n -99- y acaba: "Las mortales: 100 de 100. Cifra que por ahora no sufre ning¨²n cambio". Y sigue sin cambiar porque el mi¨¦rcoles la propia autora del poema acaba de confirmar la estad¨ªstica con su fallecimiento.
En otros muchos aspectos, por el contrario, fue la excepci¨®n que desaf¨ªa lo probable y rutinario. Su poes¨ªa es reflexiva sin engolamiento ni altisonancia, de forma ligera y fondo grave, directa al sentimiento pero sin chantaje emocional. Breve y precisa, escapa a ese adjetivo alarmante que tanto satisface a los partidarios de que importe el tama?o: torrencial. Sobre todo nos hace a menudo sonre¨ªr, sin incurrir en caricaturas ni ceder a la simpleza sat¨ªrica. Lo m¨¢s tr¨¢gico de la poes¨ªa contempor¨¢nea no es lo atroz de la vida que deplora o celebra, sino la falta de sentido del humor de los poetas. Se les nota especialmente a los que quieren ser festivos y son solo grotescos o l¨²gubres (aunque los entierros tambi¨¦n son fiestas, claro, y m¨¢s precisamente fiestas de guardar). De esta frecuente maldici¨®n escapa, risue?a y ag¨®nica, Szymborska: ?c¨®mo podr¨ªa uno renunciar a ella?
La duradera atrocidad jug¨® a favor de su car¨¢cter: le dio modestia
Hija -y luego, con los a?os, algo as¨ª como hada madrina po¨¦tica- de un pa¨ªs europeo que apur¨® el siglo XX hasta las heces y padeci¨® dos totalitarismos sucesivos, en su caso la duradera atrocidad jug¨® a favor de su car¨¢cter: le dio modestia, le dio recato, le dio perspicacia y le permiti¨® distinguir entre lo que cuenta y lo que nos cuentan. Carece de ret¨®rica enf¨¢tica pero eso no disminuye su expresividad, sino que la hace m¨¢s intensa por inesperada. Cuando comenzamos a leer uno de sus di¨¢fanos poemas nos ponemos a favor del viento, para recibir la emoci¨®n de cara, pero nos llega por la tangente y no para derribarnos sino para mantenernos en pie. Confirma nuestros temores sin pretender desalentarnos: sabe por experiencia que todo puede ser pol¨ªtica pero tambi¨¦n nos hace experimentar que la pol¨ªtica no lo es todo. Se mantiene fiel, aunque con iron¨ªa y hasta con sarcasmo, a la pretendida salvaci¨®n por la palabra, y sin embargo nunca pretende decir la ¨²ltima palabra: porque en ese definitivo miramiento estriba lo que nos salva. Nadie ha sabido conmemorar con menos romanticismo y con mayor eficacia el primer amor, cuya lecci¨®n inolvidable se debe a no ser ya recordado... y por tanto acostumbrarnos a la muerte.
Se dedic¨® a las palabras con delicadeza l¨²dica, jugando con ellas y contra ellas pero sin complacerse en hacerlas rechinar. Como todo buen poeta, fue especialmente consciente de su extra?eza y hasta detall¨® las tres m¨¢s raras de todas, las que se niegan a s¨ª mismas al afirmar: "Cuando pronuncio la palabra Futuro, la primera s¨ªlaba pertenece ya al pasado. / Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo. / Cuando pronuncio la palabra Nada, creo algo que no cabe en ninguna no-existencia".
Babelia
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