"Hoy todos somos del mismo equipo"
Seguidores de los clubes de El Cairo marchan juntos contra la violencia en el f¨²tbol - Los aficionados responsabilizan a las autoridades militares
Las banderas de los clubes de f¨²tbol Ahly y Zamalek, los dos m¨¢s populares y laureados de Egipto, presidieron las diversas marchas de duelo y protesta que ayer organizaron en el centro de El Cairo los Ultras, los hinchas m¨¢s fan¨¢ticos del Ahly. A pesar de la tradicional inquina que existe entre los seguidores de ambos equipos cairotas, se hermanaron en sus sentimientos de dolor y rabia por la tragedia del mi¨¦rcoles en Port Said.
"Estoy destrozado, ayer perd¨ª a dos amigos en el estadio", dijo con los ojos acuosos Atif Abdel Aziz, un joven de 19 a?os y cabeza rasurada que se declara miembro de los Ultras. "Pero hoy no estamos aqu¨ª como seguidores del Ahly o del Zamalek. Todos somos de un mismo equipo: Egipto", a?adi¨® mientras se?alaba la bandera de Egipto dibujada en su frente.
"Llegaron seis autocares al estadio con desconocidos", aseguran testigos
"La Junta Militar y el caos van siempre unidos", clama un veterano hincha
Delante de la sede de la Asociaci¨®n Egipcia de F¨²tbol, situada en el exclusivo barrio de Zamalek, se concentraron a primera hora de la tarde miles de personas para exigir responsabilidades a la organizaci¨®n. Los j¨®venes gritaban lemas de homenaje a los ca¨ªdos en Port Said, trufados de referencias religiosas como "?Dios ama a los m¨¢rtires!", y "?Con nuestra alma, con nuestra sangre, moriremos por vosotros, m¨¢rtires!".
"Yo soy un fan del Zamalek de toda la vida, y me siento realmente conmocionado. Todos somos hermanos. Todos somos egipcios", asegur¨® Samih Al¨ª, rodeado de hinchas del Ahly que asent¨ªan con la cabeza. En el grupo hab¨ªa incluso un aficionado del Masry, el equipo en cuyo estadio tuvo lugar la masacre.
"Quienes asesinaron ayer a m¨¢s de 70 personas no son seguidores del Masry. Vinieron de fuera y se infiltraron entre nuestros aficionados. Todo estaba planeado", afirm¨® Ahmed Fathy, ataviado con una bufanda con los colores de Egipto. A causa de su trabajo, Fathy tuvo que viajar el martes a El Cairo y no pudo asistir al tr¨¢gico encuentro que disputaba su club. Pero s¨ª lo hicieron su t¨ªo y su primo. "Ellos me han dicho que vieron seis autocares llegar al estadio. Aunque llevaban banderas del Masry, nadie les conoc¨ªa. Ellos fueron los responsables", alega.
Todos los presentes coincid¨ªan en se?alar que fue una carnicer¨ªa planeada, y culpaban a la Junta Militar de ser la mano negra que orquest¨® los incidentes. "Incluso en las escaramuzas entre aficionados del Zamalek y del Ahly, es impensable algo as¨ª. Su excitaci¨®n deportiva les lleva a pelearse, pero nunca hay la intenci¨®n de asesinar al rival", sostiene Al¨ª. Hab¨ªa numerosas pancartas que incriminaban a la c¨²pula castrense. Una de ellas, sostenida por un veterano seguidor del Ahly, rezaba: "La Junta Militar y el caos van siempre unidos".
En la concentraci¨®n, de repente, un adolescente con la cabeza y la pierna izquierda vendadas se abri¨® paso entre la multitud. Vestido con una cazadora del Ahly, caminaba renqueando y se apoyaba en los hombros de dos compa?eros. Uno de ellos confirm¨® que el chico, tan d¨¦bil que no quer¨ªa realizar declaraciones ni posar para los fot¨®grafos, result¨® herido en el estadio de Port Said. Mientras se acercaba a la concentraci¨®n, un joven que caminaba a su lado, visiblemente exaltado, intent¨® arrebatar una bandera del Zamalek a un hincha de este equipo. El adolescente herido le agarr¨® por el brazo y le indic¨® que no con el dedo. No necesit¨® ni abrir la boca para atajar de inmediato el ¨²nico conato de enfrentamiento.
Nadie entre los asistentes pronunci¨® cr¨ªticas contra los aficionados del Masry, el equipo de Port Said. Todo lo contrario, incluso en algunos c¨¢nticos, los forofos del Ahly quisieron lanzar un gui?o a sus adversarios para mostrar la unidad del mundo del f¨²tbol: "?Dios es grande y ama a Port Said!". Las consecuencias pol¨ªticas de la tragedia son a¨²n inciertas, pero ya se ha conseguido todo un hito en Egipto: hermanar bajo una misma ense?a a antiguos enemigos irreconciliables.
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