El hombre de los caramelos
Es un edificio triste y algo destartalado, en la calle de Tapioles del Poble Sec. Una antigua finca de dos pisos, cuyo ¨²nico adorno es una placa adosada a la fachada que reza: "En esta casa vivi¨® don Alejandro Merletti Guglia, pionero de los periodistas gr¨¢ficos barceloneses". La inscripci¨®n lleva ah¨ª desde el verano de 1969, cuando el alcalde Porcioles la inaugur¨® con toda pompa. Solo nueve a?os antes, un debutante V¨¢zquez Montalb¨¢n hab¨ªa glosado la figura de don Alessandro, en el que fue uno de sus primeros art¨ªculos publicados en prensa. El personaje, ciertamente, lo merec¨ªa.
Merletti nace en Tur¨ªn en 1860, en una familia acomodada. Pero su esp¨ªritu inquieto le lleva primero a Buenos Aires, donde aprende el oficio de fot¨®grafo, y despu¨¦s a Barcelona, al frente de una relojer¨ªa que al poco es asaltada y robada. As¨ª pues, ante la infeliz perspectiva que se le presenta decide volver a su antigua profesi¨®n y comienza a recorrer la ciudad buscando temas. Su fino olfato para estar en el lugar adecuado le permite publicar sus primeras colaboraciones. Fotograf¨ªa la repatriaci¨®n de soldados de la guerra de Cuba, el atentado frustrado contra el presidente Maura y las trincheras de la Semana Tr¨¢gica. Este sangriento episodio le da fama internacional, al ser el ¨²nico en poder colar una c¨¢mara en el tribunal donde se juzga a Ferrer i Gu¨¤rdia (al parecer, la llevaba escondida en el chaleco). Sus fotos aparecen en la prensa de medio mundo y su firma se asocia a las mejores publicaciones.
Col¨® una c¨¢mara en el tribunal que juzg¨® a Ferrer i Gu¨¤rdia
Conocido tambi¨¦n por su pericia como mec¨¢nico, en 1906 resuelve uno de los primeros problemas del fotoperiodismo. En aquel entonces trabajan por libre; vende la foto el primero que llega con ella a la redacci¨®n. Para adelantarse a sus colegas, ¨¦l se compra una motocicleta y le acopla uno de los primeros sidecares que se conocen, con el que poder escapar a toda velocidad del escenario de la noticia. Don Alessandro conduce y su propio hijo Camilo -tambi¨¦n fot¨®grafo- le hace de ayudante.
A principios del siglo XX, sus extravagancias lo convierten en uno de los personajes populares de La Rambla. Se le ve pasear en patinete, vestido con traje y pajarita. O conducir un coche de tres ruedas construido por ¨¦l mismo. Incluso se hace sus propias lentes y objetivos. No hay acto p¨²blico en el que no se le vea subido a una escalera. Da lo mismo a qui¨¦n retrate, al acabar su trabajo le regala un caramelo, como a los ni?os en las fotos de primera comuni¨®n. Esta peculiar costumbre le vale diversas an¨¦cdotas con Francesc Camb¨®, Alcal¨¢ Zamora y el rey Alfonso XIII, que, sabedor de su man¨ªa, le pide un caramelo. Y Merletti, en aquel momento con las manos ocupadas, le dice: "Meta usted la mano en mi bolsillo y encontrar¨¢ uno".
En los a?os veinte, el pol¨ªtico radical Lerroux afirma que en Barcelona cohabitan dos grandes Alejandros: Merletti y ¨¦l mismo. Aun siendo cat¨®lico y mon¨¢rquico, se le conocen muy pocos retratos de la alta sociedad. Y todav¨ªa al comenzar la Guerra Civil, las fotograf¨ªas de los Merletti -padre e hijo- se publican en diversos diarios. De aquella etapa datan las instant¨¢neas de empresas colectivizadas, m¨ªtines y desfiles de milicianos. Pero en los ¨²ltimos compases del conflicto ambos son encarcelados, acusados de simpatizar con la dictadura de Primo de Rivera. Solo la pronta llegada de las tropas franquistas va a devolverles la libertad. Don Alessandro se retira y en 1943 -a los 83 a?os de edad- fallece en esta casa que fue tambi¨¦n su taller. Un 42 bis de una calle que hace subida y que todav¨ªa conserva mucho del aspecto que ten¨ªa este lugar cuando el viejo Merletti lo cruzaba a toda pastilla con su sidecar.
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