Los peligros de 2012
Los problemas econ¨®micos podr¨ªan derivar en tensiones pol¨ªticas en los pr¨®ximos 12 meses
El a?o 2011 ser¨¢ recordado como la ¨¦poca en que muchos estadounidenses que siempre hab¨ªan sido optimistas comenzaron a renunciar a la esperanza. El presidente John F. Kennedy dijo una vez que la marea alta eleva todos los botes. Pero ahora, con la marea baja, los estadounidenses no solo comienzan a ver que quienes tienen m¨¢stiles m¨¢s altos han sido elevados mucho m¨¢s, sino que muchos de los botes m¨¢s peque?os han sido destrozados por el agua.
En ese breve momento en que la marea creciente estaba, efectivamente, subiendo, millones de personas creyeron que ten¨ªan buenas probabilidades de cumplir su "sue?o americano". Ahora tambi¨¦n esos sue?os est¨¢n retir¨¢ndose. En 2011, los ahorros de quienes hab¨ªan perdido sus empleos en 2008 o 2009 ya se hab¨ªan gastado. El seguro de desempleo se hab¨ªa terminado. Los titulares que anunciaban nuevas contrataciones -a¨²n insuficientes para incorporar a quienes habitualmente se suman a la fuerza laboral- significaban poco para cincuentones con pocas ilusiones de volver a tener un empleo.
En 2011, los ahorros de quienes hab¨ªan perdido sus empleos en 2008 o 2009 ya se hab¨ªan gastado
De hecho, las personas de mediana edad que pensaron que estar¨ªan desempleadas por unos pocos meses se han dado cuenta a esta altura de que, en realidad, fueron jubiladas a la fuerza. Los j¨®venes graduados universitarios con decenas de miles de d¨®lares de deuda en cr¨¦ditos educativos no pod¨ªan encontrar ning¨²n empleo. La gente se mud¨® a las casas de sus amigos y los parientes se han convertido en sin techo. Las casas compradas durante la burbuja inmobiliaria a¨²n est¨¢n en el mercado, o han sido vendidas con p¨¦rdidas. M¨¢s de siete millones de familias estadounidenses han perdido sus hogares.
El oscuro punto vulnerable de la burbuja financiera de las d¨¦cadas anteriores tambi¨¦n ha quedado completamente expuesto en Europa. Los titubeos por Grecia y la devoci¨®n de los Gobiernos nacionales por la austeridad comenzaron a implicar una pesada carga el a?o pasado. Italia se contagi¨®. El desempleo espa?ol, que se hab¨ªa mantenido cerca del 20% desde el comienzo de la recesi¨®n, trep¨® a¨²n m¨¢s. Lo impensable -el fin del euro- comenz¨® a verse como una posibilidad real.
Este a?o parece encaminado a ser a¨²n peor. Es posible, por supuesto, que Estados Unidos solucione sus problemas pol¨ªticos y adopte finalmente las medidas de est¨ªmulo que necesita para reducir el desempleo al 6% o al 7% (el nivel previo a la crisis del 4% o el 5% es demasiado pedir). Pero esto es tan poco probable como que Europa se d¨¦ cuenta de que la austeridad por s¨ª misma no resolver¨¢ sus problemas. Por el contrario, la austeridad solo exacerbar¨¢ la desaceleraci¨®n econ¨®mica. Sin crecimiento, la crisis de la deuda -y la crisis del euro- solo empeorar¨¢. Y la larga crisis que comenz¨® con el colapso de la burbuja inmobiliaria en 2007 y la recesi¨®n que la sigui¨® continuar¨¢n.
El crecimiento brasile?o ya se ha detenido, y eso genera ansiedad entre sus vecinos latinoamericanos.
Adem¨¢s, es posible que los pa¨ªses con los mercados emergentes m¨¢s importantes, que capearon exitosamente las tormentas de 2008 y 2009, no sobrelleven tan bien los problemas que se perciben en el horizonte. El crecimiento brasile?o ya se ha detenido, y eso genera ansiedad entre sus vecinos latinoamericanos.
Mientras tanto, los problemas de largo plazo -incluidos el cambio clim¨¢tico y otras amenazas ambientales, y la creciente desigualdad en la mayor¨ªa de los pa¨ªses del mundo- contin¨²an all¨ª. Algunos, incluso, han empeorado. Por ejemplo, el alto desempleo ha deprimido los salarios y aumentado la pobreza.
La buena noticia es que solucionar estos problemas de largo plazo ayudar¨ªa a resolver los de corto plazo. Una mayor inversi¨®n para adaptar la econom¨ªa al calentamiento global ayudar¨ªa a estimular la actividad econ¨®mica, el crecimiento y la creaci¨®n de empleo. Impuestos m¨¢s progresivos, que redistribuyan desde los ingresos altos hacia los medios y bajos, simult¨¢neamente, reducir¨ªan la desigualdad y aumentar¨ªan el empleo al impulsar la demanda total. Los impuestos m¨¢s elevados a los ricos podr¨ªan generar ingresos para financiar la necesaria inversi¨®n p¨²blica, y proporcionar cierta protecci¨®n social para quienes menos tienen, incluidos los desempleados.
La persistente atracci¨®n hacia la econom¨ªa de oferta, a pesar de toda la evidencia en su contra, evitar¨¢ que se aumenten los impuestos a quienes m¨¢s tienen.
Incluso, sin ampliar el d¨¦ficit fiscal, esos aumentos de "presupuesto equilibrado" en los impuestos y el gasto reducir¨ªan el desempleo y aumentar¨ªan el producto. Lo que preocupa, sin embargo, es que la pol¨ªtica y la ideolog¨ªa en ambos lados del Atl¨¢ntico, pero especialmente en Estados Unidos, no permitir¨¢ que nada de esto ocurra. La fijaci¨®n en el d¨¦ficit inducir¨¢ recortes en el gasto social, empeorando la desigualdad. De igual manera, la persistente atracci¨®n hacia la econom¨ªa de oferta, a pesar de toda la evidencia en su contra (especialmente en periodos de alto desempleo), evitar¨¢ que se aumenten los impuestos a quienes m¨¢s tienen.
Incluso, antes de la crisis hubo un reordenamiento del poder econ¨®mico -de hecho, una correcci¨®n de una anomal¨ªa con 200 a?os de historia, en la que la participaci¨®n asi¨¢tica del PIB global cay¨® desde cerca del 50% hasta, en cierto punto, menos del 10%-. El compromiso pragm¨¢tico con el crecimiento que se percibe actualmente en Asia y en otros mercados emergentes destaca frente a las equivocadas pol¨ªticas occidentales, que, impulsadas por una combinaci¨®n de ideolog¨ªa e intereses creados, parecen casi reflejar un compromiso para evitar el crecimiento.
Como resultado, la reestructuraci¨®n econ¨®mica global probablemente se acelere. Y casi inevitablemente dar¨¢ lugar a tensiones pol¨ªticas. Con todos los problemas que enfrenta la econom¨ªa global, seremos afortunados si estas presiones no comienzan a manifestarse dentro de los pr¨®ximos 12 meses.
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