Las guerras de clases en 2012
Las elecciones en Estados Unidos fueron en realidad un refer¨¦ndum sobre pol¨ªtica econ¨®mica
El d¨ªa de las elecciones, informaba The Boston Globe, el aeropuerto internacional Logan, en Boston, se estaba quedando sin sitio para aparcar. Pero no para los coches, sino para los aviones privados. Los grandes donantes estaban acudiendo en tropel a la ciudad para asistir a la fiesta de la victoria de Mitt Romney.
Pero result¨® que estaban mal informados sobre la realidad pol¨ªtica. Los decepcionados plut¨®cratas no se equivocaron respecto a qui¨¦n estaba de su lado. Estos han sido en gran medida unos comicios en los que los intereses de los muy ricos se enfrentaban a los de la clase media y los pobres.
Y la campa?a de Obama ha ganado en buena parte porque no ha tenido en cuenta las advertencias de los centristas aprensivos y ha aceptado esa realidad, centr¨¢ndose en el viso de guerra de clases que defin¨ªa el enfrentamiento. Esto ha garantizado no solo que el presidente Obama ganara por un enorme margen entre los votantes con menos ingresos, sino tambi¨¦n que esos votantes acudieran a las urnas en gran n¨²mero, rubricando as¨ª su victoria.
Lo importante que tenemos que entender ahora es que, aunque ya hayan pasado las elecciones, la guerra de clases no ha terminado. La misma gente que apost¨® a lo grande por Romney, y perdi¨®, ahora pretende ganar furtivamente ¡ªen nombre de la responsabilidad fiscal¡ª el terreno que no fue capaz de ganar en unas elecciones abiertas.
Antes de entrar en eso, perm¨ªtanme decir algunas palabras sobre el voto real. Evidentemente, el inter¨¦s econ¨®mico personal por s¨ª solo no explica la manera en que votan los individuos, y ni siquiera los grupos demogr¨¢ficos m¨¢s amplios. Los estadounidenses de origen asi¨¢tico son un grupo relativamente pudiente, pero, aun as¨ª, se decantaron por el presidente Obama en una proporci¨®n de tres a uno. Los blancos de Misisipi, en cambio, no son especialmente ricos, y, sin embargo, Obama recibi¨® solo un 10% de sus votos.
Estos han sido en gran medida unos comicios en los que los intereses de los muy ricos se enfrentaban a los de la clase media y los pobres
Pero estas anomal¨ªas no bastaron para cambiar la pauta general. Por otro lado, los dem¨®cratas parecen haber neutralizado la tradicional ventaja del partido republicano en cuestiones sociales, de modo que las elecciones fueron en realidad un refer¨¦ndum sobre la pol¨ªtica econ¨®mica. Y lo que los votantes han dicho, claramente, era que no quer¨ªan que se rebajaran los impuestos a los ricos ni que se redujeran las prestaciones de la clase media y los pobres. Entonces, ?qu¨¦ puede hacer un guerrero de clases verticalista?
La respuesta, como ya he insinuado, es confiar en el disimulo: introducir de extranjis pol¨ªticas amables con los plut¨®cratas con la excusa de que son respuestas sensatas al d¨¦ficit presupuestario.
Un excelente ejemplo es la campa?a para elevar la edad de jubilaci¨®n, y la edad de elegibilidad para el programa Medicare, o las dos cosas. Esto es lo razonable, nos dicen; al fin y al cabo, la esperanza de vida ha aumentado, as¨ª que todos deber¨ªamos jubilarnos m¨¢s tarde. Sin embargo, en la pr¨¢ctica, ser¨ªa un cambio de pol¨ªtica enormemente regresivo, y que impondr¨ªa cargas severas a los estadounidenses con ingresos bajos y medios, mientras que apenas afectar¨ªa a los ricos. ?Por qu¨¦? En primer lugar, porque el aumento de la esperanza de vida se da especialmente entre la gente con mucho dinero; ?por qu¨¦ tendr¨ªan que jubilarse m¨¢s tarde los conserjes solo porque los abogados est¨¦n viviendo m¨¢s tiempo? En segundo lugar, tanto la Seguridad Social como Medicare son mucho m¨¢s importantes, en relaci¨®n con los ingresos, para los estadounidenses con menos dinero, de modo que retrasar su disponibilidad afectar¨ªa mucho m¨¢s gravemente a las familias de a pie que al 1% m¨¢s rico.
O pongamos un ejemplo m¨¢s sutil: la insistencia en que cualquier aumento de la recaudaci¨®n deber¨ªa proceder de una reducci¨®n de las deducciones y no de unos impuestos m¨¢s altos. Lo esencial que debemos tener en cuenta aqu¨ª es que los n¨²meros no cuadran; de hecho, es imposible que reduciendo las deducciones se pudiera recaudar de los ricos tantos ingresos como se obtendr¨ªan simplemente dejando que expiren las partes relevantes de las rebajas fiscales de la era de Bush. De modo que cualquier propuesta para evitar un aumento de las tasas es, digan lo que digan sus partidarios, una propuesta de que permitamos que el 1% se vaya de rositas y de que, de una manera u otra, la clase media o los pobres carguen con el muerto.
La cuesti¨®n es que la guerra de clases contin¨²a, ahora con una dosis a?adida de enga?o
La cuesti¨®n es que la guerra de clases contin¨²a, ahora con una dosis a?adida de enga?o. Y esto, a su vez, significa que hay que analizar con mucho cuidado cualquier propuesta que provenga de los sospechosos habituales, incluso ¡ªo, m¨¢s bien, sobre todo¡ª si la propuesta se presenta como una soluci¨®n bipartidista y de sentido com¨²n. En concreto, siempre que alg¨²n grupo de intransigentes del d¨¦ficit hable de ¡°sacrificio compartido¡±, tenemos que preguntar: ?sacrificio en relaci¨®n con qu¨¦?
Como es posible que sepan los lectores habituales, no soy un gran admirador del informe de Bowles y Simpson sobre la reducci¨®n del d¨¦ficit en el que presentaban un plan malamente dise?ado que, por alguna raz¨®n, ha alcanzado el rango de casi sagrado entre las ¨¦lites sociales y pol¨ªticas. As¨ª y todo, al menos una cosa se puede decir en favor del informe Bowles-Simpsom: cuando hablaba de sacrificio compartido part¨ªa de una premisa que ya daba por sentado el fin de las rebajas fiscales de Bush para los m¨¢s ricos. Sin embargo, a estas alturas, pr¨¢cticamente todos los cascarrabias del d¨¦ficit parecen querer que contemos la expiraci¨®n de esas rebajas ¡ªque se vendieron con falsas pretensiones y nunca fueron asequibles¡ª como una especie de gran compensaci¨®n por parte de los ricos. Pero no lo es.
As¨ª que tengan los ojos abiertos mientras contin¨²e el juego fiscal de a ver qui¨¦n es m¨¢s gallito. La verdad inc¨®moda, pero cierta es que en esto no estamos todos juntos; los guerreros de clase verticalistas de EE UU han perdido a lo grande en las elecciones, pero ahora intentan usar su aparente preocupaci¨®n por el d¨¦ficit para arrebatar la victoria de las garras de la derrota. No permitamos que se salgan con la suya.
Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de Econom¨ªa en Princeton
? New York Times Service 2012
Traducci¨®n de News Clips
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