Importancia de las promesas
El presidente del Gobierno declar¨® la semana pasada a Michael Reid, editor para Am¨¦rica de The Economist:¡°No he cumplido con mis promesas electorales, pero al menos tengo la sensaci¨®n de que he cumplido con mi deber¡±. Mariano Rajoy abr¨ªa as¨ª una sugerente reflexi¨®n para la teor¨ªa de la democracia al establecer una intensa contradicci¨®n entre las promesas pol¨ªticas y el deber ¨¦tico.
No se trata de subrayar, una vez m¨¢s, el hecho de la inoperancia del PP en la oposici¨®n cuando escribi¨® un programa que pr¨¢cticamente en nada pod¨ªa aplicar para salir de la crisis y que ha olvidado de pleno en sus propuestas no econ¨®micas, de regeneraci¨®n democr¨¢tica, como el papel central del Parlamento en la vida p¨²blica o la independencia pol¨ªtica de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos. Sobre todo, cuando los dirigentes del PP se hab¨ªan hartado hasta ahora de criticar a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero por no haber visto a tiempo llegar las dificultades financieras y de la econom¨ªa real. Y todo ello en un programa electoral que antes de hacerse p¨²blico, hab¨ªa sido pelado una y mil veces, para evitar las aristas y los compromisos, hasta lograr parecerse al agua en sus caracter¨ªsticas principales: inodoro, incoloro e ins¨ªpido.
Explica el soci¨®logo Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall en su apasionante y muy oportuno ¨²ltimo libro (Las promesas pol¨ªticas, Galaxia Gutenberg) que la competici¨®n pol¨ªtica se basa en las promesas y que estas no deben ser ret¨®rica hueca sino que se basan en principios e indican medidas cuyo cumplimiento posterior cabe exigir a los pol¨ªticos si resultan elegidos. Por eso, en las democracias maduras no se pueden tirar a la basura, como con tanta frecuencia ha ocurrido por estos lares, los programas electorales. Ellos no constituyen solo inventarios de ¨¦xitos y fracasos pasados, sino que proporcionan un cat¨¢logo de compromisos con los electores. El mecanismo que explica por qu¨¦ quien ejerce el poder debe respetar esos compromisos radica en el miedo a que, en elecciones posteriores, los votantes le castiguen por incumplir sus promesas. Este es el incentivo que tienen los partidos (que no pueden hacer promesas como si fuesen candidatos virginales en pugna por el poder sino que llevan consigo una reputaci¨®n que compendia su historial pol¨ªtico) para atenerse a sus programas electorales cuando est¨¢n en el poder, y no contraponerlos con algo tan et¨¦reo como ¡°el deber¡±.
Es peligroso que un pol¨ªtico diga cosas que no cumple y que la gente recuerda
Probablemente, la distancia entre su programa y su acci¨®n pol¨ªtica aparecer¨¢ en el primer debate sobre el estado de la naci¨®n que va a protagonizar el Gobierno del PP. Ya se sabe que, olvidadas sus promesas pol¨ªticas (seguramente no por una buena parte de los ciudadanos que le votaron), Rajoy y su equipo se aferran desesperadamente a un cambio en la situaci¨®n econ¨®mica para el final de la legislatura. Pero en el libro de Maravall se demuestra emp¨ªricamente que los votantes muchas veces se gu¨ªan por criterios distintos a los econ¨®micos a la hora de juzgar a un Gobierno cuando termina su mandato. ?Por qu¨¦ sobrevivi¨® Felipe Gonz¨¢lez en 1993, con una ca¨ªda del producto interior bruto del 0,2% y un desempleo del 22,8%, pero colaps¨® el PSOE en 2011 con tasas parecidas? ?Por qu¨¦ perdi¨® Jacques Chirac las elecciones francesas de 1988, o John Major las brit¨¢nicas de 1997, con tasas de crecimiento del PIB del 4,6% y del 3% respectivamente?
Adem¨¢s, de los ¨²ltimos datos sobre coyuntura de la Uni¨®n Europea y del comunicado del G-20 de Mosc¨² se desprende una tendencia a la recuperaci¨®n econ¨®mica muy fr¨¢gil y que se retrasa en el tiempo. Una recuperaci¨®n en la que, adem¨¢s, seg¨²n la declaraci¨®n del portavoz de la Uni¨®n Europea, el empleo va a ir muy por detr¨¢s del crecimiento. Por tanto, endeble tabla de salvaci¨®n si mientras no aparece la buena nueva no se generan los mecanismos de protecci¨®n para todos aquellos ciudadanos que se quedaron por el camino. Entre los cuales hay muchos votantes del PP, que se fiaron de sus compromisos como pu?os para llegar a la Moncloa. En una ocasi¨®n, Eugene McCarthy coment¨® con cinismo respecto a Hubert Humphrey, su competidor en las primarias de 1968 para elegir al candidato dem¨®crata en las elecciones presidenciales de ese a?o en EE UU, que ¡°es peligroso que un candidato nacional diga cosas que la gente puede recordar¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.