La SGAE de las semillas
Inspectores recorren plantaciones en busca de cultivos que se saltan la propiedad intelectual. Unos 70 agricultores, demandados por injertar una mandarina registrada por Marruecos
Antonio Muedra M¨ªnguez tiene 75 a?os, el pelo blanco cortado a cepillo, ojos azules y la impresi¨®n de que el mundo cambia r¨¢pido. ¡°Que tengan raz¨®n o no tengan no es lo m¨¢s importante. Porque si a ti te persigue un toro, a lo mejor el toro no tiene raz¨®n, pero huyes porque sabes que llevas las de perder¡±. El toro del que habla es la demanda que recibi¨® por cultivar una variedad de mandarina patentada. Antonio pag¨® unos 12.000 euros de multa y ni siquiera puede recoger la cosecha. Ya est¨¢ injertando otra variedad. La alternativa era un juicio en el que ten¨ªa mucho m¨¢s que perder. As¨ª transforma la propiedad intelectual el campo espa?ol.
Antonio vive en Pedralba, un pueblo a 40 kil¨®metros al oeste de Valencia, de calles intrincadas, 3.080 vecinos y un paisaje plagado de naranjos. Tantos, que la fruter¨ªa de la plaza del pueblo no vende ni naranjas ni mandarinas. ¡°Todo el mundo tiene en su huerto o las coge del campo¡±, razona Marisa, que regenta la fruter¨ªa Los Valientes. Los c¨ªtricos son la vida de este pueblo, y desde hace un tiempo tambi¨¦n son fuente de divisi¨®n.
La raz¨®n es la mandarina Nadorcott. Antonio cuenta que en 2004 oy¨® hablar de esta variedad, que se pagaba mucho m¨¢s cara que el resto porque madura a finales de febrero, cuando ya no queda en el mercado nada. Entonces hizo lo de toda la vida: ¡°Le ped¨ª a un amigo unas varillas y las injert¨¦ en unos ¨¢rboles. Por probar¡±. En los c¨ªtricos cambiar de una variedad a otra es un simple trabajo de jardiner¨ªa. Se podan unas yemas y se injertan otras y ah¨ª saldr¨¢ la nueva fruta. Antonio injert¨® la variedad en 530 ¨¢rboles, en una hect¨¢rea de terreno.
Como ¨¦l, cientos de agricultores, muchos en Valencia, comenzaron a probar la variedad. No sab¨ªan ¡ªo no quisieron saber¡ª que la UE tramitaba el registro de esa mandarina, una especie de patente que protege la investigaci¨®n y el desarrollo de variedades vegetales. La patente la hab¨ªa solicitado una empresa francesa, Nadorcott protection, en la que participa Les domaines agricoles, vinculada a la familia real marroqu¨ª, seg¨²n Antonio Villarroel, secretario general de la Asociaci¨®n Nacional de Obtentores Vegetales, y el resto de las fuentes consultadas. Ninguna de las dos firmas ha querido hacer comentarios para este reportaje. El tr¨¢mite en la UE se demor¨® una d¨¦cada, lo que dio tiempo a que cientos de agricultores compraran, injertaran y vendieran Nadorcott libremente. Como hab¨ªan hecho toda la vida.
Hay mandarinas ¡°sin papeles¡± y con papeles. En las regularizaciones, los huertanos pagaron 15 millones en ¡®royalties¡¯
En 2006, la empresa recibi¨® la protecci¨®n y vendi¨® el permiso de explotaci¨®n para Espa?a y Portugal a la firma valenciana Carpa Dorada. Comenzaban los problemas. Los agricultores que se hab¨ªan adelantado ahora deb¨ªan pagar. El alcalde de Pedralba, el popular Roberto Serig¨®, fue uno de ellos. ¡°Plant¨¦ las primeras en 2000 porque fui de los pioneros. Luego regularic¨¦ en varias tandas¡±. En esas amnist¨ªas, las licencias costaban siete euros por ¨¢rbol. Se regularizaron 2,2 millones de hect¨¢reas, por lo que en royalties se pagaron 15,4 millones de euros.
Fue un buen negocio. Serig¨® pasea por su campo, en el que unos 30 temporeros del Este y de ?frica recogen la fruta y la cargan directamente en el cami¨®n. Alrededor solo hay frutales. ?l tiene 1.100 ¨¢rboles con Nadorcott. Si cada ¨¢rbol da 100 kilos de mandarina, en los a?os buenos ha llegado a venderla por unos 100.000 euros, cinco veces m¨¢s de lo que dan otras variedades. ?l no paga ni el transporte ni la recolecci¨®n.
No es que la Nadorcott sea especialmente sabrosa, pero s¨ª tiene ventajas. ¡°Se pela bien, tiene buen color y si se a¨ªsla no tiene pepitas¡±, cuenta Serig¨®. Lo principal es que su ¨®ptimo llega cuando ya no hay mandarina en el mercado. En el pueblo a¨²n muchos la llaman con la denominaci¨®n antigua, Afourer, por el pueblo marroqu¨ª en el que fue desarrollada. Es l¨®gico, ya que en Pedralba el precio de la fruta se da en pesetas por arroba.
Sin embargo, las licencias no eran infinitas. Como es habitual en estas operaciones, Marruecos puso un cupo para no hundir el precio de su producto ni encontrar demasiada competencia. Hubo quien, como Antonio, no encontr¨® permisos. ¡°Cuando fui a regularizar ya no vend¨ªan. Solo algunos pudieron comprar¡±. Y entonces llegaron las inspecciones, y las demandas, los chivatazos... Se form¨® una divisi¨®n entre quienes tienen papeles y quienes no.
Antonio se qued¨® con los que cultivaban mandarinas ¡°sin papeles¡±, como las llaman. Y hace un par de a?os recibi¨® ¡°una demanda enorme, de 800 gramos de papel¡±. Sostiene que no da la cifra al azar, sino que la pes¨® en la fruter¨ªa. La demanda llega en nombre del Club de Variedades Vegetales Protegidas, que agrupa a 700 empresas y agricultores con papeles y que impide que nadie de fuera plante Nadorcott. Su misi¨®n es ¡°defender los intereses de sus asociados y fomentar la explotaci¨®n de la variedad con respeto a los derechos de propiedad industrial legalmente reconocidos a su titular leg¨ªtimo¡±.
¡°Quieren injertar como hac¨ªa su padre y su abuelo pero con la ¨²ltima variedad de I+D, y eso no puede ser¡±
El club ha iniciado 70 procedimientos judiciales contra agricultores y ya tiene nueve sentencias, todas favorables. Serig¨® y Salvador, otro miembro del club, est¨¢n encantados con la sociedad. En el bar Sardi, a la entrada del pueblo, en el que charlan, se monta una tertulia r¨¢pidamente a favor del club. Les protege de los que han plantado sin papeles y evita as¨ª que el precio baje. Quienes no tienen papeles no hablan alto. Al fondo hay una partida de domin¨®.
La gerente del club de variedades, Reyes Moratal, explica en un correo que para defender la patente realizan ¡°una intensa labor de vigilancia en el campo espa?ol que le permite detectar la mayor¨ªa de las irregularidades que se producen¡±. Si alguien ve mandarina fuera de temporada dar¨¢ la voz de alarma. Nada parece escapar al club.
¡°Lo tienen controlad¨ªsimo todo. Hay t¨¦cnicos rastreando todos los campos y ¨²ltimamente se valen de chivatos¡±, admite Antonio. Este desisti¨® pronto de pleitear. Ha pagado la multa, que cifra en unos 12.000 euros, y ha injertado otra variedad, que a¨²n tardar¨¢ en dar fruto. Est¨¢ tranquilo, resignado. Como este, hay 29 casos que han llegado a un acuerdo. ¡°Es muy triste que hayamos optado por pagar un dineral y quitar el ¨¢rbol simplemente para que nos perdonen. Es muy duro ser el d¨¦bil¡±, razona Antonio.
Lo que m¨¢s le duele es que le han impedido recoger la ¨²ltima cosecha. Solo puede donarla a una ONG. ¡°Aqu¨ª puede haber 20.000 euros en fruta y no puedo hacer nada con ella¡±. A su alrededor hay ¨¢rboles rebosantes de mandarinas y por el suelo comienzan a acumularse frutos que nadie va a coger. En otros campos sin papeles, las mandarinas caen sobre otras negras del a?o anterior, que tampoco se pudieron aprovechar. Mientras, los agricultores con papeles est¨¢n ahora mismo recolectando.
Como ya no hay m¨¢s licencias a la venta, la ¨²nica opci¨®n de Antonio ser¨ªa comprarle a otro particular que decidiera cambiar de variedad. Hay un mercado secundario de licencias en el que se han llegado a pagar 60 euros por ¨¢rbol, casi 10 veces m¨¢s que lo que costaron las amnist¨ªas. En el pueblo se habla de un mercado negro de mandarinas, en el que las sin papeles se venden m¨¢s baratas que las oficiales.
Rafael Grau, abogado de la asociaci¨®n agraria Ava-Asaja, que asesora a afectados, critica lo que considera pr¨¢cticas abusivas del club, y le ha denunciado ante la Comisi¨®n Nacional de la Competencia, donde hay un expediente abierto. Grau sostiene que quien plant¨® antes del registro no deber¨ªa ser obligado a arrancar la variedad, si acaso a pagar una multa.
El caso de la Nadorcott es un extremo, pero no el ¨²nico, de denuncias por el uso indebido de patentes en el campo. Geslive es una de las agrupaciones de empresas que defiende el copyright en los sembrados. Es algo especialmente complicado ya que ¡°cualquiera puede reproducir un ser vivo¡±, como explica en un despacho del centro de Madrid Antonio Villarroel, su director. ¡°El agricultor a veces no entiende la propiedad intelectual. Dice: ¡®Si la planta es m¨ªa, la semilla es m¨ªa¡¯. Hay mucho choque porque el campo es conservador¡±. Villarroel critica la visi¨®n rom¨¢ntica de las semillas que circulan libremente, ¡°como toda la vida¡±: ¡°Quieren hacer lo que hac¨ªa su padre y su abuelo pero con la ¨²ltima variedad de I+D, y eso no puede ser¡±. En 25 a?os, la patente caduca.
Geslive realiza un millar de inspecciones al a?o y tiene 45 procedimientos judiciales abiertos. La mayor¨ªa son por uso de semillas registradas de cereal, flores y frutales. A Villarroel no le gusta que le comparen con la SGAE, que persigue la reproducci¨®n no autorizada de m¨²sica o cine, aunque al final admite: ¡°Sin la mala prensa, pero s¨ª hay cierto paralelismo. Aunque no actuamos en la sociedad, sino que es algo solo empresarial¡±.
Ahora es Nadorcott y puede que haya m¨¢s casos en el futuro. La empresa de C¨®rdoba Eurosemillas pleitea por conseguir el registro de la mandarina Tango, similar de la Nadorcott pero sin pepitas y desarrollada en California. El director de Desarrollo de la firma, Jos¨¦ Pellicer, cuenta que cuando va a promocionarla al campo hay quien ya la tiene: ¡°He ido a venderla a gente que me dice que ya la tiene para probarla. Se traen una rama y la injertan. ¡®Ya pagar¨¦, pero quiero ser el primero¡¯, me dicen¡±.
O la mandarina Orri, desarrollada por un centro p¨²blico de investigaci¨®n de Israel. O la M7 australiana. Las variedades se suceden, pero el precedente de Nadorcott pesa. Villarroel considera que ¡°ha sido una terapia de choque para el campo¡± y que dar¨¢ un empuj¨®n a la protecci¨®n de las patentes. Justifica la necesidad en que cada variedad nueva necesita una inversi¨®n millonaria.
Quien probablemente haya vivido el problema con mayor desaz¨®n es Rafael Boronat, un agricultor de 68 a?os: ¡°Yo traje en una maleta a Espa?a las primeras varillas de Nadorcott en 1988. Ten¨ªa buenas relaciones con los Dominios reales [empresa de la familia real marroqu¨ª] y me las dieron en Rabat¡±. Jam¨¢s imagin¨® que con esas varillas para injertar prender¨ªa una mecha que a¨²n arde.
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