Riesgo de accidente por conducci¨®n chapucera
Lo de Chipre es una chapuza. Una m¨¢s. Es decir, una nueva muestra de la negligencia profesional con que los gobernantes europeos est¨¢n gestionando los destrozos que nos ha dejado la burbuja de cr¨¦dito y la crisis. Una negligencia que puede provocar, aunque sea de forma no querida, un accidente financiero grave en Europa. Con riesgo para el euro y la UE.
?Por qu¨¦ digo que es una chapuza? Por dos motivos. Primero, por la forma poco transparente en c¨®mo se adopt¨® esa decisi¨®n, de la que ahora nadie se responsabiliza. Segundo, porque la decisi¨®n de imponer un recorte a los ahorros parece no entender la funci¨®n econ¨®mica que tiene el seguro de dep¨®sitos bancarios.
El seguro de dep¨®sitos no busca evitar la quiebra de los bancos, ni proteger el dinero de origen dudoso. Los bancos deben poder quebrar como cualquier otra empresa. Irlanda acaba de liquidar el Anglo Iris Bank. En Espa?a algunos merec¨ªan seguir este camino. La funci¨®n del seguro es evitar que la liquidaci¨®n o riesgo de quiebra de un banco provoque la desconfianza y el p¨¢nico de los peque?os ahorradores. Cuando eso ocurre, corren a sacar el dinero de los bancos. La historia nos ense?a que en ese momento la probabilidad de un accidente financiero sist¨¦mico que se lleve por delante al sistema bancario es muy elevada. El seguro es un cortafuego contra el p¨¢nico y el contagio.
La decisi¨®n es, adem¨¢s, injusta porque parec¨ªa afectar solo a los dep¨®sitos y no a otros activos financieros. No se trata de un impuesto, como han querido presentarlo, es una expropiaci¨®n en toda la regla.
De ahora en adelante nadie podr¨¢ tener la seguridad de que los ahorros en un banco est¨¦n seguros
Los Gobiernos de los pa¨ªses acreedores, el BCE y el FMI siguen empe?ados en que sean los ciudadanos de los pa¨ªses sobrendeudados los que paguen la factura de la crisis financiera. Primero fue la austeridad y los recortes de gastos sanitarios y educativos. Ahora quieren que los ahorros paguen otra parte de la factura.
Pero, ante todo, es una decisi¨®n muy arriesgada. Ha dado una se?al peligrosa para la estabilidad financiera. De ahora en adelante nadie podr¨¢ tener la seguridad de que los ahorros en un banco est¨¦n seguros. La justificaci¨®n de que Chipre es un caso distinto y distante no convence. Se ha roto un tab¨² casi sagrado. El miedo se ha metido en el cuerpo. Y el miedo es contagioso, especialmente cuando se relaciona con dinero.
?Por qu¨¦ nuestros gobernantes act¨²an de esta forma tan irresponsable? Hay tres posibles explicaciones.
Una. Los intereses nacionales de los pa¨ªses acreedores. Cuando los Gobiernos de estos pa¨ªses, liderados por Alemania, imponen recortes de sanidad y educaci¨®n o expropian los ahorros de los pa¨ªses endeudados act¨²an en beneficio de sus ciudadanos y de sus bancos. No tengo nada que objetar. Se deben a quien les ha votado, y a ellos han de rendir cuentas.
De lo que me quejo, es de la ausencia de un inter¨¦s general europeo. Hoy por hoy, las decisiones europeas representan una amalgama de intereses nacionales, donde los alemanes imponen su hegemon¨ªa. La Comisi¨®n Europea tampoco representa ese inter¨¦s general. Mientras no haya en la UE una instituci¨®n, a semejanza de la presidencia de EE UU, que sea elegida de forma directa y responda ante todos los europeos, no podremos hablar de inter¨¦s general europeo.
Dos. Los intereses personales de los altos funcionarios de la Comisi¨®n Europea, del BCE y del FMI. Como son listos y han estudiado econom¨ªa, saben que esas medidas son perjudiciales. Al menos dudan. Pero si manifestaran p¨²blicamente esas dudas tendr¨ªan que renunciar a su empleo, sueldo y pensiones. Recomiendan reducciones de sueldo, flexibilidad laboral y recorte de pensiones. Pero su puesto de trabajo, su sueldo y sus altas pensiones est¨¢n al abrigo de los efectos de esas. Como no sufren las consecuencias de las medidas que apoyan, eso favorece la inercia.
Tres. Las malas ideas y las pasiones. En la conducci¨®n de la crisis europea influye m¨¢s la tiran¨ªa de las malas ideas que los intereses. Los gobernantes que imponen recortes de sanidad, ense?anza y ahorros creen que est¨¢n haciendo un bien moral a los pa¨ªses que ellos consideran pecadores. Conocen el dolor y el riesgo de accidente que pueden provocar con sus decisiones. Pero piensan que es m¨¢s importante la medicina moral que imponen que los malos efectos econ¨®micos y sociales que produce.
En una de sus ¨²ltimos art¨ªculos en Financial Times, Martin Wolf, refiri¨¦ndose a la tozudez de David Cameron en mantener su plan de austeridad a pesar de sus efectos contractivos, ha afirmado que la idea de que la medicina de la austeridad es buena independientemente de lo que le ocurra al paciente pertenece al reino de la brujer¨ªa, no de la ciencia. Estamos en manos de curanderos fundamentalistas.
El riesgo de accidente en Europa como consecuencia de decisiones chapuceras motivadas por ideas equivocadas e intereses estrechos no puede descartarse. Grandes de la econom¨ªa como Adam Smith, Carl Menger o Friedrich Hayek nos han advertido contra los ¡°efectos no deseados, pero realizados¡± de las decisiones que tomamos. Nuestros gobernantes no deber¨ªan ignorarlos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.