Detroit, la nueva Grecia
Cuando Detroit se declar¨® en quiebra, o al menos lo intent¨® (la situaci¨®n legal se ha complicado), s¨¦ que no fui el ¨²nico economista que tuvo un mal presentimiento sobre el probable impacto que tendr¨ªa en nuestra ret¨®rica pol¨ªtica. ?Iba a ser lo de Grecia otra vez?
Est¨¢ claro que a algunos les gustar¨ªa que eso ocurriera. As¨ª que dirijamos esta conversaci¨®n por buen camino antes de que sea demasiado tarde.
Vale, ?de qu¨¦ estoy hablando? Como posiblemente recordar¨¢n, hace unos a?os Grecia se hundi¨® en una crisis fiscal. Esto era malo, pero las consecuencias para el resto del mundo deber¨ªan haber sido limitadas; al fin y al cabo, la econom¨ªa griega es bastante peque?a (de hecho, representa alrededor de 1,5 veces la econom¨ªa del Detroit metropolitano). Por desgracia, muchos pol¨ªticos aprovecharon la crisis griega para adue?arse del debate y cambiaron el tema de la creaci¨®n de empleo por el de la rectitud fiscal.
Pero lo cierto es que Grecia era un caso muy especial del que se pod¨ªan extraer pocas o ninguna lecci¨®n para la pol¨ªtica econ¨®mica m¨¢s en general, e incluso en Grecia los d¨¦ficits presupuestarios eran solo una parte del problema. No obstante, durante un tiempo, el discurso pol¨ªtico en todo el mundo occidental estuvo totalmente ¡°helenizado¡±: todo el mundo era Grecia o estaba a punto de convertirse en ella. Y este mal giro intelectual socav¨® enormemente las posibilidades de recuperaci¨®n econ¨®mica.
As¨ª que ahora los cascarrabias del d¨¦ficit tienen un nuevo caso que malinterpretar. Da igual que la pronosticada crisis fiscal de Estados Unidos no se materialice, o la fuerte ca¨ªda en las previsiones sobre los niveles de deuda estadounidenses, o que muchos de los estudios que utilizaban los cascarrabias para justificar sus sermones hayan sido refutados; ?obsesion¨¦monos con los presupuestos municipales y las obligaciones de las pensiones p¨²blicas!
Detroit parece haber tenido un sistema de gobierno especialmente malo, pero, fundamentalmente, la ciudad solo ha sido una v¨ªctima inocente de las fuerzas del mercado
O mejor no.
?Constituyen las desdichas de Detroit los primeros estadios de una crisis nacional de las pensiones p¨²blicas? No. Desde luego, las pensiones estatales y locales est¨¢n insuficientemente financiadas y expertos del Boston College cifran el d¨¦ficit total en un bill¨®n de d¨®lares. Pero muchos Gobiernos est¨¢n adoptando medidas para solucionar ese d¨¦ficit. Estas medidas siguen sin ser suficientes; los c¨¢lculos del Boston College indican que las aportaciones totales a las pensiones este a?o ser¨¢n unos 25.000 millones de d¨®lares menos de lo que deber¨ªan. Pero en una econom¨ªa de 16 billones de d¨®lares, eso no es gran cosa, y aunque nos pongamos en el peor de los supuestos, en las suposiciones m¨¢s pesimistas, como nos dicen que deber¨ªamos hacer algunos, aunque no todos, los contables, sigue sin ser gran cosa.
Entonces, ?ha sido Detroit particularmente irresponsable? Una vez m¨¢s, no. Detroit parece haber tenido un sistema de gobierno especialmente malo, pero, fundamentalmente, la ciudad solo ha sido una v¨ªctima inocente de las fuerzas del mercado.
?Qu¨¦? ?Las fuerzas del mercado se cobran v¨ªctimas? Por supuesto que s¨ª. A fin de cuentas, a los entusiastas del mercado libre les encanta citar a Joseph Schumpeter, que hablaba de la inevitabilidad de la ¡°destrucci¨®n creativa¡±, pero ellos y su p¨²blico invariablemente se describen siempre como destructores creativos, no como los creativamente destruidos. Pues adivinen: alguien siempre acaba siendo el equivalente moderno de un productor de l¨¢tigos de carruaje, y ese podr¨ªa ser usted.
A veces, los perdedores del cambio econ¨®mico son individuos cuyas aptitudes se han vuelto superfluas; a veces son empresas que prestan servicio a un sector del mercado que ya no existe, y a veces son ciudades enteras que pierden su lugar en el ecosistema econ¨®mico. El declive es una realidad.
Es verdad que en el caso de Detroit, la disfunci¨®n pol¨ªtica y social parece haber empeorado las cosas. Una consecuencia de esta disfunci¨®n ha sido un caso grave de ¡°dispersi¨®n laboral¡± en la zona metropolitana; los empleos abandonaron el n¨²cleo urbano aun cuando el empleo en el ¨¢rea metropolitana de Detroit segu¨ªa creciendo, y aun cuando otras ciudades estaban viviendo una especie de renacer de los centros urbanos. Menos de una cuarta parte de los trabajos que se ofertan en la zona metropolitana de Detroit se encuentran a menos de 20 kil¨®metros del c¨¦ntrico barrio tradicional de negocios; en el centro de Pittsburgh, otro ex gigante industrial cuyos d¨ªas de gloria son cosa del pasado, la cifra supera el 50%. Y la relativa vitalidad del centro de Pittsburgh podr¨ªa explicar por qu¨¦ la que fuera capital del acero da muestras de un renacer, mientras que Detroit no para de hundirse.
Por tanto, mantengamos desde ya un debate serio sobre la mejor manera en que las ciudades pueden gestionar la transici¨®n cuando sus fuentes tradicionales de ventaja competitiva desaparecen. Y mantengamos tambi¨¦n un debate serio sobre nuestras obligaciones como pa¨ªs con aquellos conciudadanos que han tenido la mala suerte de encontrarse viviendo y trabajando en el lugar equivocado en el momento equivocado, porque, como dec¨ªa, el declive es una realidad, y algunas econom¨ªas regionales acabar¨¢n contray¨¦ndose, tal vez de manera dr¨¢stica, hagamos lo que hagamos.
Lo importante es no permitir que el debate sea secuestrado, como ocurri¨® con Grecia. Hay gente influyente a la que le gustar¨ªa que creyeran que la defunci¨®n de Detroit es b¨¢sicamente una historia de irresponsabilidad fiscal o de empleados p¨²blicos avariciosos. No lo es. En buena parte es solo una de esas cosas que suceden de vez en cuando en una econom¨ªa siempre cambiante.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de Princeton y premio Nobel de 2008.
? 2013 New York Times Service.
Traducci¨®n de News Clips.
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