Aromas de ayer y hoy, encantos de la Vega Central de Santiago de Chile
Ni el polvo ni los perros abandonados pueden eclipsar el aroma de las humitas (tamales), cazuelas y sopaipillas que inundan los ca¨®ticos pasillos de la Vega Central, el principal mercado de abastos de Santiago de Chile.
Un olor tan suculento que ha llegado hasta el portal gastron¨®mico The Daily Meal, que lo nombr¨® el cuarto mejor del mundo en una clasificaci¨®n que encabez¨® el barcelon¨¦s mercado de La Boquer¨ªa.
Con gritos de "?Consulte no m¨¢s!" o "?Qu¨¦ est¨¢ buscando, casero?", se encuentran los mejores productos agr¨ªcolas de Chile, aunque la magia de este zoco, m¨¢s que por sus productos, destaca porque tras sus muros prima, en palabras del portavoz del mercado, Arturo Guerrero, "la libertad de ser": "Aqu¨ª cualquiera se r¨ªe, cualquiera baila, todo el mundo es libre."
Y lo cierto es que nada m¨¢s entrar a este lugar los tenderos cantan, los reponedores dan palmas y hasta una vagabunda tuerta arranca a bailar dando saltos con un pa?uelo.
Pero a pesar de la apariencia del mercado de abastos, todo Santiago pasa por La Vega: "El rico, el pobre, el del medio, el apol¨ªtico, el pol¨ªtico, el revolucionario, el no revolucionario, el creyente, el no creyente, todos pasan por La Vega", cuenta Guerrero.
Entre ellos est¨¢ Alicia Leiva, una mujer de un barrio bien considerado, Las Condes, que cada quince d¨ªas emprende un largo viaje en metro "por la calidad y bajo precio" de las hortalizas y verduras.
La veterana clienta de La Vega recomienda hacer la compra los martes porque "todo llega el lunes por la tarde y si esperas m¨¢s, est¨¢ muy a?ejo", dice.
Entre un millar de huevos se esconde Teresa, la due?a del puesto "Santa Teresita", que lleva desde 1986 en esta bodega y que discute con la due?a del local de al lado sobre la val¨ªa de la actriz espa?ola Sara Montiel.
Un total de 1.700 puestos y unos 7.000 trabajadores completan la gran familia veguina que a pesar del tiempo, los cambios y los grandes madrugones permanece al pie del r¨ªo Mapocho con la misma alegr¨ªa de vivir.
La Vega huele al Chile m¨¢s tradicional: "No ha perdido su esencia; cuando los mercados pierden la identidad, los pueblos dejan de ser pueblos", afirma Guerrero.
Es una peque?a grieta del pasado que rescata los d¨ªas en los que los ni?os bailaban en rueda ¨¢giles "pies" de cueca y tomaban sandwiches de "potito" (tripa de cerdo) y longaniza.
Eran los d¨ªas en los que en el barrio de Recoleta, donde se ubica el mercado, hab¨ªa infinidad de cuecas, el baile t¨ªpico chileno, que encontr¨® sus mejores expresiones en las cantinas, bares y cabar¨¦s de estos callejones.
"Los m¨¢s grandes m¨²sicos y artistas acud¨ªan a celebrar las fiestas de La Vega Central," contaba la folclorista Mar¨ªa Ester Zamora, y entre ellos estaba el maestro Mario Catal¨¢n autor de cuecas como "Al¨®, al¨®".
"?l (Mario Catal¨¢n) era locatario ac¨¢ y mientras trabaja, iba creando la melod¨ªa de la rebeld¨ªa y la sexualidad", relata Guerrero, que adem¨¢s de ser relacionador p¨²blico del mercado tiene su propio puesto.
"Eran tiempos en los que uno pescaba una guitarra y si le iba bien, com¨ªa bien, y si le iba de pena, tambi¨¦n com¨ªa... mal, y as¨ª sali¨® mucho canto popular".
Hoy sigue habiendo m¨²sica, baile y risas, y hasta sexagenarios que entre lechugas y patatas echan una partida a las cartas "porque sus esposas no les quieren en casa", comenta entre carcajadas Guerrero.
Costumbrismo con acento chileno que comenz¨® en la ¨¦poca colonial, cuando el sector era la entrada al barrio de "La Chimba" y se asent¨®, poco a poco, entre la Avenida Santa Mar¨ªa, la Calle Olivos, Recoleta e Independencia, y que a¨²n hoy "es el coraz¨®n de Santiago".
Arturo Guerrero se despide desde su puesto, "?Chucha, me pas¨¦!", un local decorado con "harta rebeld¨ªa", es decir, lleno de carteles que apelan a la anarqu¨ªa y critican al gobierno.
Madrugadores, amantes de la cultura popular, pero sobre todo libres. As¨ª son los apodados veguinos, trabajadores que creen firmemente que "despu¨¦s de dios, est¨¢ La Vega", el lema que envuelve los muros del mercado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.