Los disparates de la ayuda extranjera
Los donantes deben prestar m¨¢s cuidado a no interferir en los avances de los beneficiados con su ayuda
La enorme brecha entre los pa¨ªses m¨¢s ricos y los m¨¢s pobres contin¨²a siendo uno de los mayores dilemas morales de Occidente. Tambi¨¦n supone uno de los mayores desaf¨ªos para la econom¨ªa del desarrollo. ?Sabemos realmente c¨®mo ayudar a los pa¨ªses a superar la pobreza?
En su nuevo libro, elocuentemente escrito y profundamente documentado, The Great Escape: Health, Wealth, and the Origins of Inequality (El gran escape: salud, riqueza y el origen de la desigualdad), Angus Deaton, de la Universidad de Princeton, insta a la cautela. Para quienes se interesan por la pobreza mundial, es indudablemente el libro m¨¢s importante sobre asistencia para el desarrollo que se ha publicado en largo tiempo.
Deaton sugiere que, demasiado a menudo, la asistencia occidental sirve para mitigar la culpa de los donantes m¨¢s que para solucionar las dificultades de los receptores. Esto es especialmente cierto cuando la asistencia ingenua sirve para reforzar un statu quo disfuncional. Si bien Deaton apoya ciertas iniciativas, en especial para la provisi¨®n de conocimiento y tecnolog¨ªa m¨¦dica, cuestiona si la gran mayor¨ªa de la ayuda pasa la b¨¢sica y decisiva prueba hipocr¨¢tica: ¡°lo primero es no hacer da?o¡±.
Para comenzar, evaluar e implementar pol¨ªticas de ayuda requiere desarrollar herramientas para estimar con precisi¨®n d¨®nde son m¨¢s necesarias. Los economistas han desarrollado algunos indicadores ¨²tiles, pero son mucho menos precisos de lo que los pol¨ªticos y los medios parecen creer.
La mayor¨ªa de los expertos coincide, y Deaton con ellos, en que al menos mil millones de personas en el planeta viven en circunstancias desesperadas, similares a las imperantes hace cientos de a?os. Nuestro fracaso en aliviar sus penurias es moralmente reprensible, pero, ?d¨®nde se encuentran exactamente las mayores concentraciones de pobres? Los datos son dif¨ªciles de obtener y a¨²n m¨¢s dif¨ªciles de interpretar.
Los intentos por convertir el ingreso nacional en un denominador com¨²n est¨¢n plagados de complicaciones. Un ejemplo destacado es el margen de error del 25 % en las comparaciones sobre la paridad del poder adquisitivo entre los PIB de Estados Unidos y China. En otras palabras, no podemos saber si el producto chino actual equivale al 55 % o al 92 % del estadounidense. Olviden las precisas predicciones sobre la fecha en que China superar¨¢ a EE UU en el puesto de mayor econom¨ªa del mundo... ?ni siquiera estaremos seguros cuando realmente ocurra!
Evaluar e implementar pol¨ªticas de ayuda requiere desarrollar herramientas para estimar con precisi¨®n d¨®nde son m¨¢s necesarias
Este problema no es exclusivo de las comparaciones entre China y EE UU; tal vez resulta incluso m¨¢s aplicable al comparar los ingresos de los pobres en Bombay con los de los pobres en Freetown. Otro importante problema es la medici¨®n del progreso en un mismo pa¨ªs a lo largo del tiempo. ?C¨®mo podemos comparar los ¨ªndices sobre el costo de vida en periodos distintos cuando nuevos bienes continuamente cambian dram¨¢ticamente los modelos tradicionales de consumo? Consideren el impacto de los tel¨¦fonos m¨®viles en ?frica, por ejemplo, o de Internet en la India.
Deaton contin¨²a con una reveladora cr¨ªtica de algunos de los enfoques m¨¢s promocionados y de moda para mejorar la asistencia. Por ejemplo, el ¡°modelo hidr¨¢ulico¡± de ayuda ¡ªla idea de que si sencillamente bombeamos m¨¢s ayuda, obtendremos borbotones de resultados mejores¡ª ignora que los fondos a menudo son fungibles. Incluso si la ayuda est¨¢ muy enfocada en, digamos, alimentos o salud, un gobierno sencillamente puede ahorrar en los gastos que de otra manera hubiera hecho y redirigirlos hacia otros sectores, como el militar.
La entrega directa de asistencia m¨¦dica es una de las mejores opciones, pero de todas formas puede constituir una tremenda sangr¨ªa para los ya escasos recursos locales: hospitales, m¨¦dicos y enfermeras. Abundantes ONG occidentales a menudo captan el talento de empresas nacientes, que podr¨ªan ayudar al pa¨ªs mucho antes de que las ONG reajustaran sus prioridades y avanzaran.
De hecho, existe un sorprendente paralelo entre los problemas causados por el ingreso de ayuda y la ¡°maldici¨®n de los recursos naturales¡± (o el ¡°mal holand¨¦s¡±, otro nombre que recibe en occidente): los ingresos generados en un sector econ¨®mico ¡ªhabitualmente petrolero o mineral¡ª hacen subir los precios en toda la econom¨ªa (incluido el tipo de cambio) y eliminan la competitividad de otros sectores. Adem¨¢s, gran parte de esta ayuda se entrega en especie y por motivos estrat¨¦gicos, a menudo, en apoyo de gobiernos ineficaces y cleptocr¨¢ticos.
Deaton observa que, por lo general, los pa¨ªses occidentales se desarrollaron sin recibir ayuda. (Tal vez el plan Marshall en Europa, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, haya sido la excepci¨®n, aunque su meta era m¨¢s de reconstrucci¨®n que de desarrollo). China e India tambi¨¦n han logrado sacar a cientos de millones de personas de la pobreza, con relativamente escasa ayuda occidental (especialmente China). Deaton sostiene que quienes proporcionan ayuda deben ser extremadamente cuidadosos para evitar interferir con fuerzas pol¨ªticas y sociales que, con el tiempo, pueden generar cambios internos org¨¢nicos y, por tanto, m¨¢s duraderos.
Otro enfoque intelectualmente de moda es el de efectuar peque?as pruebas aleatorias para examinar, digamos, la eficacia de los incentivos a la asistencia escolar o de campa?as de vacunaci¨®n. Deaton sostiene correctamente que este enfoque, ahora consagrado en los procedimientos del Banco Mundial, es muy poco ¨²til para entender c¨®mo ayudar a que un pa¨ªs se desarrolle m¨¢s ampliamente. Los resultados suelen ser espec¨ªficos para las circunstancias particulares de un pa¨ªs y no hay motivo para suponer que crecer¨¢n a escala cuando se los confronte plenamente con los problemas de gobernanza de un pa¨ªs en desarrollo. Que la gente de muchos pa¨ªses africanos parezca estar peor en la actualidad que en 1960 tiene mucho m¨¢s que ver con el despotismo y el conflicto interno que con la eficacia de los programas de asistencia.
A pesar de estas advertencias, el mensaje de Deaton es fundamentalmente positivo. Para la mayor parte de la humanidad, este es el mejor momento de la historia para vivir. La senda del desarrollo sigue ah¨ª para que otros la aprovechen. La asistencia y los consejos occidentales espec¨ªficos pueden ayudar, pero los donantes deben prestar m¨¢s cuidado a no interferir en los avances de los beneficiarios con su ayuda.
Kenneth Rogoff, execonomista jefe del FMI, es profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªtica P¨²blica en la Universidad de Harvard.
Traducci¨®n de Leopoldo Gurman.
? Project Syndicate, 2014.
www.project-syndicate.org
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