El desorden de la deuda
El Gobierno sobrevuela sobre el elevado endeudamiento p¨²blico como si fuera un problema menor y no lo es en absoluto
La pol¨ªtica econ¨®mica de estabilidad seguida por el Gobierno de Mariano Rajoy ha resultado, valga la paradoja, un ejemplo de inestabilidad. Sin entrar en debates de fondo sobre la oportunidad de aplicar planes dr¨¢sticos de ajuste en econom¨ªas deprimidas, se puede observar que las restricciones presupuestarias, vistas con dos a?os de perspectiva, han resultado arbitrarias y err¨¢ticas, aplicadas sin criterio, sin calcular ni tener en cuenta las consecuencias sobre la inversi¨®n o los costes sociales y sin preocuparse de minimizar los efectos sobre el bienestar de los ciudadanos. Los efectos de medidas desordenadas, aplicadas adem¨¢s con torpeza, son el incumplimiento de los objetivos, en primer lugar, pero tambi¨¦n el des¨¢nimo p¨²blico. Producen la sensaci¨®n de que es imposible en Espa?a racionalizar el gasto p¨²blico y organizar una estructura fiscal coherente, con crisis o sin ella, encargada de proveer ingresos para cubrir los gastos p¨²blicos necesarios.
El caso de la deuda p¨²blica cae en ese escenario sorprendente donde los resultados desmienten las premisas, los medios y los objetivos. A pesar de los recortes de inversi¨®n y de prestaciones al desempleo, en contra del abandono p¨²blico de la sanidad y de los ajustes en pol¨ªticas educativas, el d¨¦ficit p¨²blico no ha conseguido reducirse a los objetivos comprometidos por Bruselas; aunque se recalc¨® con mucho ¨¦nfasis que la reforma del sistema financiero no iba a costar un solo euro a los espa?oles, resulta que la ciudadan¨ªa tendr¨¢ que pagar en c¨®modos plazos un pr¨¦stamo europeo de m¨¢s de 40.000 millones de euros; en consecuencia, uno de los par¨¢metros que l¨®gicamente ten¨ªa que disminuir gracias al esfuerzo p¨²blico de ajuste, la deuda p¨²blica, en realidad sigue aumentando. Y a un ritmo vertiginoso. En 2012 creci¨® nada menos que en 15 puntos de PIB (del 70,47% al 85,95%) y en 2013 se ha disparado hasta el 93,7% del PIB, a raz¨®n de dos puntos de PIB por trimestre. El Gobierno se ha apresurado a ofrecer un lenitivo: est¨¢ por debajo del 94,2% previsto oficialmente. Pero el consuelo es min¨²sculo debido a la posibilidad de que en la deuda de 2013 no se hayan contabilizado las ayudas p¨²blicas a Novacaixagalicia.
Lo que se gana por la mejora de los mercados y el relajamiento de la prima de riesgo, se pierde por la acumulaci¨®n de deuda. Para frenar esa acumulaci¨®n, el primer paso natural es alcanzar un super¨¢vit primario en las cuentas p¨²blicas, meta que, a pesar de la aparatosa instrumentaci¨®n de recortes presupuestarios, est¨¢ muy lejos de conseguirse. El equilibrio entre deuda y crecimiento es dif¨ªcil despu¨¦s de dos a?os de pol¨ªtica de estabilidad negligente; lo que los recortes presupuestarios negaban ¡ªincluidas las ayudas a la banca¡ª se ha acumulado en la deuda. Cuando los mercados ofrecen dinero barato, el aumento de la deuda puede y debe usarse como un instrumento para crecer; pero cuando ese crecimiento traspasa ciertos l¨ªmites, que el Gobierno (y en particular el ministro de Hacienda) debe conocer, se convierte en un estrangulamiento de la econom¨ªa, debido a la cantidad de recursos p¨²blicos que es necesario detraer para pagarla. Esta es una regla elemental que en Espa?a se olvida con frecuencia. El Gobierno sobrevuela sobre los 961.555 millones de endeudamiento p¨²blico como si fuera un problema menor; y no lo es.
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