El conocimiento no es poder
Uno de los mejores insultos que he le¨ªdo en toda mi vida proced¨ªa de Ezra Klein, que ahora es redactor jefe de Vox.com. En 2007, describ¨ªa a Dick Armey, expresidente de la C¨¢mara de Representantes, como ¡°la idea de una persona est¨²pida sobre c¨®mo es una persona reflexiva¡±.
Es una frase graciosa aplicable a unas cuantas figuras p¨²blicas. El congresista Paul Ryan, presidente del Comit¨¦ Presupuestario de la C¨¢mara baja, es un excelente ejemplo actual. Pero es posible que est¨¦n ri¨¦ndose de nosotros. Al fin y al cabo, esa gente a menudo domina el discurso pol¨ªtico. Y lo que no saben los pol¨ªticos o, lo que es peor, lo que creen saber pero no saben, puede hacernos da?o.
?Qu¨¦ ha inspirado estas ideas pesimistas? Pues he estado mirando estudios de la Iniciativa sobre Mercados Globales, con sede en la Universidad de Chicago. A lo largo de dos a?os, este foro ha consultado peri¨®dicamente a un comit¨¦ de destacados economistas que representan a un amplio espectro de escuelas y tendencias pol¨ªticas sobre cuestiones que van desde la econom¨ªa de los deportistas universitarios hasta la eficacia de las sanciones comerciales. Por lo general, resulta que la controversia profesional acerca de un tema determinado es mucho menor de lo que pueda hacernos creer la cacofon¨ªa en los medios informativos.
Esto era sin duda cierto en el caso del sondeo m¨¢s reciente, que preguntaba si la ley de recuperaci¨®n y reinversi¨®n estadounidense ¡ªel est¨ªmulo de Obama¡ª ha reducido el desempleo. Todos menos uno de los entrevistados respondieron que s¨ª, con un saldo de 36 votos frente a uno. Una pregunta de seguimiento sobre si el est¨ªmulo merec¨ªa la pena arroj¨® un consenso algo menor, pero aun as¨ª abrumador, con 25 votos frente a dos.
El ¨²nico elemento de nuestro sistema que pareci¨® haber aprendido algo de la historia fue la Reserva Federal
Dejemos de lado por un momento la cuesti¨®n de si el comit¨¦ tiene raz¨®n en este caso (aunque la tiene). Perm¨ªtanme preguntarles en cambio si sab¨ªan que el consenso a favor del est¨ªmulo entre los expertos era tan s¨®lido o si siquiera sab¨ªan que exist¨ªa tal consenso.
Supongo que depende de d¨®nde consulten las noticias y los an¨¢lisis econ¨®micos. Pero desde luego no han o¨ªdo hablar de ese consenso en, por ejemplo, CNBC, donde un presentador qued¨® tan estupefacto al o¨ªr a un servidor abogar por un gasto m¨¢s elevado para impulsar la econom¨ªa que me describi¨® como un ¡°unicornio¡±, una persona en cuya existencia le costaba creer.
Y lo que es m¨¢s importante, en los ¨²ltimos a?os, responsables pol¨ªticos de todo el mundo occidental pr¨¢cticamente han hecho caso omiso del consenso profesional sobre el gasto gubernamental y todo lo dem¨¢s, y han depositado su fe en doctrinas que la mayor¨ªa de los economistas rechazan de plano.
Resulta que el hombre que estaba de m¨¢s ¡ªliteralmente¡ª en ese sondeo sobre el est¨ªmulo era Alberto Alesina, un catedr¨¢tico de Harvard. Seg¨²n ¨¦l, los recortes en el gasto gubernamental en realidad son expansionistas, pero relativamente pocos economistas coinciden con ¨¦l, y se?alan los trabajos del Fondo Monetario Internacional y otras instituciones que parecen refutar sus afirmaciones. No obstante, cuando los l¨ªderes europeos realizaron su giro decisivo y desastroso hacia la austeridad, desoyeron las advertencias de que recortar el gasto en las econom¨ªas deprimidas agravar¨ªa su depresi¨®n. Por el contrario, escucharon a los economistas que les dec¨ªan lo que quer¨ªan o¨ªr. Era, como dijo Bloomberg Businessweek, ¡°la hora de Alesina¡±.
?Estoy diciendo con esto que el consenso profesional acierta siempre? No. Pero cuando los pol¨ªticos eligen selectivamente a qu¨¦ expertos ¡ªo, en muchos casos, expertos¡ª escuchan, hay muchas probabilidades de que elijan mal. Es m¨¢s, la experiencia demuestra que en esos casos nadie rinde cuentas. Tengan en cuenta que la derecha estadounidense sigue recibiendo asesoramiento econ¨®mico principalmente de personas que se han pasado muchos a?os pronosticando erradamente una inflaci¨®n desbocada y la ca¨ªda del d¨®lar.
Todo lo cual plantea un interrogante alarmante: como sociedades, ?somos capaces de recibir buenos consejos en materia pol¨ªtica?
Los economistas sol¨ªan afirmar con toda confianza que era imposible que volviese a suceder algo como la Gran Depresi¨®n. A fin de cuentas, sabemos mucho m¨¢s que nuestros bisabuelos sobre las causas y curas para las depresiones, as¨ª que, ?c¨®mo no ¨ªbamos a hacerlo mejor? Sin embargo, cuando las crisis estallaron, desechamos buena parte de lo que hab¨ªamos aprendido en los ¨²ltimos ochenta a?os.
El ¨²nico elemento de nuestro sistema que pareci¨® haber aprendido algo de la historia fue la Reserva Federal, y podr¨ªa decirse que sus acciones durante el liderazgo de Ben Bernanke, y despu¨¦s de Janet Yellen, son el ¨²nico motivo por el que no hemos reproducido por entero la Depresi¨®n. (M¨¢s recientemente, el Banco Central Europeo dirigido por Mario Draghi, otro lugar en el que la experiencia todav¨ªa encuentra un punto de apoyo, ha sacado a Europa del precipicio al que la hab¨ªa abocado la austeridad). C¨®mo no, en el Congreso se han puesto en marcha iniciativas para arrebatar a la Reserva Federal su libertad de acci¨®n. Ni un solo miembro del comit¨¦ de expertos de Chicago cree que sea una buena idea, pero ya hemos visto cu¨¢nto importa eso.
Y, por supuesto, la macroeconom¨ªa no es el ¨²nico desaf¨ªo al que nos enfrentamos. De hecho, deber¨ªa resultar sencillo en comparaci¨®n con muchas otras cuestiones que deben abordarse con un conocimiento especializado, sobre todo el cambio clim¨¢tico. As¨ª que habr¨¢ que preguntarse si podremos evitar el desastre y de qu¨¦ manera.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa y premio Nobel de 2008.
Traducci¨®n de News Clips.
New York Times Service, 2014.
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